Argentina
Viernes, 19 abril 2024
UNIVERSIDAD DE AVELLANEDA
17 de septiembre de 2018

Informe: las "exageradas dimensiones" de la inflación en la era Macri

El Observatorio de la Universidad nacional de Avellaneda analizó en su más reciente trabajo los incrementos en precios en los últimos meses, a partir de los números publicados por el Indec en materia de IPC, Costo de la Construcción y Precios Mayoristas. Asimismo, realizó una comparativa regional y un análisis específico de los productos de la canasta básica alimentaria. A continuación, el resumen de los principales puntos del trabajo y los cuadros que hacen las veces de síntesis.

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La política oficial de desinflación, sigue sin lograr resultados consistentes. Cada vez más cerca de la consolidación del tercer año desde el cambio de régimen económico, la dispersión de precios se posiciona en niveles superiores a los del año 2015. En la coyuntura más próxima inciden subas en tarifas de transporte, luz y prepagas, además del futuro incremento de gas, para el mes de octubre. El impacto de los aumentos de servicios sobre el IPC, determina un piso alto de inflación mensual.



Pero por fuera de los bienes y servicios regulados por el Estado, la variación de precios interna tampoco se morigera a la velocidad suficiente. El componente “núcleo” del índice de precios nacional crece ya a un ritmo del 31,2% interanual. Lejos de ralentizarse, aspectos del proceso hacen pensar en una profundización para los próximos meses. Ocurre que, producto del aumento del dólar de 7,9% en la primera quincena de setiembre (116% en el año), se reproduce la significativa suba en el precio de insumos difundidos para el entramado productivo.

Así, la inflación mayorista presentó un alza del 4,7% en julio, mientras que el componente importado verificó una suba del 5,7% en igual período (a pesar de que no se trató de un mes devaluatorio. Este fenómeno anticipa el traslado que se generará del segmento mayorista al minorista en la última parte del año.



Dicho esto, el alza sostenida de precios que se verifica en Argentina, lejos está de ser la norma. En un mundo de baja nominalidad, son pocos los países que transitan problemas de inflación sostenidos a lo largo del tiempo; menos aun cuando subsumen el resto de la política económica a su mitigación. En la presente infografía, analizamos los números de la inflación en Argentina, a la luz de una comparativa regional. En particular, indagamos en causas y consecuencias del proceso local, a partir de un examen cuantitativo de la experiencia inflacionaria actual. 



Los indicadores oficiales marcan que el proceso de desinflación no se encarrila. De hecho, de los ocho meses con información publicada, sólo en uno el índice 2018 fue menor al de 2017. Así, la separación entre el acumulado a agosto de 2018 y el año anterior asciende a casi 9 puntos porcentuales. Proyectado a fin de año este diferencial respecto a 2017 podría trepar a 20 puntos.

Comparando entre procesos económicos, en los 33 meses transcurridos desde el cambio de régimen se registró una inflación acumulada del 129,1%. En contraste, los 33 meses previos habían verificado una suba levemente superior al 106%. En este contexto, los aumentos ya no están sólo gobernados por aumentos regulados, sino que verifican efectos de contagio entre los diferentes bienes y servicios de la economía. Es así que la inflación núcleo acumula 9 meses de crecimiento constante y actualmente supera casi un punto al nivel de hace dos años.

Pero el segmento minorista no es el único fuera de control. El costo de la construcción en el último trienio se posicionó, en promedio, 7,4 puntos por sobre los doce años previos. Asimismo, el índice de precios mayoristas no deja de acelerarse y ya verifica una separación de 17 puntos respecto del segmento minorista.



En un mundo que hace años presenta trayectorias de baja inflación, procesos como el argentino son más una patología que la normal. Por caso, en el contexto latinoamericano, la inflación argentina sólo es superada por el caso venezolano y casi triplica al siguiente en el ranking, para lo que va de 2018. Con todo, proyectando el último cuatrimestre del año, Argentina va a cerrar el 2018 con el mayor índice de inflación desde 1991.


INTRODUCCIÓN

La espiral inflacionaria no se detiene, y agosto se presentó como un mes caliente en materia de precios. Para septiembre las noticias no son alentadoras y muchos analistas ya anticipan que los incrementos podrían superar el 6%. A esta altura de los acontecimientos, la inflación y el consecuente deterioro del poder adquisitivo de los ingresos, son la mayor preocupación económica de la población. Con la tendencia actual, ya se contempla una suba para todo 2018 del orden del 45%. Son impensados, en la inmensa porción de países del mundo, semejantes niveles de aumentos de precios. Como si fuera poco, los saltos en los precios se combinan con caídas en la actividad económica, ventas que se desploman, pérdidas de puestos de trabajo y aumento de la pobreza y la indigencia.



El tema inflacionario fue uno de los caballitos de batalla de los funcionarios del actual gobierno, quiénes en ocasión de la campaña electoral se referían al problema como algo “sencillo” de solucionar. Pasados dos años y medios de gestión, la inflación ha sido mayor a la heredada y las perspectivas de bajarlas están cada vez más alejadas. La preocupación es tal, que hasta los tomadores de los créditos indexados UVA se reunieron en el Congreso de la Nación por la forma abrupta en que están evolucionando las cuotas y el capital adeudado. Si se tiene en cuenta que estos créditos fueron recientemente lanzados, nos da una idea de que tan pronto se empezó a deteriorar la situación.

En los últimos días las subas de precios registradas han sido principalmente en alimentos y bebidas, lo que denota la aceleración de la traslación a precios de la devaluación reciente. La relación entre esas dos variables es clave para explicar una parte del proceso inflacionario; la quita de subsidios y los tarifazos complementan la cuestión. Hoy, los sectores más vulnerables son los que más sufren, por lo que cuesta llevar un plato de comida a la mesa.



La política económica actual es la responsable de todo el nuevo ciclo de subas precio. Desde la devaluación de fines de 2015, cuyo objetivo fue liberar el mercado cambiario, hasta la imposibilidad de mantener las tarifas y el precio del dólar en valores que no echaran nafta al fuego de la inflación. No se puede desligar de la responsabilidad de las consecuencias que trae el cambio en el modelo económico, que ya lleva casi tres años de funcionamiento. Por otra parte, la falta de divisas tampoco puede ser un justificativo; este modelo recibió el espaldarazo de más de 100.000 millones de dólares en endeudamiento en un período muy corto de tiempo.



Pero esa responsabilidad también debe interpretarse de otra manera, más allá de lo discursivo sobre aciertos y errores en la política económica y de los deseos y la insistencia del gobierno de que finalmente logrará bajar la inflación. En  reiteradas ocasiones se escucharon comentarios y declaraciones de actuales funcionarios sosteniendo que el salario en dólares de los trabajadores argentinos estaba muy por arriba de la media de la región, y que eso era futo de una distorsión de la política económica. 

Así, lo lógico sería “normalizar” ese fenómeno. El camino más corto para lograrlo es una suba de los precios de los bienes y servicios de la economía (incluido lógicamente el dólar) de tal magnitud que las subas salariales quedaran muy por debajo, logrando así el cometido. Desde esta perspectiva la problemática de la inflación no es un error de la política económica, sino un objetivo (se sabe que los trabajadores son difíciles de quebrar en permitir una rebaja en los salarios nominales). Dicho proceso es el fenómeno que permite transferir ingresos de un sector social a otro. En consecuencia, si los objetivos verdaderos apuntan para ese lado, la problemática de la inflación parece haber llegado para quedarse.















 

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