1 de junio de 2019
LEY DEL ARREPENTIDO
¿Voluntad real o gestos pour la galerie?
Este instituto jurídico, de alto impacto a nivel nacional y mundial, busca adentrarse en la Provincia. ¿Existe
asidero para que se implemente o los tiempos de gestión dirán lo contrario?
La figura jurídica del arrepentido ha ganado notoriedad pública en los últimos meses, gracias a una cada vez más creciente utilización en los juzgados federales. Sobre todo, en causas vinculadas a delitos de corrupción, en las que han sido imputados funcionarios del kirchnerismo y renombrados hombres de negocios.
Cambiemos, a nivel nacional, se ha adjudicado los avances en materia legal, con el primordial objetivo de aportar a la transparencia institucional y conservar las adhesiones de gran parte de su electorado, que votó al oficialismo por la promesa de ir a fondo en casos que involucraran a la administración kirchnerista. Sin perder tiempo, en noviembre de 2016, el Ejecutivo propulsó el nacimiento de la ley nacional 27.304. El “arrepentido”, desde entonces, ha sido parte del cuerpo estable en la órbita judicial, cuando se trata de indagar sobre los vericuetos kirchneristas.
El caso estrella, que también involucra a la ex mandataria Cristina Fernández, es la denominada “causa de los cuadernos”, en la que numerosos actores de la vida política argentina han brindado información que resultó determinante para el desarrollo de la investigación. Entre ellos, José López, ex secretario de Obras Públicas. Sin embargo, el imputado colaborador, tal su denominación técnica, es una herramienta sin regulación en el ámbito de la provincia de Buenos Aires.
Si bien no está al tope de su agenda, María Eugenia Vidal ha seguido el tema con especial interés. Por ende, durante su gestión han surgido proyectos de ley, del bloque amarillo y del Frente Renovador (vía Ramiro Gutiérrez), en torno a la posibilidad de su implementación. En marzo de 2017, la Gobernadora había remitido una iniciativa a la Legislatura bonaerense, desde el Ministerio de Justicia, luego de que Gutiérrez le ganara de mano: no fue tratado y perdió estado parlamentario.
Pero el Ejecutivo volvió a la carga y, mediante la diputada de la Coalición Cívica Maricel Etchecoin Moro, formalizó la presentación de un nuevo proyecto, en la última semana. La promulgación de la ley requiere de una modificación en el Código Procesal Penal. En off, desde calle 6 señalaron que esa reforma “no sería un impedimento”. Son optimistas en cuanto a que esta norma tendrá curso, aunque las dudas surgen con relación a los plazos. Antes de las PASO, sólo habría dos sesiones ordinarias más, y el asunto podría quedar eclipsado por las luces de los comicios, hasta nuevo aviso.
Los protagonistas, tanto del oficialismo como de la oposición dialoguista, han admitido que los canales para implementar la ley están dados, que no existe ninguna aspereza a limar. Por caso, Gutiérrez y Etchecoin han comentado a La Tecla que los trabajos en torno a redactar y pulir los distintos textos han sido en conjunto: unos se nutrieron de otros. Se ha dicho, en público y en off, que “la voluntad es que salga”. También, desde la Gobernación han celebrado las tareas.
Por eso, la incógnita persiste en el aire y nadie se anima a vaticinar si realmente se trata de una prioridad de gestión o de una intempestiva reacción en cadena, ante lo acontecido en la órbita nacional. “La extinción de dominio está antes”, repitieron los legisladores.
El principal temor por estas horas es que la mandataria bonaerense sea derrotada en la elección ante el postulante del peronismo kirchnerista. De ser así, la iniciativa, nunca verá la luz. El vidalismo lo sabe. Por supuesto, la pérdida del poder es lo que mantiene en vilo a la mesa chica. Pero, por otro lado, Cambiemos dejaría trunco uno de sus objetivos de máxima, si no aprieta las clavijas: la puesta en evidencia de la aparente impunidad del gobierno anterior.
Ya transcurrieron dos años y medio desde los primeros intentos de la gestión Vidal por lograr la aprobación de la iniciativa; a fondo, en un principio, tibios más tarde. Ahora, la última carta se ha echado sobre la mesa.