11 de octubre de 2020
POR CARLOS FEDERICO RUCKAUF
Ni USA, ni China: Argentina.
El exvicepresidente de la Nación y ex Ministro de Relaciones Exteriores de Argentina, expresa en esta columna su pensamiento sobre la política exterior del país.
“No hay viento favorable para el barco que no sabe adónde va”: Séneca
En medio de nuestra profunda crisis económica y social, sería un grave error, no interpretar adecuadamente el mundo en el que estamos inmersos.
Solo entendiendo que quieren los otros y hasta dónde llegarán para obtenerlo, podremos concretar un Proyecto Nacional que defienda lo que necesitamos los argentinos, con posibilidades de éxito.
El siglo XXI, nos presenta un ordenamiento internacional multipolar, pero con dos superpotencias: USA y China.
A diferencia de la Guerra Fría, de la segunda mitad del siglo pasado, los actuales rivales no están separados por proyectos ideológicos contrapuestos: no es capitalismo versus comunismo, se trata de una disputa entre dos variantes del capitalismo.
La República Popular China, nació con Mao (un marxista), muto con Deng, (un reformista) y viene creciendo vertiginosamente con Xi, que ha impuesto un capitalismo mixto, con planificación indicativa.
Ante este proceso, sus rivales, los norteamericanos, actuaron por reacción: ante Mao, como un enemigo, ante Den, como un socio minoritario.
Frente a la revolución producida por Xi, primero con Obama, hubo cautela y luego con Trump, hubo furia.
Cabe destacar que ambas potencias son muy interdependientes. China, pese a la actual “guerra fría”, es el principal socio comercial de los EEUU.
A su vez China, también es nuestro principal socio comercial, pero en este caso, nos compra productos primarios con poca mano de obra argentina y nos vende productos elaborados. La misma relación comercial, pero con menor volumen, tenemos con EEUU. En ambos casos la balanza comercial es desfavorable para nuestro país.
Cómo se ubique la Argentina, respecto a las superpotencias, Europa, Rusia, Israel, los países árabes y nuestros vecinos, tendrá relación directa con el logro de los objetivos que busquemos.
No hay forma de lograr esto sin políticas de Estado, acordadas con todos los actores políticos, económicos y sociales de nuestro país.
Una política exterior que, con seriedad y respeto por todas las naciones, nos lleve a dialogar, privilegiando los mejores intereses de la Argentina.
Como nos aconsejaba Don José de San Martin: “En defensa de la Patria, todo es lícito, menos dejarla perecer.”