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Lunes, 21 octubre 2024
Argentina
31 de diciembre de 1969
Entrevista

“Debemos mostrarle a papá las caras de sus asesinos”

El 25 de septiembre se conmemoró el 35 aniversario de la muerte de José Ignacio Rucci. Los hijos del referente sindical, en entrevista exclusiva con La Tecla, reclaman justicia y piden apoyo al Gobierno para llegar a la verdad

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La causa por el asesinato de José Ignacio Rucci prescribió en el año 1989 por falta de elementos. Hoy, varios años después, los hijos del referente sindical peronista siguen pidiendo justicia. A raíz de una investigación del periodista Ceferino Reato, autor del libro Operación Traviata, volvieron a presentarse como querellantes. La pista más firme para dar con los autores del crimen apunta a miembros de los Montoneros. Aníbal y Claudia relatan a La Tecla qué los moviliza y piden que se investigue a fondo para determinar si algún dirigente actual estuvo involucrado en el asesinato. En un relato teñido de anécdotas cuentan cómo sobrellevaron, a sus 9 y 14 años, el asesinato de su padre.

-¿Qué sienten ante la posibilidad de que miembros del Gobierno o dirigentes actuales estén involucrados en la muerte de su padre?

AR: Creemos que pueden estar vivas personas que hayan actuado en la parte material del atentado, pero también está la investigación de los actores intelectuales. Nosotros tenemos la presunción de que fueron los Montoneros pero, en todo caso, la Justicia determinará si fueron.

CR: Han salido últimamente muchas voces, y entre ellas, voces de Montoneros que hicieron una especie de mea culpa, pero en ningún momento negaron la acción.

-¿Por qué creen que 35 años después no hay culpables?

CR: Yo creo que se sabe lo que pasó pero no hay voluntad para encontrar a los asesinos. Estoy esperanzada de que tengamos un acompañamiento por parte del Gobierno. Nosotros vamos a pedir esta semana una audiencia, y creo que vamos a tener

el apoyo de la presidenta, Cristina Fernández. Es una mujer inteligente, y además es mujer, con lo cual tiene que tener una sensibilidad especial.

-¿Qué sentirían si alguno de los implicados se mostrara arrepentido?

AR: Creo que en los crímenes políticos no existe la equivocación. Cuando vos planeás un asesinato, hacés inteligencia un año contra alguien, lo seguís, no hay cabida para la equivocación. Me parece que hay que hacerse cargo y pagar.

Los días previos al asesinato

-En una entrevista realizada a José Ignacio Rucci en el año 1972 por la revista Gente, él dice que no le temía a la muerte, que sólo tenía un miedo: el no verles las caras a sus asesinos.

CR: La muerte de mi padre provocó un dolor inmenso que vivirá con nosotros para toda la vida, pero la superamos, es decir, jamás fue un impedimento para que continuemos con nuestras vidas. Me parece que en este momento somos nosotros los que debemos mostrarle a nuestro pa-dre las caras de sus asesinos; ésa es nuestra responsabilidad, y lo único que nos moviliza. Estoy segura de que mi padre, esté donde esté, nos va a agradecer eso.

-Imagino que su padre habrá pasado sus últimos días entre la euforia del retorno del general Perón y el temor por las amenazas de muerte que recibía.

AR: Sí, la última semana la vivió con una alegría terrible. Primero por el logro de la vuelta de Perón a la Argentina, algo utópico en ese momento, y segundo por lograr un triunfo electoral tan grande, ya que ganó con más del 62% de los votos. Yo creo que mi viejo había hecho una raya entre la Argentina que se había vivido en ese momento y la que se venía, es más, iba a dar una charla, al día siguiente de su muerte, de pacificación del país, pero bueno, no se la dejaron dar y respondieron matándolo.

-¿Cómo vivió la familia tantas amenazas?

AR: Sí, estábamos permanentemente en movimiento. Nunca nos quedábamos en un lugar, circulábamos por casas de amigos y familiares. Hay confusiones periodísticas que indican que mi padre era el que se trasladaba, pero no es así. El estaba en la CGT durante la semana y en nuestra casa los fines de semana. Los que nos movíamos todo el tiempo éramos nosotros, sobre todo porque él tenía miedo de que nos sucediera algo.

-¿Qué edad tenían cuando mataron

a su padre y cómo se enteraron de la noticia?

CR: Yo tenía nueve años y Aníbal catorce. Yo me enteré por la televisión. Recuerdo que estábamos en la casa de un matrimonio amigo de mis padres, tenían la televisión en el living y estaban encerrados. Entonces me escapé, abrí la puerta y vi la placa donde decía que mi padre había sido asesinado.

AR: Llegábamos los dos juntos de la escuela, y cuando vi ese tumulto de gente en la esquina me imaginé algo. Yo bajo del auto y voy corriendo a mi casa, y llego a ver el cuerpo de mi padre en el piso. Entonces, agarré a mi hermana para preservarla, porque tenía nueve años, y nos fuimos a la casa de Elsa, una amiga de mis padres; fui todo el viaje con la esperanza de que estuviese herido. Pero después, cuando llegamos a la casa, vi la placa que recuerda mi hermana, que confirmaba la muerte.

Recuerdos de la infancia

-¿Qué anécdotas recuerdan con su padre? ¿Cómo era Rucci como papá y como marido?

CR: Lo que puedo contar es que era un hombre muy contenedor y muy afectuoso para con su familia. Yo me sentía sumamente mimada y protegida cuando estaba con él. Era su “pipita”, así me llamaba. Desde los seis años, que empecé a actuar, siempre estuvo al lado mío, y le encantaba verme.

AR: Justamente, esas cosas del papá común son las que más extrañamos. Me acuerdo de que él siempre me hacía los barriletes según yo iba creciendo, es decir, a mi altura, para que los pudiera manejar. También recuerdo cuando íbamos a la cancha a ver a San Lorenzo, una vez fuimos los cuatro a ver una final con Estudiantes de La Plata en cancha de River, y salimos campeones; todas esas cosas, cuando asumió en la CGT, no se volvieron a repetir.

-¿Cómo lo vivió su madre?

AR: Te puedo asegurar que tiene una entereza envidiable, por ahí, en ese momento no nos dimos cuenta del esfuerzo que hacía. Pero hoy, que lo vemos a la distancia, que tenemos hijos, realmente nos asombramos de su fuerza. Obviamente, tuvo sus problemas. Me acuerdo de una anécdota de cuando vivíamos en Primera Junta. Mi madre estaba mal, medicada con antidepresivos. Se había armando una sala con todas cosas de mi viejo, pero tenía realmente de todo ahí. Entonces, un día fue a su médico y le dijo que todos esos recuerdos le hacían mal y que tenía que desarmar esa habitación; por suerte le hizo caso y empezó a mejorar de a poco.

-¿Cómo era la relación entre su padre y Perón?

AR: Yo tuve la oportunidad de estar cuatro veces con el general, dos con mi padre y dos después de fallecido. Más allá de la admiración de mi padre por Perón, por la forma y el trato que ellos tenían, podría decir que era una relación de padre-hijo. Había entre ellos dos algo muy profundo,

a nosotros nos trataba con cariño y amor.

-¿Cómo les transmiten a sus hijos el recuerdo de su abuelo?

CR: Yo nunca les dije que lo mataron hasta que tuvieron la posibilidad de preguntarlo ellos. En mi casa se vive el tema del abuelo con mucha naturalidad, casi te diría como si estuviese. Por supuesto que los más grandes ahora empezaron a preguntar, y mucho. Trató de contarles la verdad y, sobre todo, trato de no convertirlos en seres manejados por el odio o por el rencor.

AR: Ni a mis sobrinos ni a mis hijos les veo un resabio de odio. En el caso de mis hijos, por ahí ha sido diferente, porque llevan el apellido Rucci y muchas veces la gente los pone en lugares incómodos; por eso he tenido que explicar antes lo que sucedió.

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