19 de noviembre de 2023
ANALISIS
La crisis total de las organizaciones y su representatividad
El triunfo de Javier Milei no sólo pone en crisis el poder de representación de los partidos políticos tradicionales, sino de las organizaciones e instituciones de todo tipo que se expresaron en favor de Sergio Massa, con la intención de inclinar una voluntad popular que prefirió ir hacia la incógnita que seguir por el camino tradicional y desoír la campaña del miedo.
El triunfo de Javier Milei representa una de las novedades más trascendentes de la historia democrática argentina, y no solamente de los últimos 40 años de recuperado el voto, sino desde el principio de la República. Milei ganó sin tener un partido político consolidado, más allá de un sello de reciente creación (desde ese punto es sólo comparable con el triunfo de Juan Domingo Perón en 1946). Y no tiene más estructura que su propia figura, potenciada primero por ser un personaje simpático para los medios y luego por las mezquindades políticas de las que hasta ahora fueros las coaliciones que protagonizaron “la grieta”.
En el último tramo, el libertario se encontró con la ayuda de Mauricio Macri, que hizo muchísimo más por el triunfo de La Libertad Avanza que por la coalición que lo llevó al triunfo en 2015 y que supo subsistir hasta este año pese a sus insistentes acciones por romperla. Macri también ganó y vuelve a ser un actor central. Y, mal que les pese a propios y extraños, la derrota del oficialismo revitaliza el poder, como cabeza de la oposición, de Cristina Fernández de Kicrhner.
Aunque es parte del gobierno de Alberto Fernández y su fracaso, la expresidenta se siente con el derecho de decir “perdieron todos ustedes, yo no”. Ella no lo quería a Massa en ese cargo, y lo dejó en claro en su debido tiempo, después se corrió definitivamente de la campaña, en parte para ayudar, y en mayor parte para no quedar atada a la posible derrota.
Pero el triunfo de Milei tiene otra connotación mucho más profunda. Fueron derrotadas las estructuras partidarias, la logística gremial, la inédita postura electoral del clero, el clamor de las instituciones y organizaciones, grandes, chicas y formadas de apuro para aportar a la campaña del miedo. Tampoco deja de ser inédito que la bronca le gane al miedo, por lo general paralizante. El “salto al vacío” para ver qué pasa pudo más que el statuo quo. Y queda en el lado de los mitos esa teoría de un pueblo despolitizado, Milei necesitó de muchos voluntarios que compraron su discurso para tener una fiscalización comprometida en cada rincón del país.
Esta elección puede dejar muchas enseñanzas, y esperemos que no traiga consigo consecuencias irreparables. Una de esas enseñanzas es que ya no hay ataduras de ningún tipo entre el individuo y aquellas organizaciones con las que, por diferentes circuntancias, ese individuo se siente identificado. Alguien pude pertenecer a una entidad pero su acción pone en crisis esa representación.
Hay peronistas que votaron a Milei, radicales que también lo hicieron amparados en la neutralidad que manifestó el partido. Hay católicos que obviaron los epítetos del candidato libertario sobre la máxima autoridad de la Iglesia Católica. Tampoco parece haber sopesado la expresión de diferentes clérigos sobre el riesgo que corría la democracia si ganaba el hombre de los pelos desordenados. Ni las advertencias de la cultura, ni del deporte, ni de cientos de organizaciones no gubernamentales, ni de las cámaras empresarias ha modificado una tendencia que se manifestó en las PASO, se puso en duda en la General, pero se ratificó en el mano a mano en favor de la incógnita que significa Milei. Si hasta la Sociedad Rural salió de apuro, a última hora, a mostrar un forzado apoyo a Massa.
El mal gobierno de Alberto Fernández y la fallida administración de la economía de Sergio Massa pesaron más que el riesgo que supone un presidente que ha dado evidentes muestras de inestabilidad emocional.
La derrota del oficialismo es un fracaso no sólo del peronismo sino de la clase dirigente en todo sentido. Los trabajadores desoyeron el grito de pánico emanado de las organizaciones gremiales a las que son afiliados. Los desamparados se taparon los oídos ante el desesparado clamor de las organizaciones sociales a través de las cuales tramitan sus planes. Las empresas subsidiadas no amedrentaron con los precios a los que se iría n los servicios si se sacan las ayudas del Estado.
Nadie tuvo un poder de convencimiento desde el miedo; y sí lo tuvo la promesa de “terminar con la casta” de un outsider que hasta hace sólo dos años era un personaje que daba raiting a los canales de televisión, más por su histrionismo que por lo que decía de economía.
El país penduló hacia la extrema derecha y Javier Milei es el primer Jefe de Estado que asumirá sin siquiera tener un intendente de su partido, mucho menos un gobernador, y con escasa cantidad de diputados y senadores que puedan garantizarle gobernabilidad. Sin experiencia, sin conocer en profundidad la compleja “botonera” del Estado, el “León” necesitará ayuda del Pro, y quizá de dirigentes que aparezcan desde otros espacios afines. La certeza es que ya hay presidente, pero la incógnita de cómo será la Argentina de los próximos meses es enorme.
Javier Milei se calzará la misma banda presidencial que hace 40 años se ponía Raúl Alfonsín. ¿Qué pasó en el medio? Es una respuesta que debe dar la política. Es una respuesta que deben dar quienes fogonearon la grieta sin medir consecuencias. Es una respuesta que deben dar quienes hoy lloran derrota y alimentaron al libertario con el egoísmo propio de quienes piensan “si no es para mí que no sea para ellos”.
El soberano se expresó en las urnas, y eso es irrefutable. Javier Milei empezará a gobernar desde el 10 de diciembre. La política, tal como la conocimos hasta ahora será otra, pero, de todos modos, se debe un debate muy profundo, serio y, de una buena vez, de cara a la sociedad que hoy le dio la espalda diciéndole “ya no nos representan”. Y esa advertencia trasciende las fronteras de los partidos tradicionales y de las coaliciones que dominaron la escena pública en los últimos 20 años.