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Domingo, 9 febrero 2025
Argentina
9 de febrero de 2025
GUSTAVO CARRARA

"Al Papa no lo estamos aprovechando bien"

El nuevo arzobispo de La Plata, del movimiento de curas villeros, dice que los argentinos deberíamos tener más en cuenta a Francisco. Los dramas sociales, las necesidades de los barrios y el rol de la política

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A los signos de los tiempos hay que transformarlos en signos de esperanza”. Es un slogan que el nuevo arzobispo de La Plata pregona con la intención de que las} cosas que pasan en la sociedad sean transformadas en acciones positivas. Hace poco más de un mes el obispo Gustavo Carrara asumió en la arquidiócesis de la capital bonaerense, un cambio radical respecto a la humildad de las parroquias de las villas que transitó durante muchos años, pero el ascenso no le modificó su manera austera de vestir, su tono calmo, bajo y pausado.

- ¿Quién es Gustavo Carrara?

- Un hombre que tiene la vocación sacerdotal, que descubrió de joven terminando la escuela secundaria. Soy un hombre de Lugano, del sur de la ciudad de Buenos Aires, y me gusta la vida de los barrios sencillos. Un hombre que tuvo una experiencia de iglesia linda, de comunidad, ahí en la parroquia del barrio, del Niño Jesús, que hizo preguntarme en un momento qué quería Jesús para mí. Esa respuesta la encontré de que quería que fuera cura.

- ¿Cuál será su impronta en La Plata?

- Lo primero, escuchar, conocer. Vivimos en la Iglesia un tiempo con espíritu de sinodalidad, que quiere decir hacer un camino juntos. Eso implica, en primera instancia, escuchar, conocer, visitar, mirar, aprender, encontrarse con las distintas realidades de la arquidiócesis. Cuando uno llega a un lugar, la historia no empieza con uno, sino que debe ser respetuoso de lo que se ha caminado. Y después, uno tiene iniciativas, intuiciones. Uno visita una parroquia en un barrio popular y le nace la nostalgia, y también “se podría hacer esto, se podría hacer lo otro”, pero más vale tratar de escuchar, ver qué se está haciendo, y muchas veces uno se lleva sorpresas muy lindas de cosas buenas y valiosas que se están haciendo. Eso me está ocurriendo en este primer mes.

- Le gusta lo simple, ¿cómo se lleva con la suntuosidad del arzobispado?

-Lo tomo como algo que existe. No es que pedí yo que se construyera, sino que existe y lo estoy conociendo. En mi estilo personal de vida intento ser una persona austera.

- Usted ha denunciado la penetración del narcotráfico en los barrios. ¿Es el gran drama social de la actualidad?

- Yo creo que es como una pandemia invisible. En la reunión del 2007 del Episcopado Latinoamericano, en Aparecida, Brasil, que presidió el cardenal Bergoglio, en un documento los obispos decían que el narcotráfico avanzaba como una gran mancha de aceite. Y hablaban de una pandemia que había que combatir. Trae mucho sufrimiento, mucho dolor, y genera un montón de situaciones de injusticia, de violencia; por eso hay que trabajar de modo preventivo, y fortalecer lo comunitario es clave. Nosotros trabajamos en la Iglesia en lo que llamamos las 3 C. La capilla como una familia ampliada, que el niño, el adolescente, sienta que es su segunda casa, que ayuda en la crianza. El colegio, o sea la importancia de la accesibilidad a la escuela. Y el club. Al niño y al adolescente, si se le ofrece la oportunidad de una capilla, de un colegio y de un club, está más lejos de las otras tres C: la calle, la cárcel y el cementerio. Nosotros no creemos en una respuesta mercadocéntrica ni en una respuesta estadocéntrica, creemos que las comunidades son protagonistas y
que pueden traccionar soluciones. En este caso, un sistema preventivo que amortigüe el impacto del avance de la droga.

- Pero el rol del Estado es clave.

- Hay cosas indelegables del Estado. Es indelegable la seguridad, pero es indelegable apostar fuerte por la educación, es indelegable que los sectores más postergados tengan la posibilidad de tener un club cerca. Nosotros en barrios populares hemos hecho clubes y, por ejemplo, con San Lorenzo generamos un puente y el club nos daba 500 plazas libres para hacer natación para los chicos de la villa, posibilitaba espacios para hacer deporte. Me parece que es clave apostar por lo comunitario y fortalecerlo desde el Estado o fortalecerlo desde las empresas.

- ¿Qué es Bergoglio para usted?

- Hay cosas que uno aprende de chiquito que marcan para siempre. Yo hice el catecismo en la Parroquia del Niño Jesús y mis catequistas siempre me enseñaron a querer al Papa. En su momento era Juan Pablo II, y me acuerdo que cuando vino a la Argentina en el 87, yo tenía 14 años, fuimos con los chicos del grupo juvenil y dormimos en la 9 de Julio, esperando la misa del otro día; toda una aventura. Quise siempre a Juan Pablo después a Benedicto y ahora a Francisco. Hice la facultad de teología y todo, pero si vos me decís dónde me enseñaron a valorar al Papa, fue en la catequesis. También lo conocí como mi arzobispo, primero como como obispo zonal de la vicaría de Flores; él asumió ahí en el 92 y yo en el 91 entré al seminario. Después, ya como arzobispo, me ordenó primero de diácono y después de sacerdote. Ha sido un hombre misericordioso, que me ha escuchado, que ha confiado y me dio responsabilidades. Entonces, diría que tengo un afecto filial. Fue una gracia conocer a alguien que hoy es el Papa, no les pasa a todos los sacerdotes.

- ¿Es un privilegio que la Argentina no sabe aprovechar?

- Yo creo que sí, que no lo estamos aprovechando. Uno debe leerlo, escucharlo, incluso si se siente cuestionado por algo. A mí hoy en día me cuestiona, pero es una invitación a más, a abrazar más el Evangelio de Jesús, a tener más delicadeza frente al sufrimiento humano. No sé por qué, pero me viene la memoria un libro que leí hace bastante, sobre la evolución, que el hombre fue hombre cuando se abrió el sufrimiento, ahí se humanizó. Francisco nos plantea esto de fratelli tutti, todos hermanos, todas hermanas. Bueno, creo que sí, que no lo estamos aprovechando bien los argentinos. Nos ha pasado con otros grandes hombres y mujeres de la historia en la Argentina.

¿Y la última vez que habló con él?

- Lo vi hace poco. Viajé a Roma cinco días, él me invitó para que vaya después de que me avisaban que iba a ser obispo del arquidiócesis. Fue la tercera vez que fui a Roma. La primera fue en septiembre del 2018, para el curso de Nuevos Obispos, que es obligatorio. Ahí saqué el pasaporte, porque no tenía. Después, en mayo de 2029, vino la visita de Limina. Más o menos cada siete años los obispos de todo el mundo van a ver al Papa y sus dicasterios, y rinden cuentas del estado de su diócesis. Y la última ahora, en noviembre del 2024. 

“No leería mi nombramiento como un reconocimiento, sino como una misión”

- ¿Está de acuerdo con que se los caracterice a eclesiásticos como usted como curas villeros, o es una estigmatización?

- Que se le diga a uno que es un cura villero no es una estigmatización, para mí es un honor. Desde el año 2007 al 2018 fui párroco en un barrio popular, primero en Barrio Carrillo y Villa Fátima, en la zona de Villa Soldati, y después me tocó suceder al padre Rodolfo Ricciardelli en el Bajo Flores. Así como decimos que San Martín es el Padre de
la Patria yo decía que Ricciardelli era el Padre del Bajo Flores. De hecho, lo que se llamaba Villa 1-11-14 hoy se llama Barrio Padre Rodolfo Ricciardelli. Cuando en su momento el cardenal Bergoglio me invitó a ser párroco de una parroquia que él iba a formar en el Barrio Carrillo, Villa Fátima y algunos otros asentamientos entré en el equipo de sacerdotes para villas de emergencia, donde había figuras como Ricciardelli, o el padre Héctor Botán, quien me dio la primera comunión. Después padres de mediana edad, como Pepe di Paola, Sebastián Zuri o Guillermo Torre, y después los que ingresábamos nuevos. Fue un trabajo en equipo para mí muy fructuoso durante muchos años.

- ¿Hoy la Iglesia les da un lugar de más preponderancia?

- No necesariamente. No leería mi nombramiento como un reconocimiento, sino como una misión, como un envío. El Papa Francisco nos ha enseñado a mirar la realidad desde las periferias geográficas y existenciales, y en el trabajo de las villas he aprendido a trabajar por la integración socio-urbana, donde hay que tender puentes de encuentro y de integración. Eso es muy valioso. Por ejemplo, nosotros trabajábamos desde las villas con distintas universidades, que han aportado muchas veces una investigación que volvió al barrio con una propuesta. Han aportado estudiantes que vinieron a hacer prácticas y después descubrieron una vocación de trabajo en esos lugares y una vocación de vida. Y aportaron becas para que estudiantes de los barrios pudieran acceder a carreras universitarias. Entre mundos que parecieran muy distintos perfectamente puede haber un puente de integración y de mutuo enriquecimiento

“Hay barrios que hoy tienen sólo una canilla comunitaria” 

- ¿Qué opina del Presidente? 


- No tengo una opinión. Ha sido votado por la mayoría y uno desea que le vaya bien, porque si le va bien al Presidente le va bien a la Argentina. Sí, hay ciertas cosas de políticas sociales que me parece que no hay que discontinuar, como los procesos de integración de barrios populares, ciertas obras públicas que dan pena que queden a medio terminar. Hay obras públicas comenzadas o muy avanzadas que yo las terminaría para no tirar la plata ya invertida. 

- Hay quienes dicen que la Iglesia no se pronuncia con el énfasis que debería frente a estas cuestiones. ¿Qué opina

- No. Se ha expresado. Y hay que reconocer con humildad que la Iglesia es un actor más y no confundir la Iglesia con los obispos. La Iglesia somos todos los bautizados. Por ejemplo, si un legislador viene a verme y dice “padre, yo soy cristiano, soy católico y me gustaría organizar una campaña para conseguir alimentos”; yo le diría, mirá, eso está muy bien para un vecino del barrio, que cristianamente junta alimentos para un comedor comunitario, pero vos sos legislador, tratá de pensar una ley que tenga impacto para que la gente viva mejor. Tu compromiso cristiano pasa por ahí. Vos que sos periodista, yo te diría mostrá que hay barrios que hoy tienen sólo una canilla comunitaria. No nos estamos dando cuenta que si abrís la canilla vos tenés agua, pero él tiene que cargar un tacho. Ser cristiano es comprometerte con aquellos que están atravesando esas situaciones. Y no olvidarse que no somos la única medida, que a mí me vaya bien no quiere decir que al país le vaya bien o que a todos nos vaya bien. Por eso es función también del obispo recorrer, ver, y decir acá faltaría esto. Pero también es función del periodista decir acá no está pasando algo correcto. 

- ¿Se ha reunido con Kicillof? 

-No me he reunido. Tuvo él la deferencia de venir al comienzo del Ministerio Pastoral, que iniciamos el jubileo con la peregrinación de la Esperanza y él estuvo allí en San Ponciano y después peregrinó un rato. Estuvo y se lo agradezco

“Hay que distribuir mejor la población y asegurar el derecho a la casa propia“

- ¿Por qué la Argentina, un país con mucha riqueza tiene tanta pobreza? 


- Bueno, no estamos cumpliendo la Constitución. Si cumpliéramos lo que dice la Constitución el país realmente sería más justo. Hay dos premisas que una vez escuché. Una de Alberdi, que era “gobernar es poblar”, y otra de Juan Perón, “gobernar es generar trabajo”. La Argentina no es que pareciera ser rica, es rica. Es rica en recursos naturales, en extensión de tierra y no es un país superpoblado. Si hubiera una organización mayor, cada familia podría tener su lote y su vivienda. Hay que repoblar de alguna manera, eso es una clave estratégica. Somos muy apetecibles para la economía norteamericana y para la economía china porque somos ricos en recursos, en extensión de tierra, y yo creo que hay que distribuir mejor la población y asegurar el derecho a la casa propia. Una pregunta que uno le haría a cualquier candidato en el momento de elecciones es ¿cómo solucionarías de manera realista temas de la vida cotidiana como la casa propia? Alguien que gobierna un país debería decir “¿cómo solucionamos un tema tan esencial?”. Y eso empezaría a mover un montón de otras cosas. 

- ¿Son los acuerdos básicos que le faltan a la política? 

- Acuerdos básicos. Y también el tema del trabajo. La Argentina no sale también sin el compromiso de los empresarios. Se necesita de los empresarios, se necesita de las Pymes, que sigan generando trabajo. Es la vocación propia del empresario cristiano.

“Hay situaciones que requieren ser abordadas con celeridad”

En noviembre fueron estas dos noticias, de ser arzobispo de La Plata, que realmente me sorprendió y de Cáritas, donde los hermanos obispos me eligieron presidente de esa Comisión”, dice el flamante titular de Cáritas. Respecto a la cuestión social subraya que “hay situaciones que no nacieron este año, pero requieren ser abordadas con celeridad, o retomar cosas que se han discontinuado. Por ejemplo, según el Registro Nacional de Barrios Populares, tenemos más de 6.000 villas. Allí no se tiene la tenencia de la tierra y la accesibilidad a los servicios básicos es deficiente o nula. Estamos hablando de agua potable, electricidad segura, cloacas, y un montón de cosas. Había una política pública de integración de estos barrios, de una intervención del Estado que se ha discontinuado, y en la mayoría de los casos se ha paralizado. Si bien se ha aumentado la tarjeta alimentar o la AUH y una vecina en un barrio popular recibe por ahí un mejor aporte económico en lo alimentario, ahí se estaban haciendo obras y eso se detuvo, entonces no se está abordando la pobreza, que es multidimensional”. “También hay, en el abordaje de Cáritas, cosas que suceden hace muchos años y emergencias que atender. Por ejemplo, los incendios en Epuyén, donde desde Cáritas regional, de Cáritas Rawson, Cáritas Bariloche, se acercan a Cáritas Esquel para dar una mano. Y también habría posibilidades que cierta expertise de Cáritas pueda ser utilizada, ya sea por la gobernación o por la Nación, en esos procesos de autoconstrucción de viviendas”, completa. Para Carrara, el argentino “sigue siendo solidario. Lo que pasa que muchas veces hay que fortalecer esas instituciones, como puede ser Cáritas, que no es la única, que ayudan a organizar esa solidaridad y organizar la esperanza”. Expone como ejemplo “al Registro Nacional de Barrios Populares (RENAVAP), donde se dio una situación muy virtuosa. Cáritas Argentina, las organizaciones sociales, una ONG, como puede ser Un Techo Para Mi País, trabajaron juntas, junto al Estado Nacional (gobierno de Macri) y se hizo ese registro, que entonces dio 4.416 villas en la Argentina, y eso permitió que se votara una ley en el 2018. Me parece que hay solidaridad en la Argentina, hay que seguir apostando por las organizaciones que ayudan a construir comunidad”. Al Papa le pregunté cosas prácticas, porque una cosa es ser obispo auxiliar y otra es ser último responsable”. 

 

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