15 de abril de 2010
LA SALUD DEL VICEGOBERNADOR
Equilibrio lesionado
Tiene consecuencias inmediatas en la escena política el ACV sufrido por Alberto Balestrini. El vice es un engranaje clave para mantener el orden interno en el oficialismo. Los interinatos de Scarabino en el Senado y de Moyano en el PJ. La incógnita por el uso del partido que puede hacer el titular de la CGT. Y la preocupación por La Matanza
“Si Balestrini no puede volver pronto, es una catástrofe política, se rompe el equilibrio”. Apenas habían pasado dieciocho horas desde que el vicegobernador de la Provincia, Alberto Balestrini, entraba en estado crítico en la sala de operaciones del hospital San Martín, tras sufrir un accidente cerebrovascular (ACV), cuando una reunión de importantes empresarios -con intereses en la Provincia y en la obra pública- culminaba con esa advertencia.
La gravedad del cuadro supuso, desde el primer instante, un respetable período sin Balestrini en el ruedo. Entonces, comenzaron las conjeturas y conclusiones acerca de cómo se acomoda el tablero mientras tanto.
La política mostró su cara descarnada en una reunión desarrollada, a instancias de Néstor Kirchner, en el mismo instante que el vicegobernador era sometido a una compleja cirugía. El paso de las horas mostró a algunos demasiado apurados en hablar de reemplazos y posesiones de lugar. Pero el carro sigue andando.
Federico Scarabino, como vicepresidente primero del Senado, es momentáneamente el segundo en la línea sucesoria. Hugo Moyano, vicepresidente primero del PJ de la Provincia, se hace cargo provisoriamente del partido. En paralelo, el control de La Matanza queda al desnudo.
Sin ser el matrimonio perfecto, Scioli y Balestrini jamás llevaron algunas diferencias al plano de la ruptura. Hubo crisis, pero nunca divorcio ni situación límite capaz de interrumpir la relación. La última tormenta fue la distinta elección de candidatos para la intendencia de Pinamar. El mimo vino después, con la iniciativa lanzada desde calle 6 (materializada en carteles
y hasta huevos de Pascua) con el binomio “Scioli - Balestrini 2011”.
En rigor, el vice hubiese preferido demorar virtuales lanzamientos y evitar que lo ubicaran en una fórmula en busca de la reelección. Desde su entorno siempre se dijo que quería volver al Congreso, ya sea a la conocida Cámara de Diputados o a una banca en el Senado. En la Rosada, en cambio, evaluaron la posibilidad de que sea candidato a Gobernador si se catapulta a Scioli para la Presidencia. Todas teorías atadas a un destino que en la política verná-cula suele cambiar a diario.
Tras la conmoción inicial, a Scioli se lo vio acongojado. “¡Qué cagada!, ¡Qué cagada!”, se le escuchó lamentar cuando arribó al hospital y se enteró del cuadro por boca de los médicos. Acompañó permanentemente a la familia, hubiese preferido no hacer la reunión en su residencia convocada por Kirchner y demoró la partida a Es-tados Unidos. En simultáneo, comenzaban a admitirse las dificultades que podría acarrear la situación.
El Partido Justicialista
Balestrini mantenía la estructura del PJ armada y dispuesta para cualquier eventualidad, pero no con la dinámica que presagió cuando negoció ser candidato a vicegobernador por esa chance de mandar en el peronismo bonaerense. La coyuntura política lo llevó a conducir un partido en apariencia manso y tranquilo. Eso quería Kirchner, eso convenía al oficialismo mien-tras las aguas estuvieran agitadas.
El vicegobernador siempre significó para el gobierno de Scioli un nexo con los intendentes del populoso Conurbano (fundamentalmente de la zona sur), verdaderos gerentes del aparato. Para Néstor Kirchner también el PJ bonaerense es una caja de contención, sobre todo cuando las papas queman. Balestrini ofició de filtro, dejó que los quejosos hicieran catarsis y supo frenar im-pulsos rupturistas.
En el partido conviven -o convivieron en estos dos años- diferentes expresiones e in-tereses. La vicepresidencia de Hugo Moya-no, como integrante de la pata sindical, tie-ne el contrapeso de voces de intendentes como Hugo Curto, Raúl Othacehé o Juan José Mussi; la representación sciolista de Alberto Pérez o Cristina Alvarez Rodríguez e interlocutores directos de K, como José Pampuro o Díaz Bancalari. La pregunta del millón por estas horas es si con Moyano en la comandancia esa convivencia puede mantenerse.
Son conocidas las aspiraciones del sindicalista, quien ya organiza un acto para lanzarse como candidato a Gobernador, y en sus sueños profundos se ilusiona con el sillón de Rivadavia. Ahora podría contar con un arma inesperada. Como se publicó en nuestra edición del 18 de marzo, la in-tención del Negro se observó sin dramatismo pero atentamente en La Plata. “Cuando gobernás y vas por la reelección, siempre se mira con atención que se plantee otra candidatura por el mismo espacio”, dijeron en su momento los sciolistas.
Hay intendentes intranquilos. Temen que con el camionero a la cabeza ellos pierdan la exclusividad del poder de movilización del PJ. Y existe otra preocupación relacionada con sus gestiones y el incremento del poder de un sindicalista íntimamente relacionado con la recolección de basura.
La Tecla consultó a más de una docena de jefes comunales. Uno de ellos, balestrinista, sostuvo: “Tomamos todo esto con mucha preocupación. Alberto mantiene el sano equilibrio. Es el nexo entre Kirchner y la Provincia, entre los intendentes y Scioli. Además, encolumna al PJ. Es nuestro interlocutor ante las cuestiones complejas políticas de la Provincia. En un cierre de listas, hablamos con él; ante una interna distrital, hablamos con él; todo lo político se resuelve con él. Moyano no es lo mismo. Curto, me-nos. No tienen el mismo consenso”.
“Balestrini fue intendente, es un par nuestro. Vicegobernador y presidente del partido. Moyano, no. Claro que nos identificamos más con Alberto, lo que no significa que tengamos que sentirnos mal con Moyano”, indicó otro alcalde.
“No se puede reemplazar. El defiende al partido como un león. Somos respetuosos de Moyano y esperamos que esté a la altura de las circunstancias y entienda que el PJ no es lo mismo que el gremio. Supongo que nuestro interlocutor con el gobierno de la Provincia será Eduardo Camaño”, agregó un tercero.
En tanto, un hombre del partido subrayó: “¿Si nos preocupa que Moyano quede al frente del PJ? Es lo que elegimos entre los compañeros. Obviamente que nunca pensamos en que le ocurriría esta desgracia a Alberto”.
El llamado a las reuniones del PJ suele consensuarse entre los miembros de la me-sa chica, pero nada impide convocatorias por la sola convicción de su presidente. Desde ahí, algunos toman como argumento para minimizar la cuestión que “si Moyano llama por su cuenta y los intendentes no van, ¿cómo hace la reunión del partido?”
De cualquier forma, la preocupación se comparte en La Plata, Olivos y las cabeceras distritales. Igualmente, se cree que Néstor Kirchner es quien puede poner fre-no a cualquier protagonismo exacerbado del gremialista. “Si nota que Moyano se quiere cortar solo, va a intervenir él, y va a adormecer al partido, que es lo que quiere que pase ahora”, coincidieron un sciolista, un representante del partido y un ex legislador. En esa barrera confía Scioli.
Claro que hay otro riesgo. Si Kirchner no puede, o no quiere, tener al titular de la CGT con la rienda corta, supone un eventual problema para el Gobernador o los in-tendentes. “¿Cuánto puede tardar Moyano en meterte decenas de camiones en la puerta de la Gobernación o bloquearte una mu-nicipalidad?”, se preguntaron algunos. Que-da abierta, entonces, la chance de que el santacruceño y el camionero jueguen en tándem, cada uno detrás de sus propios in-tereses. Eso también rompe el equilibrio.
Sobre la actualidad del Partido Justicia-lista y todo lo que rodea al inconveniente sufrido por Balestrini hablaron, en su re-ciente viaje a Washington, Néstor Kirchner y Daniel Scioli.
Senado
Si bien jamás sacó los pies del plato y jugó orgánico, Federico Scarabino nunca comulgó con el alineamiento extremo a los caprichos del santacruceño. Diciembre de 2009 marcó dos hechos categóricos al respecto. Por un lado, el quilmeño fue el autor del cambio de reglamento interno para im-pedir la licencia de senadores con cargos ejecutivos, medida que afectó directamente al ministro Ariel Franetovich, con quien Balestrini mantenía un enfrentamiento. Fue un encontronazo importante entre la Cámara alta y el Ejecutivo provincial, con secuelas en la Quinta de Olivos.
Por otro lado, el Senado bonaerense avanzó sobre una ley de Internas abiertas, simultáneas y obligatorias en la Provincia, sin atarlas a los comicios nacionales. El cambio en el texto, obligado por Néstor Kirchner en la redacción final aprobada por Diputados, colaboró como nada a profundizar las diferencias entre las dos cámaras. Scarabino estalló de bronca cuando se enteró del último texto, y amenazó con re-nunciar a la vicepresidencia primera. En su oficina, Balestrini logró convencerlo de no romper el statu quo acordado pocos días antes entre oficialismo y oposición.
Ahora, el vicepresidente primero se en-carga de hacer transmitir hacia afuera, y ya se lo prometió personalmente al gobernador que acompañará a los gobiernos provincial y nacional. Para el quilmeño aquellas chicanas “ya son de tiempo pasado”. Scioli no tendría rencor, y eso facilita las cosas. Kirchner es una incógnita.
Desde el accidente de Balestrini, Scara-bino y el mandatario provincial charlaron en el hospital y se comunicaron varias ve-ces por teléfono. Como jefe de Gabinete, Alberto Pérez será el primer interlocutor con el Senado. Scarabino tiene amistad con el ministro de Desarrollo Social, Baldome-ro Alvarez, y está bien la relación con Eduardo Camaño, con quien en algún tiempo tuvo diferencias de pago chico. Lo mis-mo sucede con otro quilmeño, el jefe de Gabinete nacional, Aníbal Fernández. Y hay un vínculo estrecho con Isidoro Laso, subsecretario de Reforma Política.
En la visión de un balestrinista, “Scara-bino se tendrá que adaptar al gobierno de Scioli. Alberto Pérez, Camaño y Arlía deberán interceder. Balestrini tenía al Senado atado con moño. Scioli se desentendía. Ahora, cuando está ausente una figura tan importante, esa relación no está garantizada”.
En cuanto a los acuerdos políticos hacia adentro, nada debiera modificarse. El ex ministro es, desde hace varios años, el principal operador político interno.
“Balestrini es el manejo administrativo, pero el manejo político lo lleva más Scara-bino; entonces, no va a cambiar sustancialmente nada. En las decisiones, los temas que se trataban y los que no, Scarabino siempre tuvo manejo y muñeca. Las peleas políticas sobre los temas legislativos siempre se dan con él”, contó un senador de la oposición.
No obstante, otro senador opinó: “Ahora nos damos cuenta del rol que cumplía Al-berto. Antes no nos dábamos cuenta, y nunca le dimos las gracias. Su autoridad política no es la misma que la de Scara-bino, es un tipo muy respetado en la Cáma-ra, aun por la oposición”.
Para acallar esas voces, el interino se es-fuerza para mostrar garantías de gobernabilidad y alineamiento. “Sin ser el primer kirchnerista, va a acompañar”, dijeron quienes lo conocen bien. En la rosca política, Scarabino se mueve como pez en el agua. Pero ese trabajo de perfil bajo, escritorio, café y teléfono, siempre se hace para un jefe. Con Balestrini impedido, ese jefe no está. Lo más cercano sin sacar los pies del plato es Scioli.
En cuanto a la tarea meramente legislativa, el Senado quedó planchado, al menos por un par de semanas. Se lo comunicó Scarabino a su bloque y a los presidentes de las demás bancadas. Mientras se pone a tono con las tareas administrativas, frenó la actividad política. Ayuda la ausencia de leyes trascendentes y la falta de urgencias por parte del Ejecutivo. n
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