18 de marzo de 2011
ANTONIO CAFIERO
De animal político a galán maduro
Nominado al Cóndor de Plata por su participación en Pájaros volando, Cafiero narra la nueva experiencia y analiza la coyuntura política. Además, cuenta sus planes a futuro y asegura: “La política es alegría”
Antonio Cafiero revive y escribe sus memorias. Tiene veinte capítulos, unas 600 páginas. El comienzo de la segunda década del siglo XXI lo encuentra nominado al Cóndor de Plata y pensando un cierre para su obra, que ya tiene título. “La política es alegría”, dice, y, viéndolo, nadie lo duda.
“Intento demostrar, desde la mirada del peronismo, que la actividad política es una ciencia, una actividad alegre”, relata, mano a mano con La Tecla. ¿Qué otras sorpresas guardarán sus memorias? Una picardía, por ejemplo. “Los últimos capítulos los dedico al mundo del futuro, y digo, y pongo, que en el siglo XXI se va a acabar este viejo conflicto futbolístico de Boca y River. La Boca va a ser el lugar elegido por los argentinos para difundir el arte, para artistas, para poetas, y en Núñez, en cambio, va a haber un gran club náutico”, dice, y ríe, Cafiero.
-Mejor cuénteme la experiencia de filmar una película.
-A mí me sorprendió esta invitación. Filmar una película no es sencillo, tiene sus particularidades, pero no fue nada conflictivo para mí. Creo que cumplí con el objetivo. Era mi primera intervención, y fue un lindo desafío, muy pintoresco y absolutamente novedoso. Además, estuve muy bien conducido por Diego Capusotto.
-¿Qué fue lo primero que pensó cuando recibió la propuesta?
-“Qué bueno, me voy a divertir un rato”. Nada conflictivo, como dije. Me tuve que a-moldar, entrenar en la disciplina cinematográfica, pero fue cuestión de pocos días; distinto sería cantar una ópera, o algo así, que requiere de ciertas condiciones naturales. A esto, de alguna manera, lo había visto en otra circunstancia. Era un poco cansador que me hicieran repetir todo de nuevo, pero los directores de cine son así: tu actuación tiene que ser perfecta, no se puede decir una palabra más de lo que dice el libreto.
-¿Y cómo toma la nominación para el Cóndor de Plata?
-Me halaga, por supuesto, pero todavía no se discernió el premio. Habrá que esperar.
-¿Qué cosas ha podido descubrir a esta edad? ¿Qué nuevos gustos o placeres?
-No sé. Placer, ninguno. Algún displacer; por ejemplo, la campaña de Boca. Mi vida, a pesar de todo, es bastante normal y tranquila; desprovista de la agitación y de los cambios bruscos a los que generalmente se ven sometidos los hombres públicos. No he tenido nada de eso, soy un tipo tranquilo.
-¿Extraña esa agitación?
-Sigo siendo hombre público, no me he re-tirado. No la extraño. No es que me guste esta calma, la tolero bien, no me perjudica; no me hago cuestión, ni me sensibiliza. Acepté algo que era lógico. Hay una cosa para cada edad, y cuando uno ha cumplido, o está por cumplir, su ciclo en una actividad, al menos que sea un ambicioso desenfrenado, se siente hecho.
-¿Qué ambiciona hoy, por ejemplo?
-Si se quieren llamar ambiciones, está bien: aspiro a seguir sirviendo al movimiento peronista, ayudarlo a superar sus diferencias, para que siga siendo la columna vertebral de la vida política argentina.
Vivir para la política
La política irrumpe con claridad. Se mete en la conversación y la monopoliza: una vez que se toma ese rumbo, no hay vuelta atrás.
-¿Cómo ve hoy al movimiento?
-Lo veo bien, con algunas divisiones que no me gustan, pero con gran fuerza. Fíjese lo que pasó en Catamarca días pasados: no se esperaba un triunfo así del peronismo, y sin embargo la gente le respondió. Esto es muy halagador para los viejos peronistas, como yo. Sobre todo porque Catamarca fue gobernada durante muchos años por una familia que, si bien tuvo rasgos peronistas, no fueron demasiado ortodoxos.
-Hay un reverdecer de la militancia joven.
-Es otra cosa notable. La juventud vuelve a mirar con interés lo que está pasando en la política. Esto es importante: creo que ningún movimiento político tiene futuro si no logra conmover el espíritu de la juventud. Más aún: diría que la Argentina no tiene solución política sin la movilización de la juventud, y el hecho de que haya comenzado a despertar ese sentido militante de los jóvenes, es, para mí, un dato tremendamente importante de la vida argentina.
-¿Qué recomienda a la juventud militante?
-Le recomendaría dedicarse. Le aconsejaría, fundamentalmente, que se forme, que estudie, que conozca, que sepa las cosas que un joven que quiere dedicarse a la política no debe ignorar. Porque hoy la política ya no es una transmisión automática de ideas; tiene un contenido formativo, tiene que enseñar, ser un vehículo o un medio para acrecentar la formación de un dirigente, de un militante. Yo me formé en la política desde la juventud, y tengo por la juventud que se dedica a la política una especial simpatía. Y pienso que tiene allí una empresa importante que llevar a cabo, no sólo para la propia vida del militante, sino para la vida política en su conjunto.
-Propone pensar la juventud como la base de algo que tiene que crecer…
-Tiene que crecer. Si en la juventud no crece ese fuego sagrado de la militancia -no importa en qué partido-, la idea de participar en la vida política, de no quedar indiferente ante el destino de la sociedad en la que se vive; eso me parece fundamental para la salud democrática de la república.
-Con el paso de las etapas, de alguna forma se resignifica la figura de Perón. ¿Cómo habría que pensarlo hoy?
-Habría distintas cosas que decir. Perón, antes que nada, y él lo decía, fue un maestro. El gozaba enseñando, mostrando su vocación. No fue tanto un caudillo político. Cuando le preguntaban por su profesión solía decir “soy maestro, me eduqué para enseñar”; y así lo hizo a lo largo de toda su vida, aunque no sólo fue maestro para enseñar, sino que sabía transmitir, y a veces esto es más importante que saber: transmitir, interpelar, conquistar al auditorio. Perón tenía esa gran condición, y no la escatimaba, la ponía en evidencia cuantas veces le era posible. Sus adversarios nunca entendieron que ésa era su principal virtud: su capacidad de expresar, de enseñar, de transmitir.
-Roberto Lavagna opinó que el kirchnerismo se cierra sobre su izquierda y el Peronismo Federal sobre la derecha, ¿no cree que la noción de que “el peronismo no es de izquierda ni de derecha ha caído en desuso?
-Cuando a Perón le preguntaban si era de derecha o de izquierda, contestaba “según los tiempos”. No hacía de eso un valor dog-mático. Más aún: él no tenía buen criterio de los que asumían esas posiciones como definitivas. Es cambiante la actitud.
-¿Cómo ve a este tiempo: para la derecha o para la izquierda?
-En algunas cosas tiene que estar a la derecha y en otras a la izquierda. El nuestro no es un movimiento dogmático, ni doctrinario: es fáctico. Atiende más a los hechos y a las cosas que a las postulaciones ideológicas; eso nos ha diferenciado de los marxistas y de los liberales, que dan predominio a las posiciones ideológicas. Esto no quiere decir que el peronismo no tenga ideología, es precisamente ésa: la ideología de los hechos.
“Los pueblos deprimidos no vencen. Por eso venimos a combatir por el país alegremente. Nada grande se puede hacer con la tristeza”, recitaba, décadas atrás, Arturo Jauretche. Si el mismo razonamiento fuera aplicable a las personas, a las trayectorias, a las vidas, todo el mundo acordaría que Antonio Cafiero es un vencedor.
LEA LA NOTA COMPLETA EN LA EDICIÓN Nº 406 DE REVISTA LA TECLA