14 de abril de 2011
VILMA BARAGIOLA
“Bajar más de cien kilos fue empezar una nueva vida”
Como diputada nacional logró que el Congreso aprobara la ley de Obesidad. Sobrevivió luego a cuatro operaciones de reconstrucción de estómago. Hoy, desde el Deliberante de Mar del Plata, pelea la intendencia
El antes y el después de una “nueva mujer”
Con 43 años y una historia política iniciada a los 14, que abarca, entre otros cargos, una pasada banca en el Congreso, Vilma Baragiola, concejala de Mar del Plata, asegura a La Tecla que “hoy mi vida ha cambiado completamente”.
Se refiere, en parte, a los más de cien kilos que bajó desde que, en 2009, le practicaron un bypass gástrico, que terminó en una reconstrucción total de su estómago.
Se refiere, también, al cambio de actitud que logró encarar, luego de haber pasado por una situación de salud que casi le cuesta la vida. “Si para algo me sirvió todo este proceso, fue para entender que las cosas no son tan problemáticas como uno cree, que la vida es más sencilla”, asegura.
“Yo era una mujer que vivía con 205 kilos, y hoy apenas tengo 89. Mi vida ha cambiado. Me sigue encantando la política, me sigo sintiendo cómoda en ella, pero pasaron a tener importancia cosas que nunca debieron quedar fuera, como mi familia, mis amigos. Yo recuperé esas relaciones que había postergado por dedicarme 24 horas a mi carrera política. Ahora es distinto, soy otra”, dice, sonriente, Baragiola.
-¿Cómo fue la reacción de la gente de Mar del Plata con este nuevo aspecto?
-Les cuesta mucho reconocerme a simple vista. Es como comenzar de nuevo, porque cambia la imagen y empieza el desconocimiento de la gente. Tenés que tener toda una instalación de marketing alrededor para que la gente vuelva a retener tu cara.
-¿Siempre tuviste problemas con el peso?
-La verdad es que empecé a engordar desde los 12 años, mucho. A los 19 hice una dieta y bajé 60 kilos, pero después, cuando volví a engordar, dupliqué el peso.
-¿Por qué?
-Porque hacía rebotes. Adelgazaba y después comía el doble.
-¿En tu vida política también sucedía eso?
-Sí, y es algo común a muchos. Es una realidad que los políticos no te resuelven las cosas si no hay comida de por medio. Ad-más, la vida que hacemos, desordenada de horarios, la poca gimnasia, el sedentarismo; porque, por más que estemos pensando y armando cosas todo el tiempo, lo hacemos sentados, sin movernos mucho. Pero es un tema que alcanza a una gran parte de argentinos. Las computadoras, el televisor, la falta de tiempo para el deporte, sumado a la comida chatarra, todo lleva al sedentarismo y al sobrepeso. Y esto trae aparejados otros problemas que son de la vida cotidiana, como la ropa; el tema de los talles es terrible.
-¿Cómo lo resolvías? Porque tenías mucha actividad social.
-Me manejaba con la firma Portofem, que es una casa de ropa para obesos que hay en algunos lugares de Capital y en Mar del Plata, y en algunos lugares comúnmente llamados de chinos, donde me compraba ropa para todos los días. Cuando me quería vestir bien iba a Portofem, y para todos los días, los chinos. Lo que pasa es que en ese momento tenía talle 72, muy difícil de encontrar. Pensá que ahora tengo talle 48.
-¿Sufriste discriminación en tu contexto de trabajo?
-Yo decía que nunca me habían discriminado, pero era mentira; hubo bromas, críticas, por parte incluso de algún político conocido mío. Como tengo oído fino, escuchaba, pero como estaba acostumbrada, no decía nada. Yo era la gorda Vilma. Después, en el resto de la sociedad, sentía la presión, no tanto en palabras, pero sí en miradas. Cuando justifiqué la fundamentación de la ley de Obesidad en la cámara, dije que sabía lo que era caminar con la mirada de la gente incrustrada en mi cuerpo. Porque es verdad, la gente no te lo dice, te mira, sobre todo a alguien que mide un metro ochenta y pesa más de doscientos kilos. Era una mole. Hoy me veo en las fotos y no me reconozco. Si ves una foto de una semana antes de operarme y una de ahora, son dos personas distintas; es más, te cuesta reconocer mi cara.
-¿Hubo algún suceso que te provocó buscar alguna solución o fueron varias cosas?
-Fueron varias cosas que se sucedieron, aunque el click me lo hizo un suceso familiar. Fue una situación que vivió mi hija, que ahora tiene doce años. Eso fue lo que más me marcó. Sus compañeritos la cargaban, le decían “tu mamá no pasa por la puerta”. Ella vino a casa llorando, muy mortificada. Para ella era realmente un drama. A partir de ahí empecé a pensar en mis hijos, el daño que podía estar causándoles, y en mi pareja, en no estar encadenándolo a vivir con una mujer de doscientos kilos. Las crisis de ciático que tenía eran cada vez más agudas. Era una situación insostenible. Luego vino el tema de la ley de Obesidad en Diputados, y me juré que si se aprobaba yo arrancaba el tratamiento.
-¿Pensaste directamente en la cirugía?
-Sí, porque yo sabía que ya no tenía otra posibilidad. El 29 de septiembre de 2008 entré al quirófano, y tuve luego los trastornos de las operaciones posteriores. Fue un hecho que se hizo hasta internacional, porque todos los medios titulaban: “La diputada que peleó la ley de Obesidad, en situación desesperante por un bypass”.
-¿Se puede vincular los trastornos de la alimentación con la carrera política?
-Creo que sí. Si no me hubiera obsesionado tanto con la política, con esa vida tan desordenada y tan frenética, que empezaba a una hora y no terminaba nunca, con mala alimentación, seguro no habría llegado a pesar doscientos kilos.
Yo no iba a reuniones sociales si no eran cosas vinculadas a la política, era mi mundo, y por eso dejé de lado a mi familia, mis amigos. Igual, a esa vida no la olvido, porque para cambiar cosas a futuro hay que tener presente el pasado.
-¿Cómo era ser obesa en lo cotidiano? Me refiero a las salidas. A los sitios públicos o de entretenimiento.
-Uy, muy distinto. Por ejemplo, es muy difícil salir de noche cuando los bares tienen sillas de plástico, porque tenés miedo de romperlas; yo rompí varias.
-¿Sentías vergüenza?
-Al principio. Después ya había perdido la inhibición. Entonces, cuando llegaba a un bar y había sillas de plástico, lo primero que hacía era poner una sobre otra. Si su-bía al colectivo, los primeros tiempos no me sentaba, porque si había un asiento de dos no se sentaba nadie al lado, porque no entraba, porque son muy angostos; entonces, me quedaba parada.
Y cuando, por fin, me decidía a sentarme, porque ya estaba cansada, pensaba “bueno, si se quieren sentar que lo hagan, si no, pierden ellos”. Con el tiempo perdés esa inhibición y empezás a moverte de otra forma.
-¿Y los lugares cerrados, de espectáculos?
-No iba a ninguno de esos lados porque son espacios muy reducidos. Por ejemplo, no iba al cine, ni al teatro, porque no entraba en las butacas. Hoy voy, y es muy raro, porque ahora pienso que no entro, y resulta que sobro; es la cabeza de uno.
-Gran parte de tu vida no hiciste cosas que para la mayoría son cotidianas.
-Sí, claro. No iba a esos sitios porque no quería estar dos horas de espectáculo apretada en una silla.
-¿Y los aviones?
-Uy, era todo un tema. Al principio me quería matar, porque no entraba en los asientos, que es cierto, se limitan cada vez más. Después empecé a pedir los que se levanta el apoyabrazo, entonces se amplía el espacio para sentarse.
-¿Nunca te cobraron dos pasajes?
-No, no. Por suerte nunca me pasó eso. Igual, tuve que aprender a pedir el extensor del cinturón de seguridad. Al principio, cuando la azafata me exigía el cinturón, yo le decía en voz baja, porque me daba vergueza, que no me alcanzaba, pero después empecé a pedir el extensor y listo, ya no me preocupe por el tema.
-Tuviste que adquirir otros hábitos.
-Es una cuestión de aprender a vivir con la obesidad, porque si no te quedás recluido en tu casa, como les pasa a muchos obesos, que se encierran y pierden toda expectativa de recuperarse, o de vivir una vida normal.
-¿Qué te parecen los políticos que se esmeran tanto por su imagen?
-Cada uno puede llegar de diversas formas al electorado. Para mí, la única forma es con trabajo, porque es la única manera de que se produzca un cambio. Pero es mi opinión, y no todos tienen que coincidir.
-¿Crees que así se puede llegar a todos los votantes, aun a aquellos que se dejan llevar por la imagen física?
-Sí, porque la imagen no es todo, la idoneidad es importante. Para el ciudadano es más importante que trabajes en temas de la ciudad que esmerarte en mostrarte lindo.
-¿Entonces, cómo enganchás tu nueva imagen?
-Porque también hay que mostrarse de manera adecuada, hay que ser prolija, y estar agradable. Además, en mi caso tenía que cuidar la salud. A mí me costó mucho entender que tenía que estar bien vestida, o medianamente prolija, para poder ir a diferentes actividades. Estaba acostumbrada a arrancar a la mañana y terminar cuando terminara. Ahora cambié: tengo un orden. Hoy me gusta vestirme bien porque, además, puedo comprar ropa en cualquier lado, ya no me resulta tan difícil. Mi cambio se nota en lo físico, pero implicó para mí mucho más que eso, significó por primera vez llevar una vida ordenada.
LEA LA NOTA COMPLETA EN LA EDICION Nº 410 DE REVISTA LA TECLA