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21 de abril de 2011
CONTADOR ASESINADO EN 2005

Caso Herro: seis años sin la verdad

El asesinato de Adolfo Herro, ocurrido en Cariló, no tiene autor intelectual condenado. Quienes siguieron el caso afirman que jamás lo tendrá, ya que nunca se investigó esa pista

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Adolfo Herro era un amante de los pequeños rituales. Disfrutaba, en invierno y en verano, de su casa en Cariló, alejada de todo y pegada al Golf Club . Le gustaba, especialmente, salir a tomar un café y muñirse de lecturas livianas al caer la tarde. Herro era un tipo rutinario: no tenía en sus planes morir.

A casi seis años de su asesinato, acaecido en julio de 2005, la Justicia aún no dilucidó si alguien más trazó ese destino por él. Se intentó que la investigación que el entonces fiscal -hoy vocal del tribunal en lo Criminal Nº2 de Dolores- Eduardo Campos Campos llevó adelante terminara con un juicio abreviado y penas morigeradas para sus presuntos autores. Los abogados de Lourdes Giménez, quien era, al momento del asesinato, pareja de Herro, apelaron e impidieron que esto sucediera. Los letrados, entre ellos el hoy diputado provincial Ramiro Gutiérrez, sostienen que se trata de una investigación deficitaria y viciada. “En este momento la causa está sin resolución definitiva, está en instancia de
apelación”, dice Gutiérrez, ante la consulta de La Tecla.

“Se agotó la etapa investigativa. Los abogados defensores de los tres acusados (Milcíades Ramón Duarte Fernández, Cristian Segura y Bruno David Báez) pidieron un juicio abreviado, es decir, solicitaron un acuerdo con el fiscal para consensuar una pena y que el hecho quede sellado como un homicidio en ocasión de robo, enfrentando así la pena mínima posible. Esa situación fue apelada, no prestamos la conformidad, la Justicia no les dio el juicio abreviado. Ahora ellos han presentado un recurso de apelación, a fines de 2010, insistiendo en que tienen derecho a ese juicio abreviado”, precisa el legislador.

-¿Cómo se llega a seis años sin resultados?
-Es una causa muy compleja; hay un autor intelectual ignorado, autores materiales detenidos y una investigación que tuvo un inicio bastante viciado, para nuestra forma de entenderla.

-¿Cuál es esa forma?
-El fiscal se encuentra con un homicidio cruento, mediático, que rápidamente tomó un estado público inusitado, y no tenía ninguna pista certera, ninguna línea conductiva. Había un cadáver con un balazo en la cabeza, de una persona muy conocida de la ciudad de La Plata, en un paraje bastante despoblado de Cariló, que se caracteriza en invierno por no tener una asiduidad de población estable. No había defensas de seguridad necesarias para que se pudiesen haber detectado ni siquiera las tareas de inteligencia que allí se realizaron durante días para encontrar a la víctima y cometer el homicidio. En busca de esta necesidad de pruebas, el fiscal comisiona a la policía de la provincia de Buenos Aires, que trae el dato de que un remisero habría participado. Allí el fiscal traza la primera línea y consigue que el remisero, a quien trajo como testigo, cuente cómo habría sido el hecho: que habría intervenido un caddie del Golf, Bruno Báez, vendiendo la inteligencia del hecho a una banda del Conurbano, que habría venido específicamente a robar a Adolfo Herro en su casa. Esta versión dice que, en el marco de ese robo, en el que se utilizó este remis, habría habido un intento de defensa que terminó con su muerte.

-¿Quiénes son los detenidos?
-A partir de las indicaciones que hace el remisero, el fiscal prefiere tenerlo como testigo, protegerlo durante toda la investigación, en lugar de tenerlo como partícipe primario. Se traen detenidas
a tres personas: Bruno Báez, que era la conexión local; Milcíades Duarte y Cristian Segura, de origen paraguayo, que nosotros creemos que están implicados en otros casos más. De los dos, por su complexión física -uno era alto y longilíneo y el otro tenía un físico muy parecido al de un boxeador de peso mosca: pequeño y ágil-, creemos que el segundo es el matador. Durante la causa se negaron sistemáticamente a declarar, hasta que vieron que su situación era realmente muy compleja. Allí, uno de ellos decidió confesar: se echó el asesinato encima. Describió la mecánica de manera coincidente con la explicada por el remisero y sostuvo la hipótesis del robo: que fueron a robar, que salió mal, que hubo resistencia y que, en el forcejeo, se escapó el disparo que terminó con la vida de Herro. Nada de eso coincide con lo que muestra la escena del crimen. Pero a esto hay que agregarle un dato más: la persona que se hace cargo del hecho tenía HIV, con lo cual su suerte estaba sellada más allá del proceso. Confesó el hecho quien tenía
en sí mismo la pena de muerte, la enfermedad y su destino fatídico, con lo cual nosotros creemos que esta persona vino a mentir al proceso y que el verdadero autor es el más pequeño de ellos, el que, por su físico, condice con la mecánica productiva del disparo y la muerte de Adolfo Herro.

-Ustedes no comparten la hipótesis del robo...
-No. No creemos que haya sido un robo al voleo, no creemos que haya sido algo tan ligero como eso, por muchísimas razones evidentes con sólo transitar la escena del crimen. Esta causa ha sido de una investigación muy triste para la Provincia, que habría podido esclarecerse si la justicia hubiera estado a la altura de las circunstancias. Hoy, Adolfo Herro sigue teniendo una causa en la que se está muy lejos de obtener justicia y de llegar a la verdad.

-Tampoco son optimistas en cuanto a posibles resultados...
-Nosotros queremos el juicio oral, y la reconstrucción del hecho en esa instancia. Es la única posibilidad de esclarecer el hecho, con un vehículo similar, con la autorización de los nuevos dueños de la casa -que fue vendida-, tratando de recrear la misma instancia con expertos en criminalística. Eso nos va a poner frente al autor material: al verdadero, el que apretó el gatillo. El autor intelectual, el que encargó el crimen, nunca va a poder ser vinculado al proceso, y menos a una pena, porque nunca se investigó esa hipótesis.

El robo, la opción más investigada, no parece, en opinión de Gutiérrez, el móvil del asesinato. Un maletín repleto de dinero, anteojos carísimos y un reloj de lujo no tentaron a los delincuentes, que sólo se llevaron el arma que Herro había adaptado a sus propias necesidades. “La Glock era como el pito de Herro”, asegura una fuente a La Tecla. “La llevaron porque era la prueba de muerte que pedía el contrato al sicario; pero, claro, esto nunca se va a saber”, concluye.

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