23 de junio de 2011
ALFONSIN EN UN MUNDO PERONISTA
Como sapo de otro pozo
De Narváez lo organizó y Alfonsín lo encabezó. El acto fue en La Matanza, el principal bastión peronista del país. Bombos, choripanes y marcha; toda la liturgia peronista para agasajar al candidato radical
Desde el primer momento, desde el inicio mismo del acto, los candidatos se tiraron flores. Seguramente la idea de De Narváez era hacer sentir lo más cómodo posible al postulante radical, Ricardo Alfonsín. Cada frase del Colorado en la que halagaba al radicalismo era aplaudida y ovacionada por toda la tribuna peronista. En realidad, la única tribuna. Es que al predio de San Justo, partido de La Matanza, donde se realizó el encuentro, sólo llegaron militantes del peronismo. Entre los radicales, que no eran más de diez, se encontraban los diputados nacionales Mario Barbieri y Daniel Katz y el diputado provincial Aldo Mensi. Como casi siempre, los “compañeros” llegaron en cientos de micros escolares de color anaranjado. Al bajar, sacaron las banderas de cada uno de sus candidatos denarvaístas a intendente y, antes de entrar en el predio, comieron un jugoso choripán. ¿Se puede pedir algo más peronista? Difícil.
“Amigos radicales”, repetía De Narváez en su discurso. “Compañeros peronistas”, decía el chascomunense en el suyo. La gente, que ya a esta altura tal vez ni siquiera se acordaba a qué partido pertenecía, aplaudía a rabiar al presidenciable, y hasta coreaba su nombre. Y ni qué hablar cuando Ricardo, en el final de su alocución, recordó a su padre, el ex presidente Raúl Alfonsín. La reacción fue prácticamente instantánea. “Al-fon-sín, Al-fon-sín, Al-fon-sín”, gritaba la muchachada, mientras los dirigentes del centenario partido que se encontraban parados al pie del escenario se miraban atónitos, como no entendiendo lo que pasaba en esa jornada matancera.
La fría tarde sabatina en la que se jugaban los cinco partidos que terminarían con River en Promoción, se llevaba los últimos aplausos, hasta que sucedió lo que muchos imaginaban que no iba a suceder nunca. “Los muchachos peronistas, todos unidos triunfaremos...”, se escuchó en los potentes parlantes. De Narváez tomó de la mano a Alfonsín y lo llevó al borde del tablado.
La gente aplaudía y cantaba. El candidato a Presidente, también: aplaudía a los peronistas y cantaba la marchita. Con bastante disimulo, pero la cantaba.