23 de marzo de 2013
POR CRISTIAN BREITENSTEIN*
Las agendas de la Iglesia y la región
La elección de un Papa argentino y latinoamericano plantea un nuevo desafío geopolítico para el continente. Estamos ante una inmejorable oportunidad para retomar la unidad perdida, la Patria Grande que una vez fue y que las divisiones impidieron mantener...

América Latina es hoy el resultado de tensiones conquistadoras y emancipadoras. Un continente en el cual habitan 167 millones de pobres -el 29% de su población total- y 66 millones de indigentes; donde el 10% más rico acumula el 32% de los ingresos y el 40% más pobre apenas el 15%.
A pesar de esta realidad estructural, ha sido un continente de paz, sin conflictos armados entre sus estados, que ha crecido en el 2012 un 3,1% promedio según la evolución que mostró el producto bruto interno regional.
Esto fue más que la expansión de 2,2% anual que registró la economía mundial; donde también el Índice de Desarrollo Humano ha registrado el mayor crecimiento en todo el mundo y el nivel de desempleo se ha reducido a un promedio de 6,4%. En ese continente, Argentina y Brasil concentran el 41,5% del PBI regional.
Como gesto claro de la relevancia que tienen estos dos países, Francisco recibió a la Presidenta Cristina Fernández y a su par Brasileña Dilma Rousseff, y marcó con ello la necesidad de revitalizar el eje Argentina-Brasil, donde se sintetizan los motores productivos de la región.
En ese encuentro les entregó el documento de la V Conferencia Episcopal de Latinoamérica en Aparecida, en el que los obispos ponen a disposición de nuestros países "los esfuerzos pastorales de la Iglesia para aportar en la promoción de una cultura de la honestidad que subsane la raíz de las diversas formas de violencia, enriquecimiento ilícito y corrupción." (Aparecida, documento final, página 30).
Ese documento registra con preocupación "el acelerado avance de diversas formas de regresión autoritaria por vía democrática que, en ciertas ocasiones, derivan en regímenes de corte neopopulista.
Esto indica que no basta una democracia puramente formal, fundada en la limpieza de los procedimientos electorales, sino que es necesaria una democracia participativa y basada en la promoción y respeto de los derechos humanos.
Una democracia sin valores, como los mencionados, se vuelve fácilmente una dictadura y termina traicionando al pueblo".
¿Podrá esta nueva geopolítica transformar el continente de la esperanza en mejores resultados que limiten la inequidad, la desigualdad y la pobreza? ¿Allanará el camino hacia el desarrollo? El Papa nos manda a caminar y edificar: ¿Cuál es ese camino? ¿Qué tipo de estructura estamos convocados a construir? Francisco ha generado un tsunami simbólico y gestual en sus primeros momentos de mandato: autenticidad como contrapartida al estricto protocolo; sencillez y humildad; pobreza versus riqueza; diálogo versus imposición dogmática; renovación versus tradición a ultranza; el ejemplo por delante de las palabras vacías.
De estos gestos emanan claras señales para nuestro continente. El camino de la Iglesia parece ser similar al desafío de América Latina: renovación simbólica y nueva ingeniería institucional y política orientada hacia los más débiles.
En lo simbólico, hacer evidente la cercanía con los pueblos, acortar distancias.
En lo institucional, libertades políticas que construyan una república latinoamericana y no un conglomerado de unidades neopopulistas.
En lo económico y social consolidar la estabilidad macroeconómica con un especial foco en la justicia social efectiva. Como lo ha planteado el nuevo Papa, el camino es largo, costoso y no exento de obstáculos, pero donde la esperanza se ha puesto en marcha.
*Cristian Breitenstein, ministro de la Producción, Ciencia y Tecnología