1 de noviembre de 2014
ENTREVISTA
El legado y la herencia de Don Antonio
Santiago y Francisco Cafiero, los dos que siguieron la pasión política de su abuelo, recuerdan al histórico dirigente a pocos días de su fallecimiento. Anécdotas con tintes de admiración
Santiago Cafiero sintetiza así el sentimiento por la muerte reciente de su abuelo Antonio. Tanto él como su primo Francisco accedieron a charlar con La Tecla de del ya mítico dirigente del peronismo. Ambos siguieron la carrera política, casi una excepción en la larga lista de 39 nietos de Antonio Cafiero. El legado familiar y político y una ristra de anécdotas imperdibles.
-Son la tercera generación Cafiero en política. ¿Llevar ese apellido significa responsabilidad mayor?
Santiago: -Somos orgullosos nietos de Antonio Cafiero, pero hacemos política por nuestra cuenta, aunque tratamos, naturalmente, de seguir el bagaje de valores que nos deja Antonio, que siempre nos aconsejó. En la vida pública fue así, y en la dimensión privada lo hizo con nosotros y con el resto de nuestros primos. El nos ha dejado una gran forma de entender cómo se debe practicar la política pensando en el bien común. Somos nietos que militamos en un partido en el que Antonio Cafiero fue una figura trascendental, y esto, naturalmente, tiene un condimento extra. Quizá haya una mirada hacia cada una de las actitudes que tengamos, respecto de la comparación de decir “a ver qué tan Cafiero son”.
Francisco: -Lo que se hereda es el apellido, el ADN…
-Y el tono de voz…
Francisco: -Me dicen que tengo el tono de voz parecido a Antonio.
Santiago: -En el teléfono es igual.
Francisco: -Acá uno no hereda la militancia, ni el prestigio, ni el trabajo, ni los logros; cada uno hace su camino.
Aparece entonces uno de los primeros recuerdos. Dice Santiago: “Al armar el espacio político nuestro en San Isidro, queríamos hacer una especie de bautismo con una actividad pública. Eramos bastante chicos. Hicimos una suerte de conferencia en la biblioteca de Martínez y vino a hablar. Lo vi con mucha fuerza hablándoles a 93 compañeros como si estuviera en la cancha de River. Eso era Antonio Cafiero, que en ese momento tenía 80 años y lo llevamos a una biblioteca para que les hablara a los pibes. Un fuera de serie; porque si bien ahí lo hizo por nosotros, también lo hemos acompañado a reuniones que hasta uno se cansaba.
-Cuando ustedes eran chicos él estaba en su plenitud política. ¿Les hablaba mucho del peronismo?
Santiago: -No. Recuerdo hablar mucho de fútbol. Era también un fanático del cine. Y solía nombrarte por el nombre del actor de la película de moda. La primera vez que hablé de política con él fue porque le pregunté cosas que necesitaba para el colegio, durante la reforma constitucional del ‘94. Se súper embaló y quedé como impresionado. La cantidad de información que me había dado era excesiva. Otra cosa: siempre hacía algún comentario de coyuntura en la mesa, por el que buscaba ver qué opinaban nuestros tí-os; una especie de focus group en la familia abultada que tenemos.
-¿En la vida qué les dejó el abuelo?
Francisco: -Un gran ejemplo. Creo que a Antonio hay que imitarlo. Hay que imitarlo en el campo de las ideas, y en esa capacidad que tenía para poder creer. Creía mucho y decía que también para la política había que tener fe. El otro día, un radical retrucaba lo que había dicho Antonio en el entierro de Alfonsín, cuando dijo que tenía una mala noticia para darles a los radicales: que ya Alfonsín no les pertenecía a ellos y les pertenecía a todos los argentinos. Y el radical (Leopoldo) Moreau dijo al pueblo peronista que tenía una mala noticia para darnos: que Antonio dejaba de ser patrimonio de los peronistas y pasaba a ser patrimonio de los argentinos. Eso nos deja Antonio: vivir con principios, ejercer la función pública dignamente y ejercer la militancia como una forma de vivir la vida.
Santiago: -Deja un vacío con el cual hay que aprender a convivir. Independientemente de ese vacío, deja un legado en varios aspectos. Algunos que ya detalló Francisco, y yo agregaría la vocación que debe guiar tu accionar de vida. Tu convicción y tus ideales pueden cambiar, pero nunca se pueden entregar. Antonio, con su testimonio de vi-da, logra dejar un legado importante para su familia, pero también para todos aquellos que deciden practicar la función pública o decidan leerlo más adelante.