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Argentina
19 de mayo de 2015
ENTREVISTA

"La Antártida me cambió la vida"

Mariano Memolli, el responsable de la Dirección Nacional del Antártico cuenta su experiencia como invernante, y los proyectos de ese organismo desde la ciencia hasta la cultura

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Las bases científicas que Argentina tiene en la Antártida son administradas por las Fuerzas Armadas, pero, por una cuestión estratégica de ocupación, son de uso civil y están bajo la tutela de la Dirección Nacio-nal del Antártico. Esta dependencia del Ministerio de Relaciones Exteriores tiene la responsabilidad de planificar las campañas antárticas, de exclusivo contenido científico, a las que ha decorado en los últimos años con experiencias turísticas, educativas y culturales.

Es condición irrenunciable que el responsable de la Dirección General acredite como experiencia haber vivido en el inhóspito continente blanco. A sus brazos fríos y seductores se entregó el doctor Mariano Memolli, el responsable actual de conducir la Dirección Nacional del Antártico, quien recibió a La Tecla en su austero despacho en la esquizofrénica Buenos Aires de horario bancario.

Memolli se apasiona cuando habla de la Antártida y de los científicos que trabajan en el instituto, porque “la pasión que le ponen a la investigación antártica es absoluta, increíble, y a veces están mal pagos. Se gana menos que en el Conicet aquí, pero siguen, van para adelante, no les importa la adversidad y producen”. Detalla, además, que “los planes científicos están orientados en todas las ramas a estudiar el cambio climático
global y tratar de trabajar más sobre los ecosistemas marinos y los sistemas asociados”.

-¿En qué año invernó en la Antártida?

-Estuve en lo que hoy es base Carlini, que en ese momento era Jubany, todo el año ‘90 y gran parte del año ‘91. Dos años seguidos, no tuve relevo. Todas las bromas habidas y por haber me las hicieron. Cómo anécdota, fue después de saludar a un presidente de aquellos años (risas). Y lo que más me impresionó es que conocí ahí a tres presidentes: al de Argentina (Carlos Menem), al de Brasil (Fernando Collor de Mello) y al de Uruguay (Luis Lacalle).

-Es una experiencia que muy pocos jefes de base han tenido.

-Sí. Después la Antártida empezó a po-nerse de moda y los presidentes quisieron ir. Y han ido los reyes de España, el príncipe y la princesa de Holanda. Han ido muchos.

-¿Que experiencia le dejó ser invernante?

-Haber estado en la Antártida me cambió la vida. Yo iba pensando en una aventura, pero cuando uno está allá se da cuenta de que las cosas no son como las pensaba, que la Antártida es mucho más grande de lo que parece, y la responsabilidad es enorme. Y como jefe, el manejo de una base implica todo; desde el consumo de víveres hasta saber cómo está la meteo-rología para que aterrice un avión. Esas son tareas realmente relevantes. La responsabilidad de haber trabajado en la An-tártida me generó un criterio totalmente distinto; manejar logística para ciencia, manejar estados de ánimo de la gente, y a veces estar realmente solo. En la base estás solo; entonces uno aprendió a la
distancia a tener otra filosofía de vida, otro manejo de la gente.

-¿Por qué solo?

-Porque las decisiones se toman en soledad. No es que uno pueda salir a tomar un café con los amigos y consultar, o llamar y que haya algún tipo de respuestas.

-Usted es médico, ¿vivió alguna situación extrema?

-No, porque hacía mucho hincapié en la prevención. Es preferible el exceso de prevención y no tener que lamentar accidentes. La gente va muy bien estudiada a la Antártida, y así y todo ocurren cosas. Por ejemplo: se abrió el hielo en un momento en el que estábamos trabajando, en el mes de mayo sobre el mar congelado, y me caí. Estaba todo tan frío que tuve la suerte de tener el efecto iglú cuando salí: se me congeló la ropa por fuera, y eso pudo mantener el calor hasta llegar a la base.

-O sea que cuando lo sacaron…

-No, no, no; salí solo; porque cuando se empieza a quebrar el hielo, los demás se tienen que ir, si no se caen ellos también. Es una cuestión de segundos.

-Bueno, la situación extrema no la vivió otro pero la vivió usted.

-Hay otros que la han vivido. Gente que se cae al agua hay un montón; gente que sale hay mucha. Hicimos una experiencia con la nadadora María Inés Mato, que tuvo un accidente de chica y perdió una pierna; y ella nadó 20 minutos en la Antártida, con traje de baño común, has-ta que le dijeron que saliera. Era una ex-periencia por la cual se hacía una investigación médica. Ahora se venden unas capsulitas que adentro tienen un transductor de temperatura corporal. Enton-ces se iba con un bote al lado tomándole la temperatura corporal a María Inés, y cuando vieron que empezaba a bajar un poquito, la sacaron.

-En 25 años ha cambiado mucho la tecnología. ¿Eso hace que la experiencia en la Antártida hoy sea más fácil y llevadera?

-Es diferente, ni más fácil ni más llevadera. Hay cuestiones distintas. Antes era el hablar por radio, el hombre se acostumbraba y tenía menos problemas. Ahora,
tal vez uno tenga más problemas porque nunca puede desenchufarse del todo, y
a veces se siente más aislado porque no puede solucionar lo que sí podría solucionar si estuviera en su ciudad. Pero, a su vez, la comunicación y ese contacto con la familia no se pierden. Hoy hay telefonía IP y anda el WhatsApp; entonces está todo el mundo mensajeando; se sacan una fo-to, la suben enseguida y está en segundos en la familia

-Sin duda, el de la familia es un tema complejo para estar allá.

-Lo que tratamos es que tengan los problemas solucionados. Si se van para ver si esperan un tiempo y vemos qué pasa, la experiencia dice que lo que pasa después es terrible: se separan, se van, terminan peleándose. Cuando yo fui estaba de no-vio, y lo que hicimos fue aclarar las cosas con mi novia, que ahora es mi esposa. Le dije: “Prefiero no ser cornudo y enterarme las cosas con algún código, alguna nota; y sentite libre de hacer lo que quieras”. Entonces, esa libertad define después.

-¿Qué experiencia le dio ser invernante para el cargo que hoy ocupa?

-La ley 18.513, que es la que rige, indica que los directores tienen que tener experiencia antártica comprobable. Yo puedo decirles cuánto combustible, cómo se consume, cómo se utilizan los vehículos, la comida, los aspectos sani-tarios, la ropa que hay que tener, las comunicaciones, la interrelación con las otras bases, siempre y cuando haya vivido allá.

-¿Qué le diría a alguien que quisiera hacer la carrera científica o militar en la Antártida?
-Que sin dudar la haga; eso le cambia la vida.

-¿Usted vuelve a la Antártida periódicamente?

-Sí, por supuesto; siempre. Cada vez que puedo, me escapo; aunque mi trabajo es en Buenos Aires para que los otros puedan hacer su trabajo en la Antártida. A mí me encanta volver a la Antártida. Lamento volver como cacique, como indio es mucho más divertido.

-Pero usted ahora va y hay un jefe de base que determina las acciones.

-Pero yo soy un superior, hay que atender a la gente que viene conmigo. Mientras que ve a los más jóvenes cómo se divierten, salen, van, vienen, hacen su trabajo; uno se acuerda de cuando estuvo en ese rol.

-Habla con orgullo de la Antártida.

-Sí, claro.

-¿Es su lugar?

-Sí. Mientras esté sentado acá, es mía, y no la comparto.



EXITOS PROYECTO: Chicos carenciados en la campaña Antártida

-Usted les dio posibilidad a chicos de bajos recursos de ir a la Antártida. ¿Como resultó esa experiencia?

-Eso fue algo que nos encontramos por casualidad con Guillermo Laferriere, el rector del Colegio de Enseñanza Técnica Héroes de Malvinas del barrio 2 de Abril de Ingeniero Budge, una zona muy compleja en cuanto a lo económico. Hicimos un sistema por el cual los chicos que egresan como maestros mayores de obra, que se postulan y que son elegidos por los compañeros, pueden hacer una campaña antártica. Les damos un perfeccionamiento, cursos de política antártica, de medio ambiente
y cursos de capacitación, y ellos van orientados hacia la construcción. Muchos nunca habían salido del barrio.

-Es sacarlos del mundo conocido.

-Claro. Y de pronto terminan comiendo con científicos de un nivel internacional increíble; con el mecánico, el jefe de base; con gente de todos los países. Volaron en avión. Son los que más trabajan, le ponen unas ganas increíbles. Y uno de los grandes éxitos que tenemos es que después los podemos contratar.

-¿Es decir que hay un seguimiento?

-Tratamos de estar vinculados a ellos. Y los necesitamos también como jóvenes que se formen para el futuro. Y en la comunidad los reconocen como una especie de héroes, porque salieron.



ROCK Y DONACIONES: “El de Metallica fue el primer recital ecológico del mundo”

-¿Qué contribución hizo Metallica?

-En primer lugar fue una actividad no gubernamental. El Estado argentino no puso un peso y se llevó un gran rédito.

-¿Cuál fue ese rédito?

-Fue el primer recital ecológico a nivel mundial, nunca nadie lo había hecho así. En la película del making off ellos dijeron: “Si no respetábamos el ambiente, los científicos argentinos nos suspendían el recital”; o sea que les marcamos un límite. La base argentina tuvo una difusión en los primeros tres o cuatro meses de 25 millones de bajadas en el mundo. No hubo daño ambiental y fuimos noticia. Se hizo con una evaluación de impacto ambiental que estuvo 15 días puesta en la página de la Secretaría del Tratado Antártico para que cualquier país del mundo y cualquier organización ambientalista hiciera observaciones o nos hiciera retirar el apoyo al recital. Y no hubo ninguna crítica.

-También hubo una donación de parte de ellos a través de Coca Cola.

-Fue interesante, porque no les permitimos poner ni una sola bandera de Coca Cola (el sponsor) en la base. Se estableció el helipuerto porque donde baja el helicóptero, los decibeles que hay son altísimos; entonces, ese lugar era donde tenía que hacerse el recital. Y la donación que hubo fue todo lo que los cien-tíficos de Carlini pidieron.

-Es decir que se potenció la base.

-Sí, la investigación que estamos haciendo ahora con esos equipos es muy importante.



INICIATIVA CULTURAL: “Llevamos artistas a que desarrollen obras en el polo”

-En la página de la Dirección se requieren proyectos culturales. ¿De qué se trata?

-Llevamos artistas a que desarrollen obras en la Antártida. Y esto ha permitido que el arte argentino se conozca en todo el mundo. Hay un jurado externo que evalúa la calidad de los proyectos, o sea que tienen que ser de alto impacto, relacionados a la política que lleva Argentina en la Antártida, y a la preservación ambiental. Incluso vienen artistas de potencias mundiales a trabajar con Argentina porque no les dan cabida en sus instituciones para hacer arte.



SALIDAS INVERNALES: “Tiene que haber un cansancio físico”

-¿En época invernal se sale alguna vez al exterior?

-Sí, mucho. La idea es que haya un cansancio físico, si no se vuelve una vida carcelaria. Cuando era jefe de base ponía una reunión obligatoria los lunes y los jueves a las siete de la mañana. Después, la actividad en el resto de los días empezaba a las ocho. Ponía esas reuniones para que se enojaran conmigo, sintieran la bronca de tener que levantarse el lunes temprano igual que sentimos nosotros acá. Era la diferencia entre el domingo, que se podía dormir libremente, y el día donde empezaba la semana; porque si no se va perdiendo el ritmo circadiano, y la persona empieza a cambiar sus hábitos, porque en invierno es todo de noche, con muy pocas horas de luz.


SEXO BAJO CERO: “No se sodomiza a nadie, no pasa absolutamente nada”

Luego de contar cómo encaró la situación de tener que alejarse un año de su novia para invernar en el polo sur, el doctor Memolli se introduce en uno de esos te-mas “tabúes, que nunca se plantean, pe-ro vale la pena hablarlos”, como el sexo.

“A mí me tocó ir cuando las mujeres no podían invernar; recién invernaba por primera vez una médica en una base de la Armada, y la tenían prácticamente presa, recluida. Uno tiene que entender que la vida es la vida. A veces venían y hacían preguntas, decían: “¿Cómo es el sexo, sodomizan a alguien?”.

“No, no se sodomiza a nadie, no pasa absolutamente nada”, dice el director del Antártico.

Agrega: “Además existe una prohibición sobre la pornografía, porque eso sí es masoquista. Estimularse con algo que no es del todo claro y hasta casi perverso provoca una estimulación negativa; pero mientras no hay un estímulo, el deseo sexual decrece”.

Memolli completa: “Ahora, en las campañas de verano estamos cincuenta y cincuenta por ciento entre investigadores hombres y mujeres. Y no pasa nada diferente de lo que puede pasar en una oficina; no se rompen matrimonios ni ocurre nada de eso”.



CONVOCATORIA: Los incentivos para invernar en el continente blanco

-¿Qué es la convocatoria laboral para la Antártida que aparece en la página de la Dirección?

-Básicamente son proyectos científicos. Se convoca a invernantes para que vayan a pasar un año en la Antártida y, de paso, cualquiera que deje su currículum lo evaluamos. A toda persona que va a la Antártida se le paga suplemento antártico y todos los gastos: ropa, alojamiento, traslados; todo. El que va por un año tiene algunas ventajas más: se le paga el suplemento, se le cubren las vacaciones tres meses cash, un auto cero kilómetro de fabricación nacional sin impuestos, dos pasajes en Aerolíneas ida y vuelta a cualquier punto del país, crédito blando para una vivienda y la prioridad para los concursos en la función pública.



EXPLOTACION TURISTICA: “Si no daña el ambiente, está bien”

-¿Cómo es el tema del turismo en la Antártida, está poco explotado?

-Nosotros como país tenemos la posición de turismo sustentable. Mientras esté regulado y no dañe al ambiente, está bien. Lamentablemente es un turismo de altísimo nivel económico. Para estar una semana en la Antártida hablamos de entre 4.000 a 5.000 dólares por persona, saliendo de Ushuaia. Y si uno quiere llegar esquiando al polo sur puede hacerlo por cien mil euros. Unas 40.000 personas por verano visitan la Antártida, y la mayoría sale de Ushuaia.

-¿Sirve para sustentar económicamente el trabajo científico?

-No. El turismo les deja a las compa-ñías de turismo. Cuando hay un accidente con turistas estamos en litigio. Ahora tenemos un decreto, que firmó la Presidenta en 2014, por el cual las expediciones no gubernamentales deben tener seguro, porque si tenemos que utilizar un Hércules para transportar gente cuesta un fangote de plata. Las compañías de turismo grandes tienen seguro, pero los veleros chicos no, y generan costos altos, porque es una cuestión de vida y hay que darles apoyo.



SOBRE LA COMIDA: “El que maneja realmente poder es el cocinero”


-¿Cómo se logra que los alimentos sean de calidad?

-En primer lugar, aprendiendo a hacer licitaciones. Haciendo bien las especificaciones técnicas, con las experiencias y viendo los comentarios de la gente, porque el que maneja realmente poder es el cocinero (risas). Si los pongo un año encerrados a comer bife, que lo cortan congelado, lo queman y adentro toda-vía está congelado, es una cosa; pero con un chef que hasta la milanesa la hace perfecta, la vida es otra cosa. Uno de los problemas que tuvimos con los alemanes fue la comida, porque ellos cenan a las cinco de la tarde y nosotros a esa hora tenemos el mate atragantado.
Y el alemán, para esperar a las nueve de la noche le arranca un pedazo de carne a otro (risas). Esas cosas hay que tenerlas en cuenta.

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