28 de mayo de 2017
LA BONAERENSE
Crónica de una agitada reforma policial
La renuncia del titular de la fuerza, Pablo Bressi, desencadenó una serie de modificaciones que incluyó el despido de siete comisarios y el traspaso de un área a manos civiles.
“La Bonaerense es como el agua: toma la forma del envase que la contiene”. La frase del escritor especialista en policiales Ricardo Ragendorfer, cuadra casi a la perfección con el momento que vive la fuerza provincial tras la salida de su jefe.
La remoción de Pablo Bressi de la dirección de la fuerza de seguridad no fue una decisión aislada. Se cocinó bajó presión durante meses y estalló en mayo. Antes, durante y después de la expulsión de Bressi -el 9 de mayo- se aplicaron grandes cambios en la fuerza; algunos producto de escandalosos hechos de corrupción que pusieron en evidencia que el agua del envase, después de un año y medio, se había puesto turbia y había que cambiarla.
En sólo quince días, el ministro de Seguridad, Cristian Ritondo, echó a siete jefes de la cúpula de Bressi, algunos involucrados en graves denuncias; metió preso al responsable de la planta verificadora de automotores, por coimas; cambió al custodio de la gobernadora María Eugenia Vidal del lugar de trabajo, y le sacó a la Policía el área de inteligencia criminal. Toda una movida, con varios despidos de aliados o amigos del ahora exnúmero 1 de la fuerza.
Cronología
El 3 de mayo, al otro día del bochornoso ataque al fiscal platense Fernando Cartasegna en su despacho, Ritondo retiró de un plumazo a siete comisarios generales de la cúpula. Los caídos en desgracia fueron los superintendentes de Investigaciones en Función Judicial, Policía Científica, Comunicaciones, Servicios Sociales y de Seguridad de las regiones Atlántica, Amba Sur y Capital.
El martes 9 de mayo fue el día en que se confirmó la separación de Bressi bajo el elegante “pase a retiro”. Unos minutos antes detenían en Villa Tesei al director de las plantas verificadoras de automotores de la Policía, Alberto Miranda. “El Máquina” Miranda, como lo llamaban sus conocidos, cayó con armas sin declarar y un bolso con 190 mil pesos provenientes, presuntamente, de coimas. Miranda era amigo de Bressi.
A 48 horas de la salida de Bressi, una nueva consecuencia: su colaborador, el comisario Virgilio Espinosa fue apartado de la custodia de la Casa de Gobierno, donde desempeña sus actividades Vidal. En lugar de Espinosa se nombró a Leonardo Oscar Papavero, el hombre que cuidaba las espaldas de la mandataria en las salidas públicas.
La última puntada fue la semana pasada, el 17 de mayo, cuando Ritondo le quitó a la Policía bonaerense la conducción de una de las áreas clave en la lucha contra el delito: la Superintendencia de Inteligencia Criminal, a cargo del comisario Valentín Puente. La maniobra, como ocurrió el año pasado con la caja chica de la Policía, fue ponerla en manos de un civil. El designado fue Vicente Ventura Barreiro, actual subsecretario de Planificación, Gestión y Evaluación del ministerio, un hombre de extrema confianza de Ritondo que trabaja codo a codo con él desde hace 20 años y defiende su gestión a capa y espada.
La avanzada del Ejecutivo contra la fuerza ahora está en pausa: Fabián Perroni, el comisario que secundaba a Bressi y que quedó interinamente a cargo de la Policía, será designado formalmente en los días venideros. Pero antes, según pudo saber La Tecla, Vidal se reunirá con su ministro Cristian Ritondo y Perroni, para definir el nombre del número 2 de la cúpula.
Aunque por estas horas la calma reina, hay algunos jefes de la cúpula que siguen en la mira de la gestión de Vidal y podrían dejar el cargo próximamente. Por caso, el comisario mayor Claudio Omar Fuentes, titular de la Superintendencia de Investigación del Tráfico de Drogas Ilícitas y el Crimen Organizado. El policía es hombre de Bressi, que ya no está. Veinte años trabajando juntos. Y al igual que su exjefe, en su haber cuelgan algunas denuncias por narcotráfico.
Desde que asumió Vidal, la Auditoría de Asuntos Internos de la Policía sancionó a más del 12 por ciento de los más de 90 mil agentes, y echó a más de 1.600. A eso hay que sumarle la presión por las declaraciones juradas y los controles sorpresivos para detectar el consumo de drogas. Así y todo, los hechos de corrupción siguen apareciendo periódicamente en la Bonaerense, situación que obliga al gobierno de Vidal a no bajar la guardia.
“El que llega hoy a comisario general en la Policía bonaerense no pasó el tamiz de la honestidad”. Con estas palabras grafica a La Tecla Nicolás Massi, del Sindicato Policial Buenos Aires (SIPOBA), lo que sucede históricamente en la fuerza. Y va al hueso: “El problema de la corrupción es cultural, y la Policía es el reflejo más inmediato de la sociedad”.