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Argentina
14 de abril de 2019
POR GUSTAVO MARANGONI (*)

¿Quién quiere ser Presidente?

Para el gobierno nacional el presente es el tiempo más incómodo. Los efectos de la crisis económica lo llevan a proponer las elecciones como un plebiscito entre el pasado y el futuro y así saltearse una agenda de coyuntura signada por la inflación y la recesión que aún reserva malas noticias.

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La consigna en Cambiemos consiste en asignarle a los actuales sufrimientos un sentido de redención y expiación de los pecados de “setenta años de populismo”. Por el momento este mensaje sirve para amalgamar a los más fieles, a aquellos dispuestos a contentarse con bloquear el regreso del peronismo en cualquiera de sus presentaciones.

En el piso de la imagen y la gestión en las encuestas esta versión oficialista de la “resistencia con aguante” opera como un auténtico corralito para contener a su núcleo más conceptual, el que elige ignorar los malos resultados de estos años militando las redes a puro hastag #novuelvenmás.

¿Quién quiere ser Presidente?

Este artefacto discursivo impide el desbande de los leales, pero se demuestra insuficiente para afrontar lo que viene. Por ello se barajan medidas que se anunciarían en los próximos días para tratar de engrosar el relato oficial con algunas acciones paliativas cuyo propósito explícito consiste en recuperar parte de los votos de una clase media decepcionada. Algo similar a lo sucedido en los meses previos a las elecciones legislativas de 2017 pero con instrumentos menos vigorosos.

La ortodoxia del FMI pone severos límites a las medidas “keynesianas”, aun en las dosis pediátricas que se bosquejan sin mucha convicción en los despachos oficiales. Pero “es lo que hay” en el marco de la escasez y habrá que hacerlo rendir presentándolo como una nueva versión de los brotes verdes que florecerán con esfuerzo y sacrificio. Un microcrédito a la esperanza que busca atenuar una espera que se hace larga. Y una modesta concesión a las sugerencias desesperadas de los aliados radicales.

¿Quién quiere ser Presidente?

Mientras tanto, la oposición K tiene que administrar los dos rostros de su propio pasado: uno amable, el que permite la comparación entre heladeras. Allí no hay dudas, el saldo se le presenta favorable. Pero la otra cara, la institucional y la que hace a la sustentabilidad de las políticas despierta recelos y desconfianzas en una parte importante de la opinión pública. Existen asignaturas pendientes que esperan respuestas que no llegan o no alcanzan para enjuagar el gusto amargo de los últimos años. El porvenir diseñado exclusivamente como regreso abre la puerta a muchas incertidumbres.

En las orillas de Alternativa Federal el desafío excluyente pasa por resolver las urgencias del presente: ¿PASO o Consenso? Son solo 70 días los que restan para decidirse y aprovechar la oportunidad de consolidar un espacio que tiene demanda potencial pero solo para una oferta unificada.

¿Quién quiere ser Presidente?

Mientras tanto, otros protagonistas siguen consolidándose como artífices de su propio destino. En las geografías provinciales los oficialismos ganan y le recuerdan a los desprevenidos que el poder subnacional es más sólido y previsible que aquel que reside en la Casa Rosada. Así lo han experimentado mandatarios de distintos colores.

Quizás Dios, de tanto atender en Buenos Aires, haya alimentado el agnosticismo de los gobernadores que hace rato le perdieron el temor y aprendieron a cotizar sus aportes a la gobernabilidad mientras a la Nación le queda la pesada herencia de los intereses de la deuda, el pago a los jubilados y el gasto social.

Por su parte, en el ámbito de la justicia se juegan otras partidas más encriptadas para el común de los mortales, pero de cuya resolución también se derivarán facturas a pagar con la chequera del Ejecutivo Nacional.

Mientras los ciudadanos espectadores seguimos el minuto a minuto del programa “Quién quiere ser Presidente”, se va conformando una realidad que probablemente solo le dispense una alegría efímera a su ganador.

La agenda posterior al 10 de diciembre requerirá de mucha destreza en el contexto de un Congreso sin mayorías y las exigencias de una agenda económica y social plagada de urgencias que no se resolverán con voluntarismos y consignas. Esa lección ya se evidenció de modo contundente en los últimos años. Pronto averiguaremos si se ha tomado debida nota y realizado el aprendizaje correspondiente. 

(*) Politólogo. Director de M&R Asociados.
 

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