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Argentina
1 de mayo de 2020
OPINION

Este triste Día del Trabajador

El Día Internacional del Trabajador nació en conmemoración a los mártires de Chicago. Desde entonces, 1886, hasta ahora, nunca se ha vivido una situación tan angustiante para el mercado laboral del mundo en general y de la Argentina en particular.

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Por Hernán Sánchez

En este Día Internacional del Trabajador, la incertidumbre sobre el futuro laboral se cierne como un fantasma oscuro y espectral,  incluso en aquellos rubros que se mantienen activos.

La cuarentena obligada que altera cualquier normalidad en la vida cotidiana, el temor a contraer el maldito coronavirus y la angustia generada por las dificultades económicas son asqueroso combo frente al cual no parece haber otra alternativa que la resignación y esperar que capeé el temporal. Mientras tanto, la economía se desangra y las medidas que toma el gobierno no alcanzan.

A veces no son suficientes, a veces no llegan a quienes quedaron patizambos y ni siquiera cuentan con la información o los medios básicos para acceder a esos beneficios. Otras veces las soluciones estatales quedan enmarañadas en la insoportable burocracia que ni siquiera en estas circunstancias puede reaccionar con celeridad y eficacia.

Ni hablar si esa intervención demanda algo de los bancos. Las entidades financieras son incapaces de apartarse un milímetro de vetustas y complicadísimas disposiciones que sólo sirven para que las empresas y los ciudadanos queden en una situación desesperante. A algunos por ahí les llega la soga antes de ahogarse, a otros la soga nunca le llega y se hunden.

Vivir en la capital de la Provincia y no conocer la confitería París es como convivir con alguien y no saber su nombre. Ayer, un día antes de una jornada que debiera ser de festejo sus trabajadores se enteraron que el local de la mítica esquina de 7 y 49 cerrará definitivamente sus puertas más allá del obligado parate por el aislamiento social. Los mozos no sirven café, los panaderos no hacen las reconocidas medialunas, la administración no tiene razón de ser sin ingresos. 

Este triste Día del Trabajador

La cierta normalidad para la apertura de los locales que se dedican a vender o producir alimentos supone que en ese rubro no habrá golpe económico. Quizá sea menor que en otras actividades, pero también habrá un impacto. Sobran cajas de cobre vacías en los grandes supermercados, se ven menos repositores y los locales que están ubicados dentro de los mismos permanecen cerrados. 

Detrás de cada persiana baja hay una, dos, siete, quince, cincuenta o cuatrocientas familias inmersas en una gran incertidumbre sobre lo que pasará con uno de sus derechos fundamentales: el derecho al trabajo. Una angustia que alcanza a los autónomos. Los peluqueros no cortan el pelo, los taxistas no tienen a quien llevar, los abogados no pueden litigar, los albañiles están sin levantar paredes. Por donde se busque falta acción.

Sólo algunos datos dan muestra de que el parate económico amenaza miles de puestos de trabajo. La caída de las escrituraciones en la Ciudad de Buenos Aires en el mes de marzo fue del 49,1 y los datos corresponden a operaciones que se hicieron en su mayoría antes de la llegada de la pandemia. El panorama para abril es más que tenebroso. 

La Asociación de Concesionarios de Automotores de la República Argentina (ACARA) informó que el número de vehículos patentados durante abril fueron 4.385 unidades, y que fueron producto de realizadas antes del comienzo del aislamiento ya que el mes tuvo un movimiento comercial nulo. Si las agencias de autos no venden, ¿cuánto soportarán mantener la ya mermada producción las automotrices?

El péndulo va de los más chicos a los más grandes, que incluso tienen menos pruritos en hacer cerrar las planillas de Excel a costa de equilibrar los balances, haya o no haya pandemia. Por caso, los trabajadores de la planta de General Pacheco de la multinacional alimentaria Mondelez, denunciaron ayer presiones a los trabajadores para que se trasladen a otra planta, presuntamente con la intención de cerrar la fábrica de Pacheco.

Aquellos que más carga laboral tienen por estos días también la viven con congoja y preocupación porque están poniendo en riesgo sus vidas como médicos, enfermeros, personal de limpieza y maestranza de hospitales y centros de salud, bomberos, policías, y todos aquellos que deben resignar su propio aislamiento para cuidar al resto. Para ellos el eterno agradecimiento.

Con todo, este Primero de Mayo encuentra a los trabajadores en general en una desolada perspectiva. Sólo queda desear en este día especial que la normalidad vuelva pronto, el coronavirus sea en breve un mal recuerdo, y la rueda del trabajo vuelva a girar incansable hacia el futuro y el desarrollo. En definitiva, el trabajo es el único medio digno para ganarse la vida.
 

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