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Argentina
8 de junio de 2020
INFORME

El trabajo de los curas y pastores villeros: un rezo contra el coronavirus

El COVID-19 avanza en los barrios populares y el cerco sobre Villa Azul genera polémica. Curas villeros y pastores toman medidas para proteger a la población, que vive hace décadas en medio de carencias

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No era difícil de predecir: la situación epidemiológica provocada por el COVID-19 se iba a complicar cuando el contagio avanzara sobre los barrios populares del país, con particular atención al siempre postergado Conurbano bonaerense.

“El futuro llegó hace rato, ya lo ves”, predijo el Indio Solari en Todo un palo, exitoso tema de los Redonditos de Ricota, y la situación en los barrios vulnerables de la denominada región AMBA (Area Metropolitana de Buenos Aires) dio paso a la preocupación.

Las condiciones de vida de cientos de miles de familias potencia el riesgo de infección, por lo que la Provincia, siguiendo los pasos de la Capital, inició la etapa de “vigilancia activa”, yendo a buscar casos positivos casa por casa. Esas que son, muchas veces, de chapa o cartón, algunas de precaria estructura, con calles -muchas, de barro- serpenteando entre las manzanas. Y con la presencia de iglesias católicas y evangélicas para alimentar estómagos y espíritus.

Las luces rojas se encendieron días atrás en Villa Azul, que comparten los distritos de Quilmes y Avellaneda. Y sobre ella se estableció un cerco, sin que nadie pueda entrar ni salir, sumado al desembarco de policías y agentes sanitarios para evaluar el estado de los más de 4.000 habitantes.

La decisión generó polémica, e inmediatamente comenzaron a oírse términos como gueto (zona o barrio habitado por personas que tienen un mismo origen o condición y viven aisladas y marginadas por motivos raciales o culturales, según la definición de la RAE).

Al respecto, el padre Pepe, cura villero en el Gran Buenos Aires, sostuvo que “algunos ven el peligro de crear guetos ahora, pero yo creo que las villas lo han sido siempre, en el sentido de la mirada de los de afuera”.

Desde el movimiento evangélico, uno de sus representantes, el pastor Juan Zucarelli, observa con preocupación este tipo de medidas. “Nosotros no estamos de acuerdo sobre todo por la parte humana, porque las personas se sienten como en una cárcel en su propio barrio. Es como pasa en muchos países, que se levantan muros para no ver al otro”, asegura a La Tecla.

Con los casos positivos rebasando ya la marca de 5.000 en territorio bonaerense, el ministro de Salud de Axel Kicillof, Daniel Gollán, no dudó en advertir que “tarde o temprano, aunque hayamos duplicado las camas, si no trabajamos fuertemente en bajar la cantidad de contagios, el sistema de salud puede colapsar, así como pasó en muchos países del mundo”.

La medida de establecer un cerco a Villa Azul recibió el respaldo del comité de expertos que asesora al Gobernador, con un mensaje claro: “Hay que impedir el intercambio viral entre poblaciones de distintas comunidades”, aseguraron, con la vista puesta en la vecina Itatí, en territorio quilmeño, separada de la anterior por el acceso Sudeste y con el triple de población.


Padre Pepe
“Hoy se tocó fondo, porque las changas dejaron de existir”


Con amplia experiencia en el trabajo barrial, José María Di Paola, más conocido como el padre Pepe, palpa el latido de las villas a diario. “Cuando Fernández decidió la cuarentena, la gente empezó a tomar conciencia del tema, antes lo veía como algo que afectaba a las clases altas, a los deportistas, a los artistas, a la gente del jet set. Lo empezaron a ver como algo propio, que estaba cercano, más aún con lo que pasó en el Barrio 31 de CABA. Hoy se lo vive no con miedo, pero sí con mucha precaución, es más habitual que antes ver gente con tapabocas”, aseguró.
Acerca de la conciencia de la población sobre los cuidados refirió que “desde que comenzó la cuarentena estamos dando de comer a la gente, estaremos en las 3.000 personas, y ellos mismos van desinfectado pasillos. Los curas villeros pedimos a la sociedad no estigmatizar a estos barrios populares”.
Sobre la medida de aislar a estos, como el caso de Villa Azul, el padre Pepe consideró: “Particularmente creo que sí hay que tomar las medidas pertinentes en cada lugar, siendo sensatos, porque la Villa Azul e Itatí están muy pegadas y hay mucho ida y vuelta entre la gente. Algunos ven el peligro de crear guetos ahora, pero yo creo que las villas, siempre lo han sido, en el sentido de la mirada de los de afuera. Y nosotros reconocemos su cultura,
su trabajo para urbanizar lugares que eran inhóspitos”.
El religioso tiene en su órbita varios barrios de José León Suárez, en el distrito de General San Martín, y hace un señalamiento de los déficits eternos. “Hay gente de acá que fue al hospital público y no fue atendida como corresponde, como pasó en otros momentos. Yo estoy en las villas desde 1996, y son una muestra de la falta de presencia del Estado”, advirtió Di Paola. “Después del 2001, las villas crecieron notoriamente. Yo aspiro a que después de toda esta situación demos un paso adelante. Hoy se tocó fondo, las changas dejaron de existir, por eso aspiro a que apostemos todos a una sociedad más justa”, culminó.

El trabajo de los curas y pastores villeros: un rezo contra el coronavirus


Juan Zucarelli
“La gente rica es la que trajo el coronavirus a nuestro país”


Juan Zuccarelli es un referente de la Iglesia Cristo la Unica Esperanza, que cuenta en La Plata con comedores en localidades como Arana y Los Hornos o zonas duras como El Mercadito.
“La mayor parte de esa gente, hoy está sin trabajo porque son cuentapropistas, que trabajan con el cartón o juntando los elementos que desechan otras personas, y hoy no pueden salir a la calle”, aseguró.
En primera persona, el pastor Zucarelli relató que “en estos barrios pobres, el
hacinamiento es un problema, viven siete ocho o más personas en una casa. Y están sin cloacas, con agua cuando pueden ir a buscarla; y a veces les exigimos que se laven las manos a cada rato y no tienen agua o jabón, o tienen una letrina en lugar de un baño. Es fácil para cualquier argentino de clase media decirles ‘quédense en su casa’”.
En cuanto al nivel de conciencia de la población “villera” respecto del coronavirus
aseveró que “nosotros, los pastores, les estuvimos diciendo que no reciban gente de afuera, porque hay algunos a los que los han venido a ver personas, por ejemplo, del Barrio 31 (Ciudad de Buenos Aires), y muchas veces no lo cumplen; por eso tenemos gente en los barrios donde estamos que se contagiaron, y todo el barrio está muy preocupado”.
“Hay muchos problemas con el hambre, y en los comedores hacemos cumplir las normas de distancia, el uso del barbijo, pero en la calle se abrazan, se saludan; no sé si se olvidan o no tienen miedo al coronavirus”, explicó.
Al respecto sostuvo que “las personas mayores son las que tienen más precaución, porque les dijeron que los mayores de 65 años son más proclives a tener problemas con el virus, y las vemos muy temerosas”.
Acerca del riesgo de estigmatizar a quienes vive en estos barrios, Zucarelli señaló: “Esto empezó con la clase alta, a diferencia de otras enfermedades que podían haber comenzado en las villas. La gente rica trajo el virus al país. Ellos lo trajeron de Europa con sus viajes, lo pasaron a la clase media, y ésta, a los barrios populares. Esa gente rica, poderosa, que trajo el virus a nuestro país, ahora debería ir a las villas a pedirles perdón y ayudar, preguntar qué necesitan”.

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Gustavo Carrara
“Hay mucha preocupación y miedo entre vecinos y vecinas”


“La epidemia ha puesto al desnudo esa injusticia social histórica que viven muchos barrios”, dijo Gustavo Carrara, de Obispos para las Villas de Emergencia de la Ciudad Autónoma y el Gran Buenos Aires, residente en el barrio Padre Ricciardelli (1-11- 14) de CABA. El sacerdote indicó que “el coronavirus visibiliza lo que muchos conocíamos; Dios quiera que se pueda restablecer esa relación entre el Estado presente con la comunidad que lucha para sacar esos barrios adelante, buscando cuidar a los más frágiles”.
“Es elemental lavarse las manos con agua y jabón, pero no todos los barrios tienen esa posibilidad. Y tampoco hay que descuidar la alimentación, el agua potable. Por eso es importante que el Estado dialogue con los actores sociales”, pidió.
“Hay preocupación, hay miedo entre vecinos y vecinas, pero también hay signos de
esperanza, de solidaridad. Hay muchos comedores comunitarios, llevados adelante
fundamentalmente por mujeres que no sólo piensan en sus hijos sino también en los de los demás como si fuesen propios”, analizó Carrara. Y reivindicó la dignidad de los “villeros”,
señalando que “en perspectiva histórica, ellos han sido los grandes urbanizadores de los barrios, por sus ganas de sacar a sus familias adelante. Comenzaron con la chapa y la madera, y cuando pudieron construir algo mejor, lo hicieron.
Hoy, la gente no puede trabajar en el reciclado, con materiales, en changas de albañilería, ese trabajo que permite traer el pan de cada día”, expresó el párroco. “Pasada esta pandemia, Dios quiera que nos encuentre más fraternos, más solidarios, tener una mirada de cercanía, de empatía con nuestros hermanos que viven en estos barrios, donde la mayoría son niños y adolescentes”, concluyó.

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