En su libro, Silvina Luna describió de manera desgarradora el infierno al que se enfrentó. En un doloroso fragmento hablaba de su propia muerte y decía: “Me quedan meses”.
Simple y Consciente es un crudo relato en primera persona sobre la aceptación de su enfermedad, y allí la modelo contó a corazón abierto el proceso de aceptación que atravesó tras recibir un diagnóstico fatal.
En su libro autobiográfico, mediante 192 páginas, Silvina abrió su corazón y reflexionó con el fin de buscar su “bienestar, energía, ganas de estar mejor y valentía para transformarnos”.
“Fui a cirugía pero siempre se mantenía el pronóstico que me quedaban pocos meses de vida. Creí eso y seguí creyéndolo. Creo que me queda un número x de meses y así vivo”, escribió en su libro Simple y consciente la actriz y modelo, que murió ayer, 31 de agosto, con tan solo 43 años.
En «Simple y Consciente», el libro donde habló de su muerte, la modelo había narrado el padecimiento que vivió en los últimos años. "Tomé una mala decisión", confesó en un pasaje del doloroso escrito.
“El día que me dieron el diagnóstico, subí a mi auto, en ese momento vivía en México, y todavía no puedo recordar qué pasó en esas dos horas después de que salí de la clínica. Me despertó de ese trance el llamado de una amiga preocupada porque yo no contestaba el teléfono. (…) Después de mucho tiempo empecé a preguntar cuál era mi vocación, qué sentido tenía mi vida y ahí comencé a aceptar todo”, escribió.
Así empieza “Simple y consciente”En el presente, plena, lista para emprender todas las aventuras que resuenen en mí y que se alineen con la que soy, con quien estoy siendo ahora. Pero fue todo un viaje llegar hasta aquí y lo cuento en este libro.Por fin me animé. No fue fácil. En Simple y Consciente abro mi corazón, me muestro, y siempre tuve problemas con la autoestima. Quienes me conocen saben hasta qué punto pagué por ese punto débil. Tomé una mala decisión cuando me sometí a una cirugía que no necesitaba, porque quería verme mejor, más sexy, más acorde al estereotipo de belleza que se imponía en los medios.Esa elección, de la que me hago cargo, arruinó mi salud: cada tanto tengo que internarme y desde hace ocho años tomo corticoides todos los días para equilibrar los efectos que aquella mala praxis provocó en mí. Mi aspecto cambió. Al principio, me costaba reconocerme, pero hoy, gracias a un trabajo interno y a una búsqueda espiritual muy intensa, aprendí a gustarme de nuevo, a enamorarme de mí misma y a celebrar mi belleza sin reparos, porque es un don que recibí y quiero honrarlo.