Historias de vida: una mujer adoptó un bebé internado con pronóstico terminal y ocurrió un milagro
Silvana Avellaneda tenía un deseo profundo de ser madre y se había inscripto en una convocatoria pública para adoptar. La llamaron de un juzgado y cuando se enteró que el bebé estaba “solito”, internado en un hospital de Córdoba, no dudó y viajó de inmediato a su encuentro.
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Una historia de amor que enterneció a las redes se viralizó en las últimas horas cuando una catamarqueña de 29 años viajó a Córdoba para encontrarse con su bebé, tras el llamado del juzgado que le comunicaba la posibilidad de adopción.
Cuando le avisaron de la noticia, se encontraba en una peluquería. Sonó el teléfono y detrás del tubo le dijeron: ”Hay un bebé en grave estado en la ciudad de Córdoba, está internado. Y puede ser que se esté muriendo. ¿Vos querés? ¿Te animás?
La madre que hoy tiene 47 años recuerda: “Cuando yo quedé inscripta, es ahí donde dije que no tenía ningún problema en que tuviera alguna discapacidad o alguna condición de salud especial. Para cualquier hijo, que venga como venga”.
Silvina estaba determinada a ser mamá y había evaluado una posible inseminación artificial, pero desistió de la idea tras una charla con sus amigos y familiares. Si puso en discusión el derecho a la identidad y es en ese instante que la joven se decide a adoptar.
El 12 de julio se presentó en el juzgado. La entrevistaron una psiquiatra, una psicóloga y una trabajadora social. La aprobaron y le entregaron unos papeles que la reconocían como familia sustituta por treinta días con los que tenía que presentarse en el Hospital Español de Córdoba. Le habían dicho que el bebé tenía una desnutrición severa de grado tres.
Cuando se encuentra con el bebé, Silvina afirma: Quería entregar eso y que sea lo que Dios quiera. Si sobrevivía este hermoso, mejor para mí. Y si no, que se fuera amado por su mamá”.
Y agrega: “A las 12 me dejaron entrar. Lo habían puesto divino para que yo lo viera. Me mostraron cuál era. Lo vi. Lo levanté. Era muy chiquito. Cuando vi era tan lindo, tan hermoso y era tanta la emoción... Y ahí arrancó nuestra familia”.
El bebé, que tenía nueve meses parecía un recién nacido porque pesaba apenas 2 kilos 700 gramos. En sus brazos, la miró y se prendió de la bata que le habían dado. “Estaba con una mano en la boca y con la otra me agarraba. Y yo estaba emocionada. Asustada. Todo junto”, revela.
Luego de un mes de estar en terapia intensiva, viajan a Catamarca pero, debido a su delicado estado de salud una médica, Claudia Paladino, le sugirió que “lo lleve al Garrahan”. A partir de ese momento, se mudaron a la Ciudad de Buenos Aires.
Después de unos estudios genéticos, a los siete años tuvo un diagnóstico. Francisco no tenía ningún síndrome o trastorno u otra cosa puntual, sino muchas “cositas”, en palabras de su mamá.
Quedó con un desfasaje cognitivo leve. Hoy su médico de cabecera es un neurólogo. Además de una escuela especial, lo lleva a terapia psicológica y de psicopedagogía.
Desde ese día en la terapia intensiva su hijo se convirtió en el “eje de su vida, su todo, su motor, su motivo, su incentivo. Es todo. Es todo”, subraya.
Hoy en día es un joven de 17 años que se encuentra terminando la escuela secundaria, siempre acompañado de su mamá .