La Tecla
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El presidente Javier Milei dio su primer discurso ante la Asamblea General de las Naciones Unidas (ONU) en el marco del debate general de la 79ª edición del evento anual de la organización. Ante líderes mundiales, cuestionó la agenda 2030, "aunque bienintencionada en sus metas, no es otra que un programa de gobierno supranacional de corte socialista", sostuvo.
Javier Milei se presentó como un economista liberal libertario “que jamás tuvo la ambición de hacer política” y durante su discurso castigó a la ONU y alertó a los demás países ante un posible fracaso, “quiero alertar a las distintas naciones del mundo sobre el peligro que implica que esta organización fracase en cumplir su misión original", dijo el primer mandatario.
En su presentación que tuvo una duración de poco más de 15 minutos el presidente Javier Milei apuntó contra la Agenda 2030 y sostuvo que, “no es otra cosa que un programa de gobierno supranacional de corte socialista."
En esa línea apuntó contra las Naciones Unidos y denunció: "En esta misma casa que dice defender los derechos humanos han permitido el ingreso al Consejo de Derechos Humanos a dictaduras sangrientas como la de Cuba y Venezuela” dijo el primer mandatario y agregó, "Una organización que nació para defender los derechos del hombre ha sido una de las principales propulsoras de la violación sistemática de la libertad."
Por otra parte, se refirió a la Agenda como colectivismo e indicó que "estamos ante un fin de ciclo. El colectivismo y el postureo moral de la Agenda UOC se han chocado con la realidad y ya no tienen soluciones creíbles para ofrecer."
En ese sentido, Javier Milei cerró su disertación sosteniendo que el país "ha decidido abrazar las ideas de la libertad" y que, “La Argentina va a abandonar la posición de neutralidad histórica [...] y va a estar a la vanguardia de la lucha en defensa de la libertad” sostuvo el Presidente.
Por último, agradeció el espacio y mandó un mensaje para los argentinos "que Dios bendiga a los argentinos y a todos los ciudadanos del mundo, y que las fuerzas del cielo nos acompañen. ¡Viva la libertad, carajo!", cerró.
El análisis semiótico del discurso de Javier Milei ante la Asamblea General de la ONU
Libertad: La palabra "libertad" es uno de los signos centrales del discurso. Milei repite este término como un valor casi sagrado, vinculándolo con derechos fundamentales como la vida y la propiedad. El concepto de "libertad" aquí es presentado como un bien absoluto, contrastado con lo que él percibe como un "colectivismo opresivo."
Colectivismo: Milei utiliza este concepto como un símbolo de todo aquello que considera negativo y restrictivo. En su narrativa, el "colectivismo" es asociado con la ONU, la Agenda 2030, las políticas socialistas y los organismos supranacionales. Es un enemigo ideológico que, según su visión, destruye la soberanía individual y nacional.
Agenda 2030: En términos semióticos, la "Agenda 2030" es transformada por Milei en un símbolo de dominación, una herramienta de imposición ideológica. La Agenda, en su relato, no representa metas de desarrollo sostenible, sino un ataque a las libertades y derechos individuales.
El discurso establece una oposición binaria entre: o Libertad vs. Colectivismo o Soberanía vs. Gobierno supranacional o Argentina libre vs. El orden global opresor.
Estos pares binarios organizan el discurso de manera que el "bien" está encarnado en las ideas libertarias que defiende Milei, mientras que el "mal" se ubica en las instituciones y políticas colectivistas.
Milei hace varias referencias intertextuales que anclan su discurso en tradiciones filosóficas y culturales: o Cita a Bastiat, un economista liberal clásico, para reforzar su argumento sobre la paz garantizada por el comercio y la libertad. o Invoca al profeta Isaías y su visión bíblica de un mundo sin guerra, conectando su defensa de la paz con una autoridad moral trascendental. o Menciona a Tomás Peña (aludiendo a la famosa frase de Thomas Paine), destacando la fatiga de defender la libertad. Con esto, conecta la lucha por la libertad con el sacrificio heroico.
Estas referencias tienen una función legitimadora, utilizando textos y figuras que son parte del acervo cultural global para enmarcar su discurso en una tradición moral y filosófica de lucha por la libertad.
Milei se presenta como un outsider político, diciendo que no es político sino economista, y que su llegada a la presidencia es una respuesta a un "fracaso" colectivo de la política. Esto refuerza la idea de que es una figura diferente, alguien que representa una ruptura con el pasado.
La autoridad moral que asume viene no de la política tradicional, sino de su identidad como economista y defensor de la libertad, lo que se contrasta con los "burócratas internacionales" a los que critica.
El final del discurso, con el "¡Viva la libertad, carajo!" es un ritual de cierre con una carga emocional fuerte, que genera identificación y catarsis en su audiencia. En términos semióticos, es un acto performativo que refuerza su imagen como líder libertario.
La inclusión de Dios y las fuerzas del cielo al final del discurso, añade una dimensión trascendental, legitimando su proyecto político como una lucha justa no solo en términos humanos, sino también espirituales.
Milei construye un mito de la refundación de la Argentina y, de manera simbólica, del orden internacional. Sitúa su proyecto como una ruptura con el pasado (el fin de la neutralidad de Argentina) y un nuevo comienzo para el país y el mundo, basado en los principios de la libertad.
La Agenda de la Libertad, que propone en contraste a la Agenda 2030, funciona semióticamente como un mito de futuro, un horizonte utópico hacia el cual Argentina (y eventualmente el mundo) debe caminar.
La República Argentina es constantemente referida como un símbolo de resistencia y regeneración, y Milei se posiciona como su defensor en el plano global. La Nación Argentina no es solo un territorio en este discurso, sino una entidad moral y simbólica que defiende principios universales de libertad, vida y propiedad.
Milei utiliza un proceso de desnaturalización semiótica con la ONU, presentando la organización como un ente que ha perdido su esencia original. Lo que antes era una institución para la paz, ahora es un leviatán burocrático que pretende controlar las vidas de los ciudadanos del mundo. Así, despoja a la ONU de su legitimidad simbólica como garante de derechos humanos y la transforma en un agente de opresión.