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Argentina
10 de junio de 2011
CHIVILCOY

Capricho costoso, laguna ilegal

Cuando era intendente, Ariel Franetovich cortó el cauce natural de un río para formar un espejo de agua, sin planos ni autorización. Como resultado, cada vez que llueve se inundan los campos vecinos. Un productor que perdió todo cuenta la larga historia de impericia y negligencia. Por qué nadie se anima a solucionar el problema

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Cuando el ministro de Asuntos Agrarios, Ariel Franetovich, asumió al frente de la cartera provincial, no imaginó que algún día su imagen política dependería de una compuerta. De haberlo hecho, no habría cercado con un muro de tierra el Parque Lacunario Alejandro Martija, en Chivilcoy, interrumpiendo el cauce natural de la cañada que lo atraviesa y generando la inundación de los campos vecinos.

Queda claro que durante su intendencia en esa ciudad, nunca pensó que su ascenso político le depararía un lugar en el espacio de decisiones que afectan directamente al sector agropecuario. Sólo así se entiende que haya hecho oídos sordos a los reiterados reclamos de los productores del distrito afectados por la remodelación del paseo recreativo.

Y es que la solución a tan improvisada obra estuvo siempre al alcance de su mano: retirar una compuerta. Claro que permitir que el agua retome su cauce natural significa desbaratar la laguna artificial, convertirla en fango, y con ello, dejar al descubierto la negligencia de la construcción.

Por eso en cuatro años nunca nadie se atrevió a abrir la compuerta. No la abrió el ex intendente Franetovich; no lo hace su sucesor y aliado político, Aníbal Pitelli.
Pero hay un productor agropecuario que en marzo debió rematar la última porción de hacienda que le quedaba y al que ninguna inmobiliaria quiere negociarle la venta de las 226 hectáreas de campo maltratadas por el agua. “Están totalmente devaluadas”, le dicen.

Y como explica Antonio De Ariztimuño a Desafío, “no es que no tengo para comer, pero esas tierras son el resultado de treinta años de trabajo mío y de mi mujer, y ahora no sirven”.

Con la impotencia de haber esperado hasta cuatro horas en los pasillos del municipio intentado solucionar el problema “sin pasar a mayores”, De Ariztimuño llevó el tema a la Justicia.

Ahora, en el ministerio de Infraestructura circula un expediente que ya pasó por la Autoridad del Agua, donde declararon la obra de Franetovich como “no autorizada”, y se encuentra en la Zona III de la dirección de Saneamiento y Obras Hidráulicas a la espera de los estudios pertinentes.

De todas maneras, el titular del área III de Hidráulica en la Provincia, Carlos Sampaolessi, reconoció públicamente durante una charla que la construcción en La Martija “no fue aprobada por Hidráulica y está mal hecha”.

Y el municipio de Chivilcoy soporta una suculenta demanda, herencia de la impericia del ahora Ministro.

La improvisación

En plan de embellecer la ciudad e inaugurar obras públicas, el entonces intendente de Chivilcoy contrató una máquina retroexcavadora que trabajó durante ocho meses dentro del tradicional Parque Lacunario Alejandro Martija, un área parquizada de 20 hectáreas ubicada sobre la Ruta 30, a unos mil metros del cruce con la Ruta 51 que se utiliza como espacio de recreación.

Tiene piletas, camping, canchas de fútbol y una cañada que lo atraviesa. Pero hasta la obra de Franetovich, el cauce del agua que cruza La Martija era débil e inestable; sólo crecían juncos. De ahí la idea del entonces Jefe comunal, de levantar un cordón perimetral de tierra, de dos metros de alto por dos de ancho, coronado con una compuerta de casi tres metros de ancho, al lado del cauce. Es decir: cortar el cauce del agua y levantar una compuerta al costado.

Y es que ciertas intendencias no saben de burocracia, por lo que el armado de esta especie de laguna artificial se hizo sin estudios previos, ni planos, ni autorización del ministerio de Infraestructura.

El próspero Intendente hizo traer peces para embellecer la laguna; un vecino de 9 de Julio se animó a probar con el negocio del alquiler de botes. De no haber sido una obra clandestina, era una buena idea.

Pero la naturaleza no sabe de artificios, y con la primera gran lluvia, quedó al descubierto la impericia del trabajo: el agua que sale de laguna Las Toscas, en Chacabuco y atraviesa La Martija, rebotó en la compuerta, levantada unos 70 centímetros más alta que el cauce e inundó todos los campos a su paso.

El productor que perdió todo

Antonio De Ariztimuño había comprado en 1998 las 226 hectáreas de campo ubicadas a pocas cuadras del parque. Su actividad principal se centró en la ganadería; hasta la construcción en La Martija poseía 182 madres. En marzo de este año remató las últimas vacas que le quedaban. “Tuve que suspender la actividad ganadera después de quince años”, cuenta a Desafío.

En 2007 el agua le mató 72 madres y de las 110 restantes salieron preñadas sólo la mitad.

“Debajo tenía sembradas pasturas, no me quedó nada; me desmoronó los puentes, me destruyó los alambrados. El campo no es una herencia, es el trabajo de treinta años”.
A la inundación de 2007 le siguió la de enero de 2010, con un saldo negativo similar al anterior. ¿Qué pasó en el medio? De Ariztimuño vagó por cuanto despacho se le cruzó, mandó cartas, pedidos, recorrió el sector en bote con Franetovich, con Pitelli, con el secretario de Obras Públicas, pero nada sirvió.

“Primero creí que era ignorancia, pero cuando les informo del problema, Hidráulica les dice que la tienen que abrir y no la abrieron, eso se convierte en perversidad”, explica, como sustento a su decisión de presentarse ante la Justicia.

Y aunque no quiere precisar los números de la demanda al municipio de Chivilcoy, reconoce que es de unos cuantos ceros. “Se la quise hacer al responsable de la obra, que fue Ariel Franetovich, pero no tiene fondos, nada está a nombre suyo, y no es más intendente, entonces no le cabe el juicio a él”, explica, quizás, como vecino.

La desidia con la que fue tratado el productor es la misma con la que se hizo la obra. En cuatro años de reuniones, cartas y charlas telefónicas, nadie le dio una solución. Por insistencia nomás un día levantaron la compuerta. Pero a la semana la volvieron a cerrar.

“Cuando vi que el agua me empezaba a correr en contra, me quedé helado. Estuvo sesenta días corriendo, echándome agua del canal adentro del campo. Entonces llamé al intendente Franetovich”.

La impericia

Un mes y medio después de que el canal empezó a desbordar hacia el campo de De Ariztimuño, el propio Franetovich junto al secretario de Obras Públicas, Claudio Legniani, se subió a un bote para recorrer el campo. “Llegamos a la compuerta y me preguntaron a mí adónde había que abrir para que el agua se vaya”, cuenta el productor. “Por sentido común les indiqué dónde y dieron la orden de que vaya la retroexcavadora para que se desagotara más rápido”.

Luego de que el plan fracasó -el agua alcanzó a la computadora de la máquina vial-, el entonces intendente ordenó romper el murallón con palas de punta.

“A los cinco días me llaman por teléfono, me preguntan si se había ido el agua del campo, y cuando les respondo que sí me avisan que lo iban a volver a tapar. Y lo cerraron de nuevo”.

Las pérdidas están detalladas en una de las cartas documento que De Ariztimuño le envió al intendente Pitelli: la inundación “ha impedido que pudiera cultivar la tierra, realizar pasturas, provocó el desmoronamiento de puentes y alcantarillas interiores, deterioró caminos internos, alambrados, postes y varillas, degradó el suelo impidiendo su resiembra”.

“Varió la composición física y química del suelo, degradándose periódicamente por la presencia de agentes abrasivos que dejó la inundación, se murieron gran cantidad de animales del rodeo, ha provocado que fuera endeudándome paulatina y constantemente a la espera de una solución del problema por parte del municipio, que a la fecha no llegó, ha provocado que sufriera constantes episodios de afectación de mi salud, con episodios depresivos cada vez más severos y continuos”.

La respuesta de la administración Pitelli tuvo el mismo tono que la de su antecesor: la negación. “Niego que obra pública alguna efectuada por esta Administración, haya causado los daños que Ud. imputa sin contar con elementos que objetivamente acrediten una relación o nexo causal entre las obras y los daños que Ud. invoca, los cuales debemos desconocer hasta que ello suceda”, respondieron desde Legales a una de las cartas documento del vecino damnificado. Y lo invitaron a “la oficina de Obras Públicas, a examinar los expedientes relativos a la realización de las obras que Ud. refiere”.

Pero al acercarse a esta dependencia y después de esperar cuarenta minutos, el responsable del sector le mandó a decir que “toda la documentación estaba en el sector de Legales, que se tenía que remitir a ese sector”. De legales a Obras Públicas, y viceversa.

En enero de 2010, Pitelli y el titular del área III de Hidráulica en la Provincia, Carlos Sampaolessi, encabezaron una reunión para tratar el tema de la situación hídrica en la región. Ante la exposición de De Ariztimuño sobre su caso, el propio Sampaolessi reconoció: “La obra de La Martija no fue aprobada por Hidráulica, está mal hecha”.

Abrir o no abrir

¿No era más simple abrir la compuerta? La simpleza del interrogante atenta contra cualquier sentido común.

“Pitelli me dijo que esa obra era un disparate, adelante mío le dio la orden de abrir al mismo jefe de Obras Públicas que estaba con Franetovich, pero nunca la abrieron”.
La situación es clara. Si abren la compuerta, la cañada tomará su cauce natural y quedará en claro que la obra está mal hecha. Para que eso no salga a la luz, hay que mantenerla cerrada. “Nunca me plantearon como posibilidad romper la compuerta; cualquier cosa menos eso”, dice el productor.

Ese “nunca” tiene una excepción. Es la propuesta que le hizo la administración Pitelli a De Ariztimuño cuando el conflicto entró en vías judiciales: “A través de mi abogado me plantearon que si aceptaba 300 mil pesos, abrían el murallón. No acepté porque no es ni una décima parte de lo que perdí”.

Desafío ofreció el derecho a réplica al ministro Ariel Franetovich, pero el titular de la cartera de Asuntos Agrarios prefirió no hablar del tema.

“El murallón lo van a abrir, pero no porque me den plata, sino porque es una obra totalmente ilegal”, afirma De Ariztimuño, con la impotencia de quien perdió todo sin poder hacer nada.

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