11 de julio de 2012
ANALISIS
División de la CGT y ofensiva a Scioli
El titular del Centro de Estudios Nueva Mayoría, Rosendo Fraga, analiza la división de la central obrera y también la interna dentro del Frente para la Victoria
(*) Por Rosendo Fraga
La división de la central obrera ha sido casi una constante en la historia sindical argentina. Han sido menores los períodos de unidad total del sindicalismo peronista que los de división.
Antes de esta nueva división, la central obrera ya estaba dividida, dada la existencia de la CGT Azul y Blanco liderada por Luis Barrionuevo.
La división que sufrió la CTA -la central sindical combativa- el año pasado es un antecedente de lo que sucede ahora con la CGT. En aquel entonces la impugnación del resultado de la elección para elegir autoridades -que en esta central se realiza por el voto directo de los afiliados- derivó en la fractura entre la CTA pro-K, liderada por Yasky (docentes), y la anti-K, con Micheli (estatales) como secretario general.
Igual que ahora, la Casa Rosada intentó, a través de acciones judiciales y administrativas, que el sector pro-K se quedara con la conducción, pero tampoco lo logró.
El escenario ideal para el gobierno es un Congreso de la CGT en el cual Moyano sea derrotado por los antimoyanistas. La división es el mal menor con tal de evitar que el dirigente camionero sea reelecto como secretario general por otros tres años al frente de la central sindical unificada.
Pero dos semanas atrás la Presidente tuvo la oportunidad de alcanzar su objetivo y la rechazó, cuando Moyano, antes de la protesta del 27 de junio, ofreció renunciar a la CGT si se aceptaba su reclamo de aumentar el piso para el pago del impuesto a las ganancias. La Presidente, de acuerdo a su estilo, rechazó la propuesta y decidió avanzar hacia la confrontación, quizás buscando una rendición del dirigente camionero.
Una CGT más dividida que antes, en momentos que la economía se frena, hará más difícil y no más fácil el manejo del conflicto social y esto es lo que temen sectores empresarios, como lo han explicitado dirigentes de la Unión Industrial Argentina (UIA).
Cabe recodar que aun los dirigentes sindicales más próximos a la Casa Rosada han coincidido con Moyano en el reclamo respecto al mínimo para el pago de ganancias.
Hasta la ruptura con Scioli, Moyano era el adversario político más importante de la Presidente.
Ambos se necesitan para sobrevivir políticamente. Si uno de ellos es vencido, la situación del otro, en consecuencia, se debilita. Los dos coinciden en la crítica al oficialismo nacional desde una perspectiva peronista y esto genera un eje político.
Moyano en las últimas semanas ha adoptado un discurso político abierto, reivindicando el Perón del acuerdo con Balbín y reclamando al gobierno nacional por su falta de diálogo y pluralismo.
El dirigente camionero quedará con una central sindical más chica pero más cohesionada. Sus adversarios, en cambio, pueden generar una más grande pero con disidencias y sin un liderazgo definido.
En la medida en que los problemas sociales y económicos se incrementen en las próximas semanas por el freno de la economía, Moyano encontrará más espacios para su rol opositor.
En cuanto a la provincia de Buenos Aires, ésta enfrenta una situación de ajuste económico derivada de la decisión del gobierno nacional de restringirle fondos.
En las próximas semanas las consecuencias de esto incrementarán conflictos, protestas y tensiones políticas y sociales.
La estrategia del gobierno nacional es clara: acusar de ello al gobernador y su déficit de gestión. La respuesta de Scioli es definida: la causa de los problemas no es la gestión, sino el castigo estructural a la provincia impuesto desde la Casa Rosada.
La cuestión es quién logrará alinear la opinión de los bonaerenses a su favor en función de la pugna de interpretación que queda planteada.
La acción política del gobierno se ha explicitado: mostrar a los intendentes que la permanencia de Scioli en la Gobernación es la causa de los problemas que hoy vive en la provincia, los que, con un cambio, se pueden solucionar.
La de Scioli -un político que siempre ha hecho un eficaz uso de la ambigüedad como herramienta política- comienza por ganar tiempo, pero se va perfilando hacia ampliación de alianzas con la oposición.
Al mismo tiempo, la elección del nombre de Juan Domingo para su agrupación política implica que, como Moyano, asume una identidad peronista para diferenciarse políticamente el Kirchnerismo-Cristinismo, que encuentra en Cámpora su referencia histórica.
En política nada es imposible, pero los márgenes para un acuerdo son muy estrechos. Dos semanas atrás Moyano intentó negociar con la Casa Rosada, ofreciendo dejar la CGT si se elevaba el piso para el pago de ganancias, pero la Presidenta desechó la oportunidad y optó por profundizar el conflicto.
Teóricamente puede plantearse que una crisis bonaerense se termina transformando en un problema político nacional y que por eso finalmente el gobierno nacional la evitará.
Pero la política es una mezcla de razón y de pasión y al mismo tiempo la historia muestra que las crisis suelen escalar por error de cálculo y esto puede estar sucediendo ahora con la Casa Rosada.
Quizás quien ha explicitado más fuertemente el conflicto ha sido Moyano, al decir que a Scioli le están haciendo un golpe de estado encubierto.
(*) Titular del Centro de Estudios Nueva Mayoría