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22 de noviembre de 2017
CRISIS

Fernando Espinoza - Verónica Magario: de la pareja del poder a la crónica de una caída

Junto a su novia y sucesora, el exintendente de La Matanza dilapidó en cuatro años el terreno político en base a derrotas, traiciones y caprichos. De presidir el PJ y gobernar el distrito más grande de la Provincia, a ser uno de los escondidos en la lista de UC y dejar de ser un referente para sus compañeros

Fernando Espinoza - Verónica Magario: de la pareja del poder a la crónica de una caída
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El fade out es un recurso que utilizan los músicos cuando a una canción no le encuentran el final adecuado y optan por ir bajándole el volumen de a poco hasta que no se escuche más nada. En un paralelismo entre política y arte, el derrotero del exintendente de La Matanza Fernando Espinoza comenzó en 2015, tras perder la interna junto a Julián Domínguez contra el binomio Aníbal Fernández - Martín Sabbattella, y culminó la semana pasada, cuando prácticamente todos los alcaldes peronistas le soltaron la mano en su afán por continuar como presidente del PJ bonaerense.

 

En dos años, las distintas circunstancias y decisiones tomadas por el matancero lo ubicaron en un callejón sin salida. Lecturas políticas erróneas y ambiciones personales jugadas a destiempo formaron parte de un cóctel explosivo que lo llevaron de ser del potencial vicegobernador a un mero jefe de asesores en la municipalidad de La Matanza, distrito gobernado por su actual pareja, Verónica Magario, a quien muchos aseguran que arrastrará, irremediablemente, en el tobogán si ella sigue atada a sus decisiones.

 

La relación sentimental se hizo pública de manera involuntaria hace un par de semanas. Se trata de un vínculo entre dos personas de carácter fuerte. Varios empleados municipales han sido testigos de candentes discusiones. Alguna vez ella le espetó: “Dejame gobernar y tomar decisiones”.

 

El jueves del cierre de listas del PJ, él volvió a demostrar quién se impone en la pareja. En medio de la discusión por la presidencia del partido, Magario salió a bancar a Espinoza y le gritó a Juan José Mussi que “el PJ necesita presidentes que se la jueguen”, cruzando al de Berazategui porque había votado el Presupuesto de Vidal. Espinoza se puso firme y le exigió que pidiera “disculpas a los compañeros”. Ella lo hizo.

 

Si bien es cierto que los próximos cuatro años encontrarán a Espinoza en una banca del Congreso, no es menos real que su apellido fue uno de los que Unidad Ciudadana no mostró demasiado en la campaña, y él, uno de los candidatos a los que se ordenó no hablar tanto.

 

EL PRINCIPIO DEL FIN

 

Apenas habían pasado dos días del mes de enero del 2015 cuando un vigoroso Fernando Espinoza, intendente matancero, anunciaba su próximo objetivo: ser gobernador de la Provincia. Pero el envión le duró seis meses, ya que a mediados de junio, postllamado de Cristina Fernández, debió encolumnarse detrás de Julián Domínguez. Para agosto, su destino ya estaba sellado: había perdido contra Aníbal Fernández y sus explosivas declaraciones en la campaña de las PASO no hicieron otra cosa que impedir el cumplimiento del apotegma peronista “quien gana conduce y quien pierde acompaña”.

 

Para colmo, hacia fines de noviembre del mismo año, la pérdida del balotaje presidencial por parte de Daniel Scioli a manos de Mauricio Macri motivó una jugada del matancero que -puertas adentro- todavía le sale cara. Es que Espinoza decidió reciclar parte del gabinete K en su distrito y, en pos de eso, relegó a dirigentes pejotistas de la órbita local; ergo, se potenciaron los rencores en dos direcciones: hacia él y hacia los K.

 

Post-2015, la pendiente se pronunció más. Cambiemos olfateó la herida y comenzó a avanzar en el distrito. Las estadísticas así lo señalan: a nivel local, en 2013 el PRO no presentó lista; en 2015, Cambiemos obtuvo 189.487 votos; y en 2017 hizo crecer ese caudal a 237.907 sufragios. Es decir que pasó del 25,6 al 30,1 por ciento de los electores, y adosó a estos números un dato revelador: pudo ganar en Villa Luzuriaga, la localidad donde Espinoza tiene domicilio. Para colmo, legislativamente se analiza un proyecto que busca partir su municipio en cuatro: La Matanza, Tapiales, Gregorio de Laferrere y Juan Manuel de Rosas.

 

Como si esto fuera poco, la actualidad del PJ termina por hipotecar su futuro. Sus ansias de continuar al frente del peronismo bonaerense se vieron obstruidas cuando el grueso de los intendentes de las secciones electorales Primera y Tercera le bajaron el pulgar; y la reacción de Espinoza sorprendió a todos. “Parece un chico encaprichado”, dijo un alcalde.

 

Los jefes comunales del PJ sacaron a relucir ahora todos los reproches. A saber: que se fue del PJ y dejó al partido afuera del principal frente opositor; que careció de peso para tomar decisiones; que no defendió los intereses políticos de los intendentes; que permitió demasiada influencia de los K a través de Eduardo “Wado” de Pedro y que usó siempre al PJ para su propio provecho político mediante la obtención de lugares expectantes en las listas.

 

Por eso, ahora los alcaldes del peronismo cerraron filas detrás de un proyecto de renovación y negaron totalmente su continuidad al frete del partido.

 

Como una especie de premio consuelo, le ofrecieron la Secretaría General del PJ y elegir al consejero por la Tercera sección, opciones que fueron rechazadas de cuajo por Espinoza, en su afán de seguir siendo el uno. Abrazado a la llave del partido, en una maniobra que sus propios pares califican de “necia”, optó por intentar romper la unidad que el partido reclama.

 

Cuando se alzó con la presidencia del PJ, el matancero soñó en grande. Tan sólo cuatro años después, ese sueño se desvanece como agua entre los dedos. Y aunque amenace con rebelar al peronismo de La Matanza, ya no todos parecen responderle a rajatabla.

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