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Argentina
12 de agosto de 2018
POR GUSTAVO MARANGONI (*)

La hora de la incertidumbre

La hora de la incertidumbreLa hora de la incertidumbre
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La incertidumbre es definida como la falta de seguridad, de confianza o de certeza sobre algo, especialmente cuando crea inquietud. Se trata entonces de un concepto que describe muy bien nuestra situación como sociedad. Vivimos la hora de la incertidumbre. Y se extiende a todo. Al pasado, al presente y al futuro. A la política y la economía. Al oficialismo y la oposición. A sectores empresarios y gremiales.

De allí que transitamos a la intemperie una “tormenta” económica que comienza a presentar sus efectos más temidos, agudizada ahora por un frente frío judicial de proporciones y alcances imposibles de ponderar. La combinación se presenta amenazante.

A las dudas sobre la capacidad del país para hacer frente a sus compromisos financieros se suman los interrogantes sobre si contamos con las herramientas para salir de la recesión en un plazo breve o vamos hacia una estanflación prolongada. Y se adiciona el temor sobre la capacidad del sistema político para administrar los conflictos y generar consensos eficaces.

Aún los núcleos duros y más sólidos de Cambiemos y el Kirchnerismo esconden detrás de su semblante convencido y hermético temores muy concretos sobre sus propias habilidades. Este antagonismo que rige el ajedrez político de los últimos años podría estar manifestando un agotamiento, por ahora sin opciones consolidadas a la vista.

La hora de la incertidumbre

El contexto global no ayuda. Nuestra debilidad general nos deja expuestos al contagio de todos los virus que esparcen las guerras comerciales y las dificultades de naciones muy lejanas como Turquía. Luego de ir al FMI ya no tenemos más colchones para soportar por mucho más tiempo shocks externos ni locales. Estamos vulnerables y sin horizontes claros.

Los padecimientos actuales no pueden ser interpretados consistentemente como la antesala de un destino próximo mejor. Y esa es la raíz del problema. Porque abre espacios a discursos de una negatividad destructiva como catarsis frente a la frustración. Enojo y escepticismo son también la manifestación de una necesidad: la de creer. No siempre esa sed de certezas se canaliza de modo virtuoso y tranquilo. Y ese es quizás el mayor riesgo.

La remanida sentencia de la crisis como oportunidad puede tener vigencia. Pero surgen los interrogantes: ¿oportunidad para quien?, ¿para beneficio de quienes? Cada momento histórico donde la razón desemboca en el pesimismo nos recuerda que la política premia a los que muestran la capacidad de construir sobre la voluntad.

Quizás una fuerte voluntad racional, inspirada en una renovación enmarcada institucionalmente sea un propósito digno de alcanzar de aquí en adelante. Demás está señalar que las dificultades serán muchas y severas. Habrá que construir sentidos orientadores para transitarlas. Esa tarea requiere de menos trincheras y de más puentes.

Quizás sea esta una oportunidad para que, de aquí a diciembre de 2019, prevalezca la condición de ingeniero del Presidente Macri frente a muchos que aún se entusiasman por promover demoliciones.
 
(*) Socio Director M&R Asociados

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