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Argentina
30 de septiembre de 2018
POR AGUSTíN D'ATTELLIS (*)

El miedo le gana a la codicia

A los mercados financieros los dominan dos fuerzas, en un sentido, la codicia, y es así cómo se gestan las burbujas, en el sentido inverso, el pánico, y así ocurren las crisis.

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La economía argentina se encuentra a la deriva, presenta serios desequilibrios estructurales, y no se observa ninguna actitud de parte de la política económica que apunte a atenderlos.

Tras dos años y medio de haber ganado tiempo, cubriendo con endeudamiento déficits gemelos que se ampliaban, mientras el mercado interno se debilitaba, y la vulnerabilidad ascendía de manera alarmante, la situación se tornó insostenible, reapareció el fantasma del default, y aquellos inversores internacionales que venían disfrutando las mieles de una bicicleta financiera que les permitía jugosas ganancias, decidieron retirarse del juego. Los activos argentinos comenzaron a caer, y el peso empezó a perder valor. Comenzó a regir el pánico. Frente a esta situación, sin lograr el Banco Central contenerla se decidió recurrir al prestamista en última instancia en las finanzas internacionales, el FMI.

Sin embargo, el desembolso original de este organismo, de US$15.000 millones, no alcanzó para contener la fuga. En tan sólo tres meses todos esos dólares se esfumaron de las Reservas Internacionales del BCRA, en otro fallido intento de contener un dólar que no paraba de subir. Mientras estos fondos se iban, el dólar pasó de 27 a 40 pesos. Este fracaso de parte de la autoridad monetaria terminó con la salida abrupta de su titular, Luis “Toto” Caputo. Sin embargo, en sus últimos cuatro días al frente de la entidad, Toto logró contener la dinámica alcista de la divisa. La estrategia fue hacer relucir a la codicia frente al pánico.

El miedo le gana a la codicia

Tras el vencimiento de Lebacs, que con una tasa de interés de corte de un 45% en la licitación, dejó libres alrededor de $150.000 millones, ofreció al mercado un nuevo instrumento, la Lecap, que a primera vista pareciera haber sido bautizada con el nombre del padre, “Letra de Caputo”, aunque se trata del apócope de Letra de Capitalización. Un instrumento financiero con vencimiento de corto plazo, 196 días, y a una tasa de interés del 4% mensual, capitalizable, es decir, con un rendimiento por encima del 50% anual.

En paralelo, se daba a conocer un nuevo acuerdo con el FMI, por el cual el organismo ampliaba el monto original del préstamo stand-by, que finalmente se conoció sería en 7.100 millones de dólares, a la vez que comprometía el adelanto de los fondos a desembolsar trimestralmente por US$3.000 millones. Estos adelantos de los años 2020 y 2021, a este año y el próximo, implican que en lugar de recibir US$6.000 millones este año, se obtengan US$13.400, y en lugar de ingresar US$11.400 en 2019, ingresen US$22.800. El objetivo de esta transacción es hacer desaparecer, de forma transitoria y en el corto plazo, al fantasma del default. Con estos fondos, la Argentina tendría cubierto su programa financiero, al menos hasta el fin del año próximo, vale aclarar, año electoral. 

Sin embargo, esta novedad resultó acompañada de un ejercicio académico puesto en marcha en el BCRA, por sus nuevas autoridades, Guido Sandleris, y su amiga, Verónica Rappoport. Con pretensión de clase de Política Monetaria I, se dió a conocer un esquema mediante el cual el tipo de cambio oscilará entre dos amplias bandas, un límite inferior en $34, y un límite superior en $44. A este segmento se lo denomina: zona de no intervención, en un forzado intento comunicacional de alejarlo de la famosa Tablita de Martinez de Hoz, tal como se recuerda al experimento del crawling-peg en la Argentina. Es decir, mientras el tipo de cambio fluctúe entre ambos límites, el BCRA se desentenderá de la cotización.

El miedo le gana a la codicia

Asimismo, estas bandas crecerán diariamente a un ritmo del 3% mensual. Es decir, que para noviembre las bandas ya serían de $35,02 y 45,32, y así sucesivamente. Pero, a la vez, como para poner todas las cartas sobre la mesa, lo cual sería necesario en el planteo del ejercicio de Política Monetaria I, aunque no queda claro que se trate de la mejor estrategia para contener una corrida en el mercado cambiario argentino, Sandleris reconoce que en caso de quebrarse alguna de las bandas, intervendría en el mercado, pero sólo con 150 millones de dólares por día. Eso es todo lo autorizado por su jefa, Christine Lagarde. Cabe recordar que, en momentos en que la corrida contra el peso se profundizaba, el BCRA tuvo que realizar intervenciones por más de 1.000 millones de dólares en una sola jornada. Pareciera un magro poder de fuego el que Christine le otorga a Guido. 

Con los desequillibrios presentes, tras reflejar un déficit comercial récord, de US$1.127 millones en agosto, devaluación mediante, y con una fuga de capitales acumulada de US$23.000 millones en tan sólo ocho meses, las dudas son si alcanzan los dólares comprometidos por el FMI para cubrir el programa financiero, y los déficits externos que parecieran no cerrarse, sino todo lo contrario.

El apoyo conseguido por el gobierno en el mundo es político. Responde a decisiones de estrategia geopolíticas. Pero la reacción del mercado evidencia que allí donde no hay más dios que el dinero, dominan los números. Los precios de los activos argentinos volvieron a caer, y el dólar retomó la suba y con más fuerza. La vulnerabilidad es muy alta. Reaparece el fantasma del default. La realidad se impone a la idea. Guido no es Toto. Las cartas están echadas. Ahora, el pánico le gana a la codicia.   


(*) Economista, Docente (UBA), Especialista Macroeconomía y Mercados Financieros, Director de Ágora Consultores
 

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