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Argentina
17 de octubre de 2018
OPINION

El día en que nació la lealtad

Por Marco Antonio Leiva / Cada año al llegar esta fecha viajamos en el tiempo hasta aquél 17 de octubre de 1945 en el que el pueblo argentino, movilizado por el amor y la fe en el mayor líder político de nuestra historia, salió a las calles masivamente para reclamar por la libertad del General Perón,obligado por las fuerzas armadas a abandonar sus cargos el 9 de octubre y siendo detenido el día 13 en la Isla Martín García por orden de la oligarquía rancia a la que, desde el comienzo de su labor política, le había hecho frente brindándole los trabajadores una dignidad y un protagonismo que jamás había tenido hasta ese entonces.

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El día 10 de octubre, habiendo renunciado a sus cargos en la Secretaría de Trabajo y Previsión, entre sus últimas palabras a los trabajadores allí presentes, dejó en claro que “(…) En esta obra, para mí sagrada, me pongo hoy al servicio del pueblo, y así como estoy dispuesto a servirlo con todas mis energías juro que jamás he de servirme de él para otra cosa que no sea su propio bien. Y si algún día, para despertar esa fe, ello es necesario, me incorporaré a un sindicato y lucharé desde abajo”.  Y así, poniéndose a la par del pueblo, comenzó su camino hacia la detención y posterior liberación popular, hecho que marcaría para siempre nuestra historia y nuestra identidad nacional.

Los días hasta su salida fueron de tensión creciente, ya que los trabajadores terminaban de comprender que el proyecto de país que Perón estaba proponiendo desde su labor ministerial había cambiado significativamente las condiciones de existencia de todos quienes empezaban a poder vivir su vida más allá del trabajo. Y la oligarquía no estaba dispuesta a permitir que “los de abajo” tuvieran sueños y aspiraciones, por lo cual necesitaban sacar a Perón del escenario a como dé lugar. Pero la transformación ya estaba en marcha: ese hombre que del pueblo había surgido había encendido una llama que hasta el día de hoy sigue ardiendo en los corazones de todos quienes vimos en él el camino hacia la liberación. Ya era tarde, puesto que Juan Domingo Perón ya había demostrado que otra Argentina era posible y el pueblo finalmente lo pudo hacer realidad.

El día en que nació la lealtad

Cómo sucedieron las cosas y en qué derivó este acontecimiento es algo que ya todos conocemos, es lo que marca nuestras bases y lo que repasamos una y otra vez para no olvidarnos jamás de la gesta heroica que aquellos “cabecitas negras”, que aquellos descamisados, alcanzaron el 17 de octubre liberando a Perón y proclamándolo líder indiscutido de los trabajadores, derrotando a la oligarquía y poniendo de manifiesto que los intereses del pueblo estaban por encima de los intereses de aquellos pocos ricos que pertenecían a las mismas familias que hoy volvieron para tomar revancha de los tiempos peronistas. 

Lo que hoy queremos recordar es de qué manera eso fue posible: gracias a la unidad y a la organización, a la convicción y a la militancia, a la fuerza y a la dignidad de miles y miles de personas es que el hombre se transformó en el representante de aquello que la Patria necesitaba. Raúl Scalabrini Ortiz, al hablar de “el subsuelo de la Patria sublevado” nos contaba sobre los individuos que hasta allí habían sido invisibles, que habían estado a la sombra de la sociedad, transitando sin más propósito que el de sobrevivir a un contexto terriblemente desigual, injusto y desolador. Quienes liberaron a Perón fueron todos quienes se sintieron vivos, importantes, partícipes de la construcción soberana de un país mejor. Fueron los que sintieron el abrazo protector del hombre más allá de la investidura, del que podía hacer una verdadera revolución con los trabajadores como bandera.

Y en este 73° aniversario del punto de inflexión en nuestro ADN político y sociocultural, en el que la fragmentación es la norma y los individualismos el obstáculo a superar, sentimos muy fuerte el poder llamar a todos a reunirnos, a mirarnos a los ojos, a salir con la frente en alto y el amor por la Patria llenándonos el pecho para revertir este escenario de oscuridad y entreguismo disfrazados de democracia en el que estamos viviendo. Porque la lealtad es mucho más que una conmemoración histórica, es mucho más que nuestra maravillosa Marcha y es mucho más que la emoción por Perón y el proyecto de país que diseñó para todos nosotros. La lealtad es volver a las bases, es volver a poner los intereses colectivos por encima de los intereses individuales. Es saber que muchos compatriotas creyeron de buena fe en que necesitábamos un cambio y comprender que su decepción es tan grande como nuestro dolor por haber visto el resultado antes de tiempo. Es saber que el sufrimiento de los niños nos tiene que hermanar de una vez y para siempre en pos de que nunca más haya un pibe con hambre, con frío y sin sueños. 

Ese era el sueño del General aquel 17 de octubre en el que el pueblo, unido, le dio por fin libertad para comenzar la etapa de mayor transformación de nuestro país en toda la historia, y en las palabras que pronunciase desde el balcón de la Casa de Gobierno aquella noche, dirigiéndose a más de medio millón de personas, quedarían marcadas a fuego las consignas para no perder de vista lo que más importa:

“(…) Que sepan hoy los indignos farsantes que este pueblo no engaña a quien no lo traiciona. Por eso, señores, quiero en esta oportunidad, como simple ciudadano, mezclado en esta masa sudorosa, estrechar profundamente a todos contra mi corazón, como lo podría hacer con mi madre.

El día en que nació la lealtad

Desde esta hora, que será histórica para la República, que sea el coronel Perón el vínculo de unión que haga indestructible la hermandad entre el pueblo, el ejército y la policía; que sea esta unión eterna e infinita para que este pueblo crezca en esa unidad espiritual de las verdaderas y auténticas fuerzas de la nacionalidad y del orden; que esa unidad sea indestructible e infinita para que nuestro pueblo no solamente posea la felicidad, sino también sepa defenderla dignamente. Esa unidad la sentimos los verdaderos patriotas, porque amar a la patria no es amar sus campos y sus casas, sino amar a nuestros hermanos. Esa unidad, base de toda felicidad futura, ha de fundarse en un estrato formidable de este pueblo, que al mostrarse hoy en esta plaza, en número que pasa de medio millón, está indicando al mundo su grandeza espiritual y material (…)”.

Hoy más que nunca, ¡Viva Perón, carajo!


Marco Antonio Leiva 
Identidad Peronista 

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