Ignorando la saga de papelones que nos propinamos, ahora el caso River-Boca, el plan Lagarde sigue su marcha rauda. Asfixiando cada día, cada semana, un poquito más a la economía real, y forzando el fenomenal ajuste fiscal calificado por el staff del propio FMI como “uno de los más duros de la historia del organismo”.
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A caballo de tasas de interés reales que se mantienen en niveles anuales estratosféricos, del orden de 25%-30%, la economía real muestra ya una colección de datos entristecedores, que ilustran sobre el derrumbe de producción, ventas y consumo en prácticamente todos los sectores.
Por suerte para el gobierno, el rezago propio de los procesos estadísticos limita o amortigua el flujo de “pálidas”, como por ejemplo la caída del 5,8% en el EMAE del Indec, que mide la actividad económica (o sea, –5,8%), informada esta semana. Menos mal que se trata de un dato de setiembre; a posteriori, con seguridad veremos que la actividad ha continuado y continúa su derrumbe.
Como resultado de la aplicación a rajatabla del acuerdo, cual si se tratara de un nuevo –quinto– Evangelio del Nuevo Testamento (“el Evangelio según Lagarde”), el gobierno puede mostrar la quietud cambiaria y algunos síntomas de tímida recuperación de la demanda de pesos. No es poco, en medio de la interminable corrida que comenzó en abril. Pero mirando un poquito más allá de lo inmediato, pocos se dejan llevar por los pronósticos optimistas de “segundo trimestre” (en vez del tristemente célebre “segundo semestre” nunca concretado), que emanan desde el oficialismo.
Las dudas se originan en una pregunta clave: ¿adonde vamos con todo esto? La evolución del riesgo país y de las tasas de los bonos argentinos nos ofrecen una buena perspectiva para comentar esto. El riesgo país, si bien en todo momento se ha mantenido mucho más elevado que el resto de la región, después de haber bajado de manera apreciable y alentadora más de 100 puntos, en los últimos días rebotó y se ubica, con rebeldía, en el entorno de los 700 puntos. Por su lado, los bonos argentinos oscilan en un rendimiento del orden de los 4,5% anual en dólares para horizonte 2019, mientras papeles con desarrollo más allá de 2021-22 duplican largamente esos rendimientos, llegando en algunos casos a niveles de 11%-12% anual en dólares. Los papeles argentinos muy largos? Casi nadie los quiere. Traducción: los mercados solo estarían considerando resuelto el riesgo de crisis de deuda argentina hasta 2019, es decir, de allí en adelante están mostrando dudas sobre la capacidad de la Argentina de asegurar el repago de sus deudas.
Parece lógico, considerando, por ejemplo, las dudas sobre la sustentabilidad de este esquema de ajuste espiralizado y espiralizante que surge del “Quinto Evangelio según Lagarde”, del creciente peso de intereses del endeudamiento, de las espaldas de la economía real para soportar esto a futuro, de la viabilidad dudosa de un ajuste fiscal no basado en una reestructuración y modernización del sector público en vez de sólo un apretón presupuestario y de caja, y de la ausencia de reformas estructurales urgentes, bien diseñadas y correctamente aplicadas desde lo político y lo técnico.
En esta lista de “pendientes”, se incluyen temas ultra delicados como reforma tributaria, del sistema de previsión y social, reestructuración voluntaria de deudas y rediseño de esquemas tarifarios. La desastrosa experiencia de la Reparación Histórica en orden a abordar un tema estructural, nos fundamentarían que “el que no puede lo menos, no puede lo más”, dejando eventualmente a todos los argentinos en el umbral de una perspectiva junto a esos 44 Soldados de la Patria que estaban ahí dispuestos a dar su vida defendiendo a su país, pero las sacrificaron sin que nadie tire un solo tiro, solamente como consecuencia de muchos años de malas políticas públicas (de Defensa, en este caso), y de un Cambio que no les llegó, en cuanto a efectividades conducentes.
*Ex titular de Arba, especialista en políticas públicas y temas fiscales y económicos.