Convivencia Kicillof - Intendentes, una olla en ebullición
El Gobernador sigue enojado por la forma en que debió llevar adelante los cambios, y desde su entorno dicen que la política trazada no se modificará. La relación con Máximo, el rol que empiezan a jugar nuevos actores y los jefes comunales que buscan más espacios en el Ejecutivo.
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“Es una convivencia por necesidad, no es la situación más cómoda”. Así lo ven desde el lado de Axel Kicillof. “Va a ser una relación muy compleja si él sigue enojado y no muestra signos de cambio”. Es lo que expresan desde el sector de intendentes, que hizo su entrada triunfal en la Gobernación tras el porrazo electoral.
“Máximo advirtió que faltaba política y no lo escucharon, ahora están las consecuencias”. En La Cámpora también se despegan de los posibles errores del Gobernador, y se pliegan a los jefes comunales en la demanda de cambios en la política y en las formas de llevarla adelante.
La olla hierve. Kicillof se calienta con el fuego furioso de los intendentes que iniciaron la revancha de un año y medio de supuestos desplantes y ahora prometen mostrar política y gestión como el mandatario no habría podido. El Gobernador aún está dolido porque Cristina Fernández, lejos de poner agua fría, avivó las llamas. Las obligadas designaciones de Martín Insaurralde en la Jefatura de Gabinete y de Leonardo Nardini en el Ministerio de Infraestructura y Servicios Públicos están a años luz de disipar las tensiones, y se deberá recorrer un camino virtuoso para arreglar algo que nació roto.
“Para el equipo fue un gran golpe, incluso más que para él, que, de alguna manera, tenía asumido que iba a hacer cambios. Lo más duro para Axel fue no poder hacer esos cambios a su manera, de una forma más prolija, en sus tiempos. Tuvo que precipitarlo todo, y eso fue lo más desagradable”, contó a La Tecla una de las personas del primer anillo de confianza de Kicillof.
“Nuestro plan de transformar la Provincia no se mueve un ápice. Si los nuevos vienen con otra idea habrá tironeos, pero, al fin y al cabo, el Gobernador es Axel, y van a tener que hacer lo que él disponga, la lapicera la tiene Axel”, torean desde el entorno, donde advierten que ahora los intendentes “van a tener que demostrar tanta insistencia y tanta prepotencia” en la negociación pos-PASO; y desafían: “No vamos a pretender que se resuelva todo mañana, pero ahora tienen que hacer lo que decían que otros no hacían”.
Sin esfuerzos por ocultar su fastidio, Kicillof les ha dicho a allegados que no pondrá la firma si antes no está absolutamente convencido de lo que se quiere hacer, y sin su rúbrica, la voluntad de los ministros choca contra una pared. Es imprescindible entonces llegar a puntos de acuerdo, de lo contrario, la Provincia quedará paralizada.
En el corazón del intendentismo reconocen las dificultades convivenciales derivadas de escarceos durante un año y medio (solo atemperados por la emergencia COVID) y de una guerra pos-PASO que empujó la apresurada modificación del gabinete. No obstante le recomiendan al Gobernador que deje su enojo de lado, acepte las circunstancias e “intente conducir el esquema; que se ponga por encima de todo y trate de capitalizar el esfuerzo de todos con una actitud positiva”.
Un dirigente de la Primera sección vinculado a los alcaldes peronistas ejemplificó: “Esto es como cuando se arman las listas: vos pretendés tener todo, pero tenés que ceder lugares aunque no te guste, y una vez que la lista se cerró, todo es tuyo, porque el objetivo va más allá de las personas, y si vos te ponés por encima, al final sos el que le saca provecho”.
Si Kicillof no lo logra padecerá el síndrome del teléfono mudo. Hay una coincidencia generalizada en los municipios y en la Legislatura sobre a quiénes llamarán los dirigentes en primera instancia para solucionar los temas distritales y lograr los acuerdos políticos para avanzar en las leyes. Claro que siempre está la última instancia en manos del Gobernador, y desecharlo de la agenda sería un grave error, sobre todo en las cuestiones legislativas, donde tiene una gran incidencia el Secretario General, Federico Thea. Pero está claro que el WhatsApp de Kicillof recibirá menos mensajes en la medida que los nuevos ministros respondan a las demandas.
En los primeros días del matrimonio forzado, mientras el Gobernador trataba de asimilar la derrota propia después de la derrota del conjunto, Insaurralde y Nardini emprendieron una agenda cargada de reuniones políticas y de gestión. El jefe de Gabinete hasta mantuvo un encuentro con el Foro de Intendentes Radicales.
Además, desde el Ministerio de Infraestructura se destrabaron desembolsos para obras por mil millones de pesos en menos de una semana. Más allá de la intención de mostrar operatividad, ambos intendentes devenidos en ministros pretenden sostener la confianza de sus pares y desde ahí incrementar su poder, que, dicen, “es el de los intendentes, no nuestro personalmente”.
En las horas tensas entre el viernes 17 y el domingo 19 de septiembre, cuando se comunicó oficialmente el cambio de gabinete, Kicillof trató de resistir la salida de Bianco, ofertó otras carteras, recibió la negativa de Mario Secco de integrarse al Gobierno, se encontró con la imposibilidad de avanzar en cambios en la Ley de Ministerios para cumplir con el acuerdo inicial, y entonces temió que se abriera una nueva instancia de negociación y debiera ceder más espacios. Por eso llamó a Cristina, para encontrarse con ella antes de cerrar el paquete. Intentó varias resistencias, pero solo pudo plantarse una vez.
Ante la insinuación, por parte de los negociadores, sobre la posibilidad de que en vez de los alcaldes asumieran en el Ejecutivo provincial allegados a ellos, el Gobernador fue tajante. “No, ustedes ponen la cara y ponen la firma”, sentenció, dispuesto a compartir éxitos pero blindándose ante posibles fracasos.
La derrota en las primarias puso en ebullición al Gobierno nacional y al de la provincia de Buenos Aires. Kicillof tardó un poco más en darse cuenta de que compartía con Alberto Fernández el señalamiento interno de mariscal de la derrota.
Incluso en ese breve interregno de dos días donde la atención estaba exclusiva mente centrada en la Casa Rosada, también el bonaerense se quejó puertas adentro de la política económica del Presidente. Esa evaluación llegó a oídos de Máximo Kirchner, y desde allí se puso en marcha el operativo cambios en el Ejecutivo provincial.
El primer objetivo de las modificaciones tanto en el gabinete nacional como en el bonaerense es tratar de dar vuelta, el 14 de noviembre, el resultado de las PASO. Una nueva derrota elevará el fuego en las hornallas, cuyas consecuencias aparecen como impredecibles por estas horas. Sin embargo, muchos en el oficialismo son optimistas.
Algunos en la Provincia dicen que “aun perdiendo se puede ganar”, si, por ejemplo, se consigue equiparar fuerzas en el Senado, y eso ayudaría a bajar la temperatura, además de empoderar a los recién llegados.
La eventual derrota ya no será tan solitaria. Lo curioso es que si hay un cambio de ganador en noviembre, Kicillof compartirá con Alberto Fernández la contradictoria sensación de una victoria pírrica.
Un choque entre pragmatismo y dogmatismo en el frente
“Es más fácil la relación con Máximo que con Insaurralde, estamos más acostumbrados”, sentencia ante La Tecla una persona cercana al Gobernador, para morigerar de alguna manera la evidente tirantez con la que hace años conviven Máximo Kirchner y Axel Kicillof y, a la vez, dejar en claro que entre el mandatario y su actual jefe de Gabinete las diferencias de forma y estilo son más profundas . El Gobernador y el hijo de la vicepresidenta pertenecen a la misma generación pero tienen distinta formación. Comparten, y se celan, la gracia de ser los faros en los que Cristina proyecta su continuidad, y no pocas veces la expresidenta ha mostrado debilidad por el mandatario bonaerense, surgido de la academia.
Máximo, en tanto, basa su carrera en la formación política autodidacta mamada desde la cuna. Los dos aspiran a lo mismo y coinciden en su visión sobre la sociedad, la economía y el proyecto de país, pero difieren en las formas de llegar al objetivo.
Tanto desde el kicillofismo como desde La Cámpora aseguran que “hay diferencias en la manera de hacer política, de forma, pero no de contenido”, porque “en las cuestiones de fondo coinciden en casi todo”; y en ambos lados buscan minimizar la rencilla interna. “Con Máximo se viene trabajando desde el principio. Tanto Gollan como Kreplak (exministro y actual ministro de Salud) son de la orga, el Cuervo (Larroque, ministro de Desarrollo) y Fernanda (Raverta, extitular de Desarrollo) son de la orga. Y hay compañeros de La Cámpora en todos nuestros ministerios”, enumeran en el entorno de Kicillof, donde sentencian que “esa alianza estratégica estaba funcionando”.
Un integrante de la organización que conduce Máximo explicó que su jefe “escucha mucho, deja hablar, pregunta. Axel también escucha, pero su formación como economista y toda una vida dedicada a la docencia se notan al momento del discurso”.
Los intendentes que tratan con los dos tienen la misma percepción: ambos reniegan de los vicios de lo que denominan “vieja política”, pero el diputado nacional acepta el juego y no le esquiva a la rosca, todo lo contrario; en cambio el Gobernador no la soporta ni tolera que sus deseos se enmarañen en negociaciones permanentes. En resumen, Máximo es más pragmático, como Néstor; y Axel es dogmático, se parece más a Cristina.
Superestructuras para blindar a los suyos y no perder el control
Kicillof debió conceder la Jefatura de Gabinete y el Ministerio de Infraestructura, pero compensó y blindó a los funcionarios que ocupaban esos cargos con superestructuras: una, con fuerte incidencia en el manejo interno, y otra, con un presupuesto millonario.
Carlos Bianco quedó al frente de la Jefatura de Asesores, una dependencia creada para la ocasión y que auscultará con minuciosidad a todo el Ejecutivo, en especial a aquellos funcionarios que no pertenecen al primer anillo de confianza del Gobernador.
La Jefatura de Asesores, con rango de secretaría, cuenta con cuatro subsecretarías y nueve direcciones provinciales. Muchos ven a la dependencia como una virtual Jefatura de Gabinete paralela para cuestiones operativas.
Formalmente, en el Gobierno reconocen que la estructura se armó “para contener a los compañeros” y “prepararle contenidos al Gobernador”.
La describen como un área muy economicista, una especie de centro de estudios económicos que descomprimirá a los ministros de los habituales pedidos de Kicillof de informes técnicos y análisis de variables. Sotto voce hay quienes la señalan con picardía como una especie de AFI interna, una lupa sagaz que monitoreará los pasos de los funcionarios.
Entre las varias funciones que se le asignan al área, de acuerdo al decreto que la creó, figuran el seguimiento de los temas prioritarios y estratégicos para el desarrollo provincial, entender en el proceso de definición de prioridades en términos productivos y en las relaciones interjurisdiccionales, el seguimiento de los asuntos en materia política y económica e intervenir en el diseño y en la ejecución de proyectos estratégicos; funciones que ya ejercía Bianco como jefe de Gabinete.
En tanto, la idea es convertir al Instituto de la Vivienda, donde recaló Agustín Simone, en un ministerio para darle independencia absoluta de la cartera de Infraestructura. Como es imposible políticamente avanzar ahora en una modificación de la Ley de Ministerios, Kicillof decretó aumentar la cantidad de ravioles en la estructura del instituto.
El administrador del ente, al que se le concedió el sueldo de ministro, estará acompañado por un subadministrador y tendrá a cargo cuatro subsecretarías y nueve direcciones provinciales, además de la Dirección General Administrativa.
Enojo del Gobernador por las previsiones electorales
Tanto Kicillof como el grupo que lo acompaña se definen a sí mismos como hiperautocríticos y autoflagelantes en esas críticas hacia dentro, pero tampoco se culpan de la derrota electoral en la proporción que sí lo hacen desde otros sectores internos.
Cuentan en la Gobernación que “Axel está muy enojado con haberse dejado convencer por la visión general que había sobre la elección y sobre la campaña”. Hablan de una corriente interna exitista y muy confiada en la que creyeron demasiado basándose en la experiencia electoral de esos sectores. “Ellos, más avezados en encuestas y esas cosas, nos decían que ganábamos, y nos confiamos. Es algo que todavía nos cuesta asimilar”, reconocieron en calle 6.
También aseguran que en ese aspecto se hace autocrítica, porque el Gobierno provincial debió haber sido más perceptivo y tomar medidas en consecuencia, como se intenta hacer ahora. También admiten que faltó contacto con la gente, y es un tema en el cual pondrán atención en este mes.
Hay, además, enojo por parte del Gobernador con Sergio Massa, porque el día de las elecciones, a las seis de la tarde, ni bien cerrados los comicios, le envió un mensaje en el que le aseguraba un triunfo holgado del oficialismo. Eso, dicen, apuró el festejo en La Plata del que participó Máximo Kirchner. Una foto fallida que molestó sobremanera al líder de La Cámpora.
Un tema recurrente en las pujas internas del Frente de Todos
En el núcleo duro que rodea a Axel Kicillof no tienen dudas de que la madre de todos los problemas es la re-reelección de los intendentes, que sigue sin resolverse, y que si no encuentra una salida el año entrante dejará abierta la puerta a una sangrienta puja por las sucesiones en los distritos.
Los alcaldes aceptan que es una gran preocupación y les gustaría ir por el camino legislativo para voltear de una vez por todas la normativa 14.836 antes de entrar en el camino interpretativo de la Justicia, hasta ahora la salida más viable, por la inconstitucionalidad que supone la reciprocidad de una ley votada en 2016 que determina como primer mandato el iniciado en 2015.
Para avanzar en la Legislatura el oficialismo debería tener mayoría en ambas cámaras, algo que, de acuerdo al resultado de las PASO, se presupone difícil. Aunque el asunto también interesa a los intendentes de Juntos por el Cambio, ese espacio político es el que acompañó la norma impulsada por el massismo, y quedará entre la espada y la pared, es decir, entre el deseo y el compromiso.
Será una tarea a resolver para Martín Insaurralde a través de los acuerdos políticos que pueda tejer desde la Jefatura de Gabinete. Mientras tanto, una decena de jefes comunales oficialistas, con cargos en Provincia, Nación, y desde diciembre en la Legislatura, podrían volverse a presentar en 2023, gracias a una interpretación del decreto reglamentario.
Pero eso resuelve el problema de algunos, mientras la demanda es de casi todos.
Funcionarios que no funcionan pero son de Cristina
Tanto en 2019 como ahora, Axel Kicillof prescindió de lugares en la lista de diputados nacionales y en las de legisladores provinciales, a excepción de su amigo Carlos “Cuto” Moreno en la Sexta. A cambio pretendía quedarse con el monopolio del Ejecutivo para su círculo cercano, ese grupo reducido de compañeros -en su mayoría de la época de estudiante- en los que un desconfiado por naturaleza confía plenamente. A lo sumo abrir lo mínimo indispensable.
Pese a que fue siempre reticente a parcelar el Gobierno cedió a La Cámpora el Ministerio de Desarrollo de la Comunidad, la Subsecretaría de Medios y casilleros en las estructuras de todos los ministerios. Le concedió a Cristina las carteras de Seguridad y Justicia y otros lugares, como el Instituto de Previsión Social (IPS), y accedió a que Sergio Massa colocara funcionarios en empresas del Estado.
Quizá creyó que con esa negociación inicial podría sostener casi el mismo equipo durante cuatro años. Pero sobrevino la derrota electoral y se sobrecargaron las responsabilidades sobre hombres de su riñón, debió acceder a los cambios y, como contrapartida, no pudo -o no lo dejaron- hacer modificaciones que hubiese querido realizar hacía tiempo. Porque los verdaderos intocables son los de la vicepresidenta.
Parece insólito escuchar de parte de gente ligada al Gobernador que hay funcionarios que no funcionan pero deben permanecer porque Cristina los quiere ahí.
El ejemplo más contundente es el de la conducción del IPS, a cargo del radical cristinista Eduardo Santín. Los reproches desde las intendencias son los mismos que se hacen desde el corazón del Gobierno provincial. “Es una de las mortificaciones y autocríticas de Axel, porque el IPS no da las respuestas que se necesitan, porque el instituto está virtualmente parado”, confió una fuente del Gobierno.
Ministerios pendientes y más cambios en el horizonte
Una de las razones por las que Kicillof le pidió la reunión a Cristina Fernández en El Calafate el 19 de septiembre fue cerrar definitivamente la negociación ante el riesgo de tener que ceder más lugares en ese momento, debido a que la imposibilidad política de crear nuevos ministerios amenazaba con un nuevo tironeo por los cargos.
Como publicó oportunamente latecla.info, se había acordado crear tres nuevos ministerios. A Vivienda iría Agustín Simone; a Medio Ambiente, Daniela Vilar; y a Cultura, Florencia Saintout.
Pero en el contexto del momento político, con una oposición con mayoría en el Senado y empoderada por la victoria electoral, enviar una nueva Ley de Ministerios era someterse a una catarata de pedidos de Juntos por el Cambio, que aguarda con cuchillo y tenedor una instancia así para reclamar los cargos en las empresas y directorios del Estado, pendientes de resolución desde que asumió la actual administración.
Esos ministerios quedaron en stand by para después de las elecciones generales, y también podrían depender del resultado. Sin embargo, desde el espacio comandado por los intendentes que llegaron al gabinete sostienen que “habrá más movimientos”. Lejos de conformarse con la jefatura de Gabinete e Infraestructura, los jefes comunales del PJ y los muchachos de La Cámpora van por más espacios de poder, en detrimento del kicillofismo, que es reducido pero de innegable existencia.
Además, en el reparto realizado hasta ahora faltan equilibrios, debido a que solo ha atravesado las puertas del poder provincial uno de los varios grupos de jefes comunales que hay.
Magario incrementa su juego político y estará secundada por Teresa
Verónica Magario convocó la semana pasada a senadores del oficialismo y la oposición para comunicarles la nueva modalidad de trabajo y la impronta que tendrá la renovada etapa, con más volumen en el ejercicio legislativo pospandemia. Tras varias reuniones en las que participó junto a Insaurralde, la vicegobernadora les dijo que ella llevará adelante la nueva coordinación con el Ejecutivo.
Desde diciembre, Magario estaría secundada en esa tarea por Teresa García, quien quedaría al frente del bloque oficialista. Serán las encargadas de la relación con el Ejecutivo. Parece una cuestión absolutamente normal en el funcionamiento entre la Cámara Alta y calle 6. Sin embargo, durante lo que va de la gestión de Kicillof, esa simbiosis ha tenido dificultades. Ahora, con el cambio de lógica, se vuelve a una institucionalidad más ordenada.
Rebeldías, enojos, gestos y las especulaciones en torno a Berni
que le cambien el plan del día por una visita a la casa de la abuela, Kicillof muestra su enojo, y quienes se vieron desplazados de sus cargos, también. En la reunión con los intendentes del Conurbano, realizada después de los cambios, a su derecha se sentó Insaurralde y a su izquierda, Carlos Bianco. Una clara demostración de que el exjefe de Gabinete estará en esos encuentros que haga el Gobernador, pese a que ahora sus funciones son otras.
Agustín Simone, molesto porque lo mandaron a un área dependiente del ministro que lo reemplazó (la promesa de independizar el Instituto de la Vivienda no se puede cumplir ahora), avisó que no quiere sus oficinas en el edificio de Infraestructura.
Oficialmente se asegura que Simone trabaja desde Capital, por una cuestión familiar, pero en Vivienda afirman que el funcionario avisó que regresará a La Plata cuando tenga su despacho fuera de la sede de calle 7. Se está remodelando un edificio en 10 y 61, que estaba en desuso y necesita una millonaria inversión.
Dentro de las cuitas palaciegas vale señalar que Sergio Berni tiene profundas diferencias con Insaurralde desde hace mucho y se entendía bien con Bianco. En cambio se fue del gabinete nacional Sabina Frederic, a la que enfrentó públicamente decenas de veces, y en su lugar llegó Aníbal Fernández.
Berni y el nuevo ministro de Seguridad nacional tienen una personalidad arrolladora, que los ha hecho chocar, pero podrían convivir. “El tiene su relación con el Gobernador, pero lo que perdió acá lo ganó allá”, sintetizan en calle 6, donde apuestan a un trabajo más coordinado que en la etapa anterior.
En los últimos días tomaron fuerza distintas versiones acerca de un posible alejamiento de Berni. Y aquí talla nuevamente la interna entre Kicillof y los intendentes. Si el ministro decidiera dejar el cargo o Cristina habilitara su salida (es soldado de la vicepresidenta), desde el sector que encabeza Insaurralde apuestan al regreso de Alejandro Granados, mandamás de Ezeiza y ministro de Seguridad bonaerense entre agosto de 2013 y diciembre de 2015. Al respecto, una fuente del Ejecutivo dijo: “Un rumor más de los que se encargan de lanzar los compañeros”, en referencia a los alcaldes.
El jefe comunal de Escobar, Ariel Sujarchuk, quien ha tomado una postura crítica hacia los gobiernos nacional y provincial, también se anota en la virtual carrera por la cartera con sede en la calle 2 de La Plata.