Argentina
Jueves, 25 abril 2024
JUNTOS POR EL CAMBIO
2 de noviembre de 2022

Presos de la ansiedad se quieren comer los pollos antes que rompan el cascarón

La alianza opositora se hiere en internismos provocados por la sensación de que sí o sí el próximo presidente saldrá de ese espacio y quien gane la pulseada puertas adentro se quedará con la banda y el bastón. Sin embargo, la posibilidad de un nuevo espacio que se cuele por el medio de la grieta no debería ser descartada si no se archivan egos sobrevalorados.

Por Hernán Sánchez
Presos de la ansiedad se quieren comer los pollos antes que rompan el cascarón - La Tecla
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Presos de la ansiedad se quieren comer los pollos antes que rompan el cascarón - La Tecla

El dicho popular “cuenta los pollos antes de nacer” aplica con certeza al excesivo triunfalismo que impera en Juntos por el Cambio y que lleva, incluso, a que en la ansiedad los dirigentes de la principal coalición opositora ya vean al pollo servido en la bandeja cuando en realidad ni ha salido del cascarón. Es cierto que en la foto de hoy parece poco menos que imposible una continuidad al mando del Estado por parte del Frente de Todos, o del peronismo kirchnerista, pero a la película le falta mucha cinta por correr. Y nunca se debe subestimar la capacidad voraz del peronismo para pelear por el poder.

Tan seguros están en la principal alianza opositora del triunfo en el 2023 que se ha abierto una lucha fratricida de consecuencias insospechadas, porque la incógnita ya no sería qué espacio gana, sino qué persona se hace acreedora a la banda y el bastón. Todos la ven tan fácil que se matan por ser y esa ambición mella como a ningún otro al Pro. No solo hay riesgo de ruptura de la coalición, sino que está a un paso de implosionar el partido creado por Mauricio Macri, la piedra más dura y amalgamada que hasta ahora funcionaba como base sólida en el sostenimiento de Juntos por el Cambio.

La razonable, por ahora, certeza de que el próximo gobierno será de otro color político al actual ilusiona hasta al mismísimo expresidente, que saca cuentas todos los días, a pesar de que las encuestas siguen mostrándole que no está entre los preferidos del electorado, sino todo lo contrario. A Macri le dicen los propios, quizá demasiado tarde, que su gobierno fracasó. Él, en cambio, no solo esquiva la autocrítica, sino que se ofende por los cuestionamientos y toma una actitud soberbia de jefe supremo al que no se lo puede contradecir, ni siquiera sugerir. 

Presos de la ansiedad se quieren comer los pollos antes que rompan el cascarón

La amenaza de sopapear a Felipe Miguel por parte de Patricia Bullrich es muchísimo más grave que el cuestionamiento (varias veces repetido por otros dirigentes del espacio) que Facundo Manes le hizo al expresidente; sin embargo, Macri parece avalar todo lo que haga su ministra de Seguridad. Distinta sería la cosa si el exabrupto hubiera provenido de Horacio Rodríguez Larreta o de alguien de su entorno. Está claro que Macri juega abiertamente para los halcones, pero lo que más le cuesta sobrellevar no es la postura política entre estos y las palomas, sino que alguien -a quien nunca dejará de considerar un subordinado- se atreva a desafiarlo. 

Larreta da muestras constantes de que por nada renunciaría a quedarse con la presa principal de esa bandeja presumiblemente servida. Si es como la síntesis del Pro, mejor, pero por las dudas explora otras alternativas. Seduce a los radicales, coquetea con Carrió y tira líneas con el peronismo no kirchnerista. Todo lo contrario al pensamiento de Macri. Si por él fuera y no los necesitara ya habría roto definitivamente el vínculo de los amarillos con la UCR, por ejemplo. Macri ordena, desde los medios y desde un libro, qué es lo que debe hacerse, ahora y después. Sin embargo, como chicos caprichosos, muchos desafían esa autoridad aunque lo sigan considerando el padre. 

El exmandatario traza un paralelismo con su archirrival Cristina Fernández, de jefe supremo al que no se le puede llevar la contraria. Sin embargo, es inverosímil que tenga la autoridad para digitar al candidato, anunciarlo en un posteo de fin de semana y conseguir el apoyo unánime ya no de toda la alianza, sino de su propio partido. Aún en la debilidad de un gobierno roto, desorientado, Cristina sigue sometiendo al peronismo a su conducción y nada hace prever que será distinto en el próximo proceso electoral. Ella encontrará al postulante para dar la pelea, logrará cohesión detrás de él y tendrá la lapicera de las listas. Macri dejó volar halcones y palomas y ahora le será muy difícil meterlos a todos en la misma pajarera. 

Presos de la ansiedad se quieren comer los pollos antes que rompan el cascarón

La ambición personal de las tres figuras principales del Pro, sumadas a que el radicalismo también se siente capaz de comandar la difícil transición que se vendrá, sumerge en tanta tensión a Juntos por el Cambio que el futuro de la coalición depende demasiado de los renunciamientos a los egos sobrevalorados. Y si esto no sucede la ruptura será inevitable. 

Preparar el banquete antes de tener los ingredientes supone un riesgo, doblemente agravado cuando se trata de la política, enormemente potenciado cuando se trata de la Argentina. Los tiempos de campaña se han adelantado como si la cena fuera a servirse mañana, sin que los comensales sepan en cuál mesa se van a sentar. En la oposición deberá atemperarse el nivel de beligerancia si verdaderamente pretenden ser opción de gobierno. De lo contrario, una ruptura configuraría un nuevo escenario que, por ejemplo, podría abrir la puerta a una opción que hoy no aparece sobre el mantel pero se cocina por fuera del fragor de las dos principales coaliciones.

También en la política hay cansancio de la grieta y eso hace que sea más posible que años atrás un resquebrajamiento de las estructuras dominantes para embrionar una nueva alternativa. Aunque el problema que surge en esa construcción es el mismo que pone en riesgo a la coalición opositora: todos se sienten seguros de conducir el caballo ganador. Porque es la apuesta soñada por el radicalismo, pero también es una alternativa para Larreta. En todo caso, quienes cuentan los pollos tan temprano debieran, al menos, esperar que rompan el cascarón y ver cuál pinta mejor para darse el banquete.
 

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