12 de diciembre de 2011
SOCIEDAD
La vida de la hija de Videla en Tornquist
Mientras la comuna sureña despierta de la indiferencia, María Isabel, hija del ex dictador Jorge Rafael Videla, vive la nueva etapa política en el pueblo que la alberga desde hace más de veinte años
Diez años atrás Jorge Rafael Videla podía transitar sin sobresaltos las calles de Tornquist, compartir la misa con su familia, acompañar a sus nietos a la escuela y cenar en un restaurante. A su paso era saludado con respeto por los vecinos de su hija María Isabel.
Diez años después, otra es la historia. El nombre de la única joven detenida y desaparecida de la comunidad durante el gobierno de facto de Videla, Cristina Garófoli, fue puesto a la secretaría de Derechos Humanos y Desarrollo Social del Municipio, que se creó en agosto de 2010.
Por primera vez se logró conmemorar el Día Nacional de la Memoria (24 de marzo) con un video confeccionado por ex alumnos de la Escuela Nacional, en el que se recuerda a la militancia de Garófoli y se defenestra a la pasada dictadura.
El trabajo había sido censurado cinco años atrás por la propia comunidad, que temía ofender a la familia y a los nietos del represor, que concurrían a dicho colegio. Quizá por primera vez algunos de los que desconocían la desaparición de la militante de la JP miraron con atención el rostro del ex presidente de facto.
María Isabel Videla tiene 53 años y construyó en Tornquist su lugar en el mundo. Algo alejada de la gente, en la Estancia Hogar Rodolfo Funke armó su hogar. Allí, su marido, Cristian Kleine, oficia de mayordomo, es decir, administra los bienes de este espacioso complejo destinado a esparcimiento, turismo aventura y vacaciones relajadas.
Allí crecieron sus hijos. Por allí pasó el abuelo Jorge cuando estaba de visita. La estancia está situada a 15 kilómetros de la ciudad. Manejada por una fundación de origen alemán, con sede en Buenos Aires, suele alojar contingentes de turistas del país germano. Su principal atractivo es el tour para escalar el cerro Tres Picos.
“Ella es una persona muy amable, que lleva a sus hijos a la escuela, a las clases de folclore; se vincula socialmente desde esos lugares porque, como vive en la estancia, está alejada”, asegura el periodista local Marcelo Algañaraz.
Todos los consultados coinciden en destacar lo estudiosos que son los chicos y los buenos modales que muestran.
“Todos los hijos tienen promedios altos, son muy inteligentes y correctos”, expresan.
María Isabel nunca dio una entrevista, ni formó parte de alguna actividad social de perfil alto, no militó en partido o movimiento político, y tampoco en alguna fundación pública o privada.
Su participación social siempre se desarrolló a partir de las actividades de sus hijos: el Colegio Nacional, la escuela de folclore, los deportes. Como no posee casa en Tornquist, el resto de la actividad la desarrolla en la estancia, al igual que sus hijos.
Nunca se la escuchó hablar de su padre, o de la época en que ejercía el mando en el país, como si esa historia le fuera ajena.
El esposo de María Isabel, Cristian Kleine, es un hombre reservado, algo parco, de pocas palabras. Esta característica no le impide agradar a las personas, que, en general, destacan sus buenos modales.
Los Kleine había logrado durante años mantenerse al margen de lo político, y de la historia del abuelo, pero llegando al 2000 trascendieron en los medios los viajes que Videla hacía a Tornquist.
El genocida había sido sentenciado a reclusión perpetua en 1985 por el asesinato y desaparición de miles de ciudadanos durante su gestión presidencial.
Deambuló por algunas cárceles, hasta que en 1998 se le concedió el derecho de arresto domiciliario.
Aunque existen algunas denuncias sobre su presencia en el lugar durante esa época, todos los vecinos y autoridades de Tornquist aseguran que dejó de viajar a partir de su detención.
Ese episodio, sin embargo, no pasó inadvertido para su hija, que debió sufrir el impacto de la noticia en carne propia.
Por primera vez apareció en los diarios, y su vida, confinada a ese pintoresco pueblo bonaerense, se vinculó de forma inevitable al horror de los años de la dictadura. “Esta es una comunidad pequeña, donde nos conocemos todos, sin embargo, algunos vecinos no sabían que existía el caso de una chica detenida desaparecida. Vecinos que viven a metros desconocían ese hecho. A la propia familia le costaba hablar del tema”, expresa el jefe comunal, Gustavo Trankels.
El intendente, reelecto en los comicios de octubre, remarca que la hija de Videla es una ciudadana más, que se ha integrado a la comunidad sin inconvenientes.
“No podemos hacer cargo a alguien por lo que han hecho sus padres, sobre todo porque ella siempre ha sido muy respetuosa”, afirma el alcalde.
“Conozco a ella, a sus hijos, y jamás me dijo nada. Sabe cuál es mi función, pero no se mete”, dice, por su parte, el secretario de Derechos Humanos de la comuna,
Daniel Natali.
No se muestra tan optimista Jorge Garófoli, hermano de la joven asesinada durante el proceso comandado por Videla.
“Cuando se creó la comisaría se movilizó un poco todo, pero después quedó ahí”, indica. Para Garófoli, la hija del dictador nunca quiso indagar sobre el tema, como si nunca hubiera sucedido nada.
“Ella no quiere saber porque no le conviene, me da lástima”, afirma. María Isabel es parecida físicamente a su padre: muy delgada, de nariz aguileña y rostro pálido.
Religiosa, conservadora y amable en el trato, el cambio político, con un acento en la develación de lo sucedido en el proceso, generó algún retraimiento, pero en ningún caso una reacción.
Tampoco un diálogo, que parece quedar aún pendiente. Su padre fue quien decidió la muerte de la hija de uno de sus vecinos, pero, hasta el momento, de estas cosas no se habla.